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Petróleo, Sarkozy, Cecilia, Gaddafi

lunes, 13 de agosto de 2007
Seguramente, no existió nunca un dirigente como Muammar el Gaddafi, que acaba de burlarse de Francia y de la comunidad internacional usando singular destreza. Y además, sin pregonarlo.

Artero, taimado, astuto en extremo, conocedor del alma occidental y de su concupiscencia, el dictador árabe le ha ganado la partida al presidente francés Nicolas Sarkozy que fue a estrechar su mano a Tripoli.

Primero consiguió e el jeque libio zafarse del embargo a que estaba sometido su país y luego logró que Francia le firmara un contrato de venta por valor de 300 millones de euros en misiles antitanque, amén de arrancarle la promesa de construcción de una central nuclear civil. Y de paso, salir del ostracismo internacional en que había caído por ser autor intelectual hace unos años del atentado que hizo saltar por los aires un avión de pasajeros de la Panam a la altura de Lockerbie en Escocia, verdadera matanza a mansalva de inocentes y escaramuza terrorista de una guerra que libraba por su cuenta Gaddafi contra Occidente.

Todo empezó esta vez como un cuento de hadas en julio último ya que la opinión pública internacional creyó a pies juntillas que la intervención de la actual primera dama de Francia, Cecilia Sarkozy, había sido mano de santo para liberar a cinco enfermeras búlgaras y a un médico palestino después de ocho años de cautiverio, acusados todos ellos de forma rocambolesca y arbitraria de propagar el sida con jeringuillas infectadas. Y no fue así, sino el resultado de una larga transacción que tiene como epicentro el petróleo a la que se quiso revestir de rosa para los ingenuos.

En efecto, la verdad es muy otra. El subsuelo de Libia rebosa petróleo, gas y uranio, muy buscados por Occidente y ello confiere al autócrata un poder casi omnímodo sobre Francia, a la que hace bailar al son que desea. Según la solvente revista satírica francesa “Le canard enchaîné”, que todo mundo lee para saber de veras lo que pasa en la política y la diplomacia gala, Gaddafi utilizó muy hábilmente este estado de cosas para ganar de una vez por todas respetabilidad internacional y contratos -aunque fuera por métodos espurios- cediendo en un tema como el de las enfermeras que le traía al pairo.

Sarkozy fue manejado por Gaddafi. Estamos ante u caso de rehabilitación de un tirano que es maestro en utilizar la poderosa influencia que le confiere el codiciado oro negro. Como suele decirse cínicamente en Francia, donde me hallo, “L’argent n’a pas d’odeur” (el dinero no tiene olor).
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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