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Galicia II

sábado, 19 de mayo de 2001
Galicia II LA RELIGIÓN CELTA – Generalidades
-“Todos los pueblos galos son sumamente dados a las cosas de la religión”. Así comienza el breve pero valioso comentario de César sobre la religión de los celtas en la Galia (B. g. VI, 16); una frase corta pero esclarecedora, que alude al profundo arraigo que entre estos pueblos tenía el pensamiento mágico-religioso, que impregnaba
y caracterizada todos los aspectos de su vida cotidiana.
Es bien sabido que el Panteón celta era muy distinto del griego o el romano. No existía un Olimpo de los dioses celtas ni una jerarquía bien determinada que asignase a cada divinidad un territorio, funciones específicas, características concretas o un ámbito claro de competencias. Sus funciones y atributos no aparecen claramente diferenciados y además varían de un sitio a otro. Los dioses vivían casi al lado de la gente; sus peculiaridades personales y sus aventuras se entremezclaban de forma confusa y sorprendente, al menos en las noticias que nos han llegado. Podemos decir que se trataba de un politeísmo relativo, pues en la Galia, por ejemplo, se atrubuía un dios propio y lo nombraba a su manera. Por otro lado, frecuente que los dioses formasen parejas, o sea, dios y diosa, lo que constituía un simbolismo de la unión de la tribu con un territorio.
Era también frecuente incluso la triplicación de una misma divinidad, que puede presentarse como una tríada divina – femenina o masculina – referida a sus diferentes aspectos, lo que da origen, en el primer caso, a las Matres, las Matronas, las Moiras, las Nornas, etc. (como las Parcas en el clásico) y un dios de la Guerra tripliclado, en el segundo.
Es normal que una divinidad, por ejemplo la Diosa Madre presente un sincretismo funcional, abarcando sus atributos de madre, diosa de la tierra y del país, la soberanía, la fertilidad, la sexualidad, el amor, la protección, la guerra, la muerte.. Todos estos campos se comunican y se entremezclan unos con otros, de tal modo que la misma diosa puede manifestarse como una joven bellísima oo como una arpía repulsiva, según sus diferentes aspectos y funciones.
En ocasiones, esta variedad parece referirse a las distintas manifestaciones o aspectos de una misma divinidad según las diferentes etapas de la vida. Así, las Matres etc. representan a la diosa como adolescente (virgen), como mujer joven (madre de la fertilidad) y como vieja (caducidad, muerte). Del mismo modo, una divinidad masculina como Lugus, puede aparecer como niño o joven héroe, como gobernante maduro o el viejo Señor del Otro Mundo.
Por otra parte, no hay divinidad alguna que no tenga algo que ver con el Inframundo, por lo que no tendría sentido el intentar establecer una categoría de dioses infernales, si bien algunas de ellas en particular muestran una mayor especialización como “dioses de la muerte” y “de los muertos”.

-Son frecuentes, como decimos, las parejas divinas asociadas (parhedras), presentes en los epígrafes, como Grannus (generalmente llamado “Apolo”) y Sirona; Luketios (después llamado “Mars”) y Nemetona; Luxovius y Bricta; Bormo y Damona; “Mercurius” (que encubrre a un dios celta, probablemente Lugus) y Rosmerta; “Mars” Lenus y Ancamna; “Mars” Smertrius Vindorissus y Boudana, etc. En general, se advierte que las diosas conservan sus nombres celtas mejor que sus compañeros masculinos.
Los Entes Superiores recibían, en consecuencia, una gran variedad de apelativos y epítetos, según sus características personales, competencias y atributos: la misma variedad de nombres, que hoy llamamos “advocaciones”, en nuestro Santoral.17
No cabe duda pues, de que los mismos dioses recibían distintos nombres.
Los romanos, para quienes el Orden, el Derecho y las Competencias estaban por encima de todo, se esforzaron mucho en buscar, para cada dios extranjero, una correspondencia en el Panteón romano, sistema que después ha ocasionado no pocas confusiones a los investigadores. En el caso de Lugus, César lo equiparó a Mercurio, diciendo que era el más venerado en la Galia.

