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Diecisiete mil agentes-soldados armados

miércoles, 19 de julio de 2017
Este lunes, 17 de julio, hasta los más optimistas que suelen ser una mezcla entre frívolos, pasotas, ingenuos y malévolos del cuanto peor-mejor, se mesaban los cabellos. Tras la última purga-concellers- de: indecisos, miedosos, sospechosos e incapaces para llegar hasta el escenario que "tanto le pone" a los de la CUP, y que consiste en lograr el enfrentamiento por las calles de Barcelona al más puro, evocador y romántico 6 de octubre de 1934, con Lluís Companys de un lado y la República Española del otro, ciudadanos de orden y catalanes pactistas, estaban asustados. La destitución del jefe para los Mossos de Escuadra por razones políticas, mostró a las claras cómo cambiar a un profesional dispuesto a cumplir la Constitución Española por un "sicario" al servicio de la ruptura de Cataluña con el Estado de Derecho, poniendo sobre el tapete del conflicto un instrumento más allá de los políticos dedicados desde hace tiempo a las soflamas independentistas, rebeldes con los pronunciamientos del Tribunal Constitucional y desde luego, desprecio absoluto con España y sus Instituciones. Estamos ante un "ejército armado y entrenado" que pretenden hacer cumplir la ley- la que emana del nuevo orden- a partir del uno de octubre.

Me tocó vivir y jugarme la vida con motivo del conflicto entre Euskadi y España, cuando el Nacionalismo moderado ponía las ideas y ETA actuaba de vanguardia en el proceso al que pomposamente denominaban La Construcción Nacional. El asunto que comenzó con tintes reactivos a la dictadura franquista, terminó siendo una miserable persecución de ciudadanos rebeldes con los dicterios que alguien preparaba en un batzoki y se interpretaba en forma de ekintzas en las Herriko Tabernas. Dicho en román paladino, unos diseñaban la doctrina y los otros ejecutaban a los enemigos de la Euskal Herría contenida en tal.

Pero aquí viene mi primer análisis diferencial. En aquella Euskadi el Estado actuaba sin complejos, en nombre de la Ley, sin fisuras, sin tactismos. A pesar de lo mal que lo pasamos-algunos- hay que reconocer cómo estaba señalado el límite y cómo eran claras las posibilidades para los que vivían defendiendo el derecho a ser español frente a la paranoia de la violencia como instrumento al servicio de la independencia.

En Cataluña no hay nada claro. En Cataluña sobran las palabrerías y faltan los actos de Ley. En Cataluña hace tiempo que se están ciscando en El Estado de Derecho, por la simple razón que han dejado de reconocer a tal Estado...y no ha pasado nada.

No sé que me indigna más, los que se muestran diáfanamente claros en actos de toda índole a inventario de un proceso de ruptura que lleva bastante tiempo en marcha, o los imbéciles que siguen exigiendo diálogo, negociación, calma, sensatez a estilo Don Tancredo. A los primeros, casi les felicito por su capacidad de iniciativa, y sobre todo por el oportunismo de hacerlo cuando han descubierto la debilidad del Estado, acomplejado, zaherido por la corrupción, indeciso, apátrida. A los segundos, y una vez más por conocimiento de causa vasca, decirles que en Cataluña ya no se aplican ni la Constitución Española, ni El Estatuto de Autonomía. Se aplica la técnica del golpe de Estado, por ahora incruento, pero perfectamente calculado, sin pausas, con una fecha clara, muy clara; ese uno de octubre del 2017. Y no hay nada que negociar, ya que ha dejado de ser una cuestión de competencias, ahora y aunque algunos no se den por enterados estamos ante una cuestión de ejercicio metodológico por parte de otra Nación con Estado propio, por las buenas o por las malas.

Y digo por las malas, por la falta de respeto a la voluntad de la ciudadanía española. Es más, ni me creo que en caso de referéndum con un no, parasen el proceso hacia la independencia; seguro que ejercerían un plan b, para continuar la senda y el conflicto.

Pero volvamos al inicio de mi artículo. ¿Se dan cuenta lo que pueden significar diecisiete mil efectivos armados si obedecen a los secesionistas?. Sin duda los que llevan la iniciativa lo han calculado, incluso tendrán una ficha de leales al régimen, tibios a la espera de acontecimientos y elementos a neutralizar por sus credos. ¿Está seguro el Ministerio del Interior sobre la lealtad al Estado Constitucional de esta fuerza de orden público o habrá que esperar hasta que el follón sea el que la CUP ha diseñado a fin de internacionalizar el conflicto?.

Tengo una anécdota personal. La última vez que estuve en Barcelona, y en medio de una bronca con un catalán que trataba de aplicarme una tasa catalana, amenazó con llamar a la policía; yo asentí, pero le dije, ¡"llame usted a la Guardia Civil"!.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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