Cambia de acera, mira para otro lado, habla solo, simula un infarto, atraca un banco o lánzate en paracaídas. Todo vale con tal de evitar un encuentro con alguien que sabes que es un gafe. Gafe, cenizo, malaje o malasombra. Si el encuentro es inevitable cruza los dedos porque el jodido del gafe te chupará la energía como un vampiro y te dejará para el arrastre. Agotado. Pero hay más. Según estudiosos de esta materia, existe la evidencia científica de que ciertos individuos producen ionizaciones negativas que crean rechazo y atraen la mala suerte y la desgracia a su alrededor. Ojo al parche.
Otros investigadores afirman
"que los gafes atraviesan ciclos de gran actividad destructiva muy peligrosa". Sea lo que sea y hasta que no se encuentre
"alguna carga repelente de los influjos gáficos para neutralizarlos", cruza los dedos otra vez, toca madera, corre lo que puedas y anda con ojo.
Con mucho ojo.