-Tras la catástrofe de Alesia18 se hundió el antiguo mundo celta galo para dar paso a un proceso de romanización. Antes de este acontecimiento todo el entorno mental y cultural de este pueblo tenía un aspecto totalmente diferente. Las formas de pensar y de sentir, el sistema de valores, los conceptos espirituales, eran completamente distintos, como lo eran el sentido y la interpretación de la realidad. Casi todas las epopeyas célticas son – por propia naturaleza – ambiguas, de doble sentido, lo que dificulta extraordinariamente su correcta traducción e interpretación, si no se es consciente del transfondo cultural-religioso de este pueblo. Los romanos nunca comprendieron bien a los celtas, a pesar de tenerlos de vecinos en la propia Italia, conformándose con trasmitirnos informes fragmentarios e imprecisos ya que, como decimos, parece que tenían grandes dificultades (o poco interés) en captar el verdadero significado de las sagas celtas y el propio espíritu de este pueblo.19 La razón estriba en que la mentalidad romana era muy diferente a la celta, que no conocía la dicotomía entre el Mito y la Historia.20

-Se puede decir que la religión celta no impone preceptos divinos al hombre; no se prescriben ritos ni sacrificios fijos, como en otras religiones, no se da al creyente un código de preceptos de conducta, no se presentan modelos o ejemplos ni se exige la renuncia a la ganancia excesiva, incluso por medios ilegales. La vida mundana no se considera pecaminosa ni se ensalza el ascetismo, la renuncia o la perfección, excepto en el combate. A lo sumo, los druidas daban a conocer máximas como: ¡”honra a los dioses”!, ¡”no obres mal”!, “demuestra siempre tu valor”!.

-Todo lo referente a las sagas y a los nombres celtas está rodeado de un especie de Cabalística fonética y semántica; un permanente juego de palabras que da a los nombres de los personajes, y en especial de los héroes o divinidades, una contínua ambivalencia o incluso polivalencia de significados, a veces aparentemente contradictorios o antitéticos entre sí. Es una constante combinación de términos, que unas veces hacen el papel de nombres propios y otras actúan como adjetivos o epítetos, según el lugar que ocupen en los compuestos o el sentido que quiera darse a cada palabra.
Esta aparente ambigüedad se da también en lo germánico. Por ejemplo, en lo que respecta al dios Odin / Wotan, paralelo bastante aproximado del celta Lug, su nombre admite diferentes interpretaciones: según Tácito procede de wotanaz, donde los germanistas ven la raíz germánica wut “furor sagrado”, 22 pero también es: “sabiduría total”, dos aspectos que configuran exactamente el carácter de Odin en las sagas nórdicas.
Sorprendentemente, la raíz wut está a su vez relacionada con la palabra que significa “bosque” : ing. Wood, al. mod. Wald, exactamente lo mismo que Lug o Lugo lo está con el lat. Lucus. Al propio tiempo existe una conexión, en las lenguas célticas, entre las palabras que significan “bosque” y “sabiduría”: el celta wid, palabra emparentada con la raíz indoeuropea del latín videre (“ver”, “saber”) y el galo vidu, “bosque”. Contiene este elemento la palabra “druida”, de dru-wid “la sabiduría del roble”. ¿Homonimias, casualidades?, lo dudamos; en temas como estos creemos que se trata más bien de la habitual cabalística celta, aparte de que los casos de este tipo no constituyen precisamente una excepción, sino más bien la regla general para muchísimos nombres más.

-La celtización de la Península Ibérica tuvo muy distinta intensidad según las regiones, sin llegar nunca a alcanzar la homogeneidad que tuvo en Irlanda, Gales o la Galia, de donde proceden la mayoría de las noticias que poseemos sobre este pueblo, gracias a la transmisión oral por parte de los druídas y los fili o poetas, posteriormente recopilada y escrita por sus sucesores, los monjes y sacerdotes, de una buena parte del material tradicional.

