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Estado de disfrute

viernes, 03 de febrero de 2017
Acabamos de conocer el nombramiento de don Arsenio Fernández Mesa como consejero de Red Elétrica Española, algo que, más que sorprendernos, nos resulta entrañablemente cotidiano entre los ex altos cargos de la política española, en la que las puertas giratorias son un elemento de continuidad entre los despachos oficiales y los consejos de administración de las grandes empresas del Ibex. No obstante, la dimensión del personaje, que representa sin duda alguna la más elevada expresión de lo significa el parasitismo social amparándose en el desempeño político