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La coquetería del poder

viernes, 01 de septiembre de 2017
La coquetera del poder Los gastos de estética del flamante presidente francés Macron,ese joven ejecutivo convertido en político, nos enseñan el lado humano de los grandes del poder.En Francia los Presidentes de la V República toman como modelo a los reyes del pasado. Su fundador el general Charles De Gaulle quiso refundar la grandeur, esa grandeza retórica que tanto gusta a los franceses. Personalmente era un hombre muy alto, a quienes los ingleses encumbraron cuando estaba en el exilio en Londres y dirigía la Francia libre, era el coronel por excelencia y que luego los americanos, siempre tan admiradores de París y de su áurea artística, aceptarian su papel de libertador y le harían un hueco entre los cuatro grandes vencedores del nazismo, con su mítica Resistance. Siempre de uniforme estuviera o no el El Eliseo o en su Lourdes privado, su Santuario en Colombey les deux Eglises desde donde se erigia en vigía del pais, como una Juana de Arco en versión actualizada de general, no necesitaba de afeites, ni de retoques, le bastaba la magia de sus llamamientos solemnes muy breves e incisivos. Pasado el tiempo sus sucesores a falta de episodios de relumbron, de mitología personal, si echaron mano de cremas y tratamientos de belleza, los tres últimos gastaron mucho dinero, de las arcas públicas claro está, en su aspecto físico, se trataba de tres hombres medios, mas bien bajitos, uno Sarkozy usaba alzas, otro gordito Hollande ocultaba su pancita con algún artilugio, querian a toda costa conservarse jóvenes y atractivos. Los tres incluyendo a Macron cuidaban mucho su pelo, no se les movía ni uno solo, aunque a Hollande le amenazase la calvicie. Sarkozy, cuyo poder como Sanson, radicaba en su estupenda pelambrera tenía en nómina a un gran peluquero y si se fijan a Macron, se le realzan sus aires de primero de la clase, que no ha roto un plato en su vida, con un aspecto impecable. Sus antecesores cultivaron también su apariencia, el más coqueto fue sin duda Giscard, que sentía descendiente de Luis XV y galleaba con gran placer. Chirac era alto como su adorado general De Gaulle y cultivó su culto al máximo. Pompidou rechoncho y cordial tuvo una mujer muy amante de las artes, se cuidaba también con esmero. El intelectual de la rive gauche Mitterand se refugiaba en una efigie maquiavelica y enigmatica, su inteligencia era su mejor atributo exterior. Todos ellos, sin excepción, tuvieron una vida sentimental agitada, como los Borbones del pasado, de Giscard se sabía que después de las cinco de la tarde no se podía preguntar donde estaba el presidente, Mitterand tuvo dos familias paralelas, alternaba a su santa la comprometida Madame Mitterand, una Eleanor Rossevelt a la europea y otra con Anne Pingeot con quien tuvo a su hija predilecta Mazarine. Le gustaban las mujeres y se rodeo de ellas, las miraba como lo hacía en España el viejo profesor Tierno Galván. Hollande rizó el rizo con una pareja con quien tuvo cuatro hijos y fue su rival en política y a quien nombró ministra, adornó su perenne soltería con una periodista de renombre y se disfrazaba de motorista para rondar a una estrella cinematográfica, todo un galán de telenovela, a pesar de su aspecto burocrático, tenia y me imagino sigue teniendo un ojo muy alegre. De Sarkoszy hay mucha crónica rosa, con tres matrimonios con Marie Dominique, con Cecilia una mujer descendiente de Albeniz, que lo abandona a penas elegido al Eliseo y se fuga con un publicitario hasta una estrella rutilante como su actual esposa Carla Bruni cantante y de familia millonaria, que en su curriculum amatorio incluye un matrimonio con un hijo al que sustituye por su padre. Esta curiosidad biográfica se repite en Macron con su romántico amor por su profesora de literatura de un colegio jesuita, que le lleva 24 años y está casada y es madre de tres hijos y ahora le llena de nietos. Un Trump a la inversa. La coquetería del poder en España es muy escasa, en este momento no va más allá de las camisas blancas del Divino Pedro, de los implantes capilares del chico sensato de Hospitalet con que conquistó a su nueva pareja y de las greñas del peronista de Vallecas, que embrujan a sus aspirantes a Evitas hispánicas, aqui la crónica rosa la preside el renqueante Don Juan Carlos, nuestro gran Rey galante.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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