-El informe de César ( De Bello Gallico VI, 17) constituye, hoy por hoy, el testimonio más antiguo y preciso que poseemos sobre la religión celta:

-“Entre los dioses veneran especialmente a Mercurio, del que tienen la mayoría de las imágenes; lo consideran el inventor de todas las artes, el guía de todos los caminos y le atribuyen el mayor influjo en el comercio y la ganancia de dinero. Después de él veneran a Apolo, Marte, Júpiter y Minerva. De todos éstos tienen aproximadamente los mismos conceptos que los demás pueblos: a Apolo se le atribuye la curación de las enfermedades, a Minerva elementos básicos de las artes y los oficios, a Júpiter el señorío de los dioses y a Marte lo relacionan con el ejercicio de la acción bélica”.

-El nombre Callaecia o Gallaecia
-Radical CAL-, GAL-
-Ya desde la Antigüedad se designó a este pueblo indistintamente con los nombres de celtas o galos, cuya etimología no ofrece problemas desde un punto de vista formal. La inseguridad estriba en que existen en la lengua indoeuropea alrededor de una docena de radicales con los que dichos nombres podrían estar relacionados. La explicación más plausible23 del nombre keltoi, lat. celtae es la de Glück (KSB 5, 1868, 97 f.), que lo relaciona con el ide. *kel-l “elevarse”, “alto”, palabra emparentada con el lituano is-kéltas “alto”, “elevado”, “augusto”, “sublime” (de kelti “elevar”, “alzar”), basado en una forma participial en -to- del radical, que está en el lat. celsus “alto”, “eminente” (cf. el nombre Celsus, Celso), ex -celsus:
“celestial”, “sublime”24 y ex -cellere “sobresalir”. Este nombre posiblemente se refiere a la divinidad epónima de este pueblo en un determinado momento histórico.

-El radical gal-, base del nombre de los galos, gaels, gálatas, galeses y gallegos, procede o se relaciona con la raíz g(h)al- “poder”, en el sentido de “(los) poderosos”, “(los) potentes” (?). La conexión –importante para los franceses – con gallus “gallo”, es una antigua etimología popular, que se encuentra ya en Suetonio (Vitellius 18).
Tanto este radical como el ya referido kelt-, de aludir a las características físicas del pueblo celta – galo, podría significar “los grandes” (de estatura), “los altos” o “los fuertes” o referirse a una divinidad (“ los de “-). Aunque no se sabe con certeza la relación que guardan uno con otro, lo que está claro es que ambos nombres: celtas y galos, designan a un mismo pueblo, como se desprende de Polybio y otros autores antiguos.25

-Una de las tesis acerca del nombre de este pueblo, lo hace derivar del nombre de los Volcae (Tectosages?), un grupo celta fronterizo con los germanos por el N. y NE, que según César (B.g. VI, 24 ) era muy admirado por éstos a causa de sus virtudes, tanto en el campo bélico como en la Justicia, por lo que hicieron su nombre extensivo a los demás grupos celtas, e incluso más tarde a los romanos, con la denominación general de *ualhaz, ant. alto alem. Walha (cf. los topónimos Wels, Seewalchen, etc.), el anglosajón Wealhas “celtas” y wealstod= “traducir”; alem. welsch= “extranjero”, ant. nórdico Valir= “celtas” y “romanos”. Está presente en los topónimos Wales (Gales) y adj. Welsh, Cornwal, Wallonen o Valones, en Bélgica y los Wálacos en Valaquia, Rumanía.
Según Kuno-Meyer, los Galli eran las gentes no-irlandesas de Escocia y el N. de Britania.
En muchos de estos países, el nombre Gall, Gál y voces similares tuvo el significado de “extranjero”, “extraño” o incluso “enemigo”.

-El radical Cal- o Gal- podría proceder- como decimos- de un teónimo, es decir, del nombre de una divinidad nacional, como parece desprenderse de una serie de nombres personales, gentilicios y topónimos de probable orígen teonímico, como Cal-donius, Cal-dunis, Cale-dius y Cale-dia, Calu-briga, Cale-dunum, Cale-don-ia, Caledones o Cely-ddon, Cali-don, -a, Di-caledones, Cala-vius, -via, que se detallan más abajo. Parecen referirse a uno de los nombres que designan a la divinidad suprema (“el elevado”) – de connotaciones a la vez celestes y subterráneas – en muchas culturas preindoeuropeas, conocida también por muchos otros nombres y epítetos, de los que luego se hablará.

-La identidad de este tipo de divinidad suprema se perfiló en especial, a partir del Neolítico, cuando el hombre – antes cazador y recogedor ocasional – aprendió las bases de la agricultura, pasando al sedentarismo, o se hizo ganadero y seminómada estacional en busca de mejores pastos. En el primer caso, las comunidades humanas concebían una diosa de la fertilidad: la propia tierra divinizada, en cuyo caso la sociedad era de tipo matriarcal; en el segundo caso solían tener como divinidad suprema a un dios celeste y masculino, señor de la tormenta y la lluvia, lo que conlleva una sociedad decididamente patriarcal. Por ello, las sociedades agrarias tuvieron generalmente diosas-madres (de multiple aspecto, incluso bélico), y las ganaderas, dioses guerreros – que como dijimos podían tener a la vez facetas fertilizadoras, curativas, etc. Naturalmente, muchas sociedades tuvieron una economía mixta, con predominio de una determinada clase social y derecho sucesorio respectivamente femenino o masculino. Todo ello se reflejó en los nombres de los grupos humanos, individuos, poblados, accidentes geográficos, etc., que recibieron el nombre de la divinidad que se suponía relacionada con ellos, a causa de su actividad, aspecto, forma, situación, etc.
Entre éstos, destacan los enclaves geográficos extremos, que en la Antigüedad eran considerados la última tierra del mundo, como Gales, Galicia, Cornualles (Corn-wwall), Irlanda o Gael y Escocia.
Una serie de conexiones lingüísticas y tradicionales con estos radicales nos llevan a una divinidad de componente a la vez solar y subterráneo (el sol del ocaso), venerada por muchos pueblos del ámbito europeo y mediterráneo desde mucho antes de la llegada de los pueblos indoeuropeos.

-El radical celta cala implica también protección, amparo, como en caletus, 26 que corresponde en la lengua ibérica a la idea de “casa”. El árabe qalat equivale a “castillo” o “fortaleza”. El mismo orden de ideas designa a la cala: “bahía” o “abrigo” en la costa, posiblemente una voz ibérica.
Según el esquema general de la deidad arcaica, su aspecto y funciones son múltiples, incluso antitéticas: de un lado es dadora de salud fertilidad, vida.. y de otro de enfermedad y muerte. En consecuencia: es a un tiempo el Señor / la Señora celeste y activa de la altura, la montaña y la guerra, pero también la divinidad pasiva del Inframundo y las fuerzas vitales de la tierra. En estas últimas funciones se basa su relación con la muerte y el culto a los antepasados, pero también con la semilla, la vegetación y el renacer de ésta en Primavera tras el letargo invernal, y lo mismo con las aguas, que proceden del Mundo Inferior. Más tarde se la relacionará, por el mismo motivo, con el metal.
De su arcaísmo nos da idea su presencia en culturas antiguas, como la etrusca, la ibérica, la paleosarda, la prehelénica, la guanche y otras, con raíces que proceden del Neolítico y el Bronce, pero quizá se hunden en el Paleolítico.
Esta divinidad prehistórica, la más importante de nuestro ámbito cultural, debió ser adoptada por los celtas a su llegada a este entorno geográfico. Este tema se trata más extensamente en otras partes de este trabajo, Arts. LA CORUÑA y ORENSE.
Su impacto fue muy importante en la Toponimia y la Onomástica.

(Extraído del libro de Joaquín Caridad Arias “Cultos y divinidades de la Galicia Preromana, a través de la toponimia”.)
Caridad Arias, Joaquín
Caridad Arias, Joaquín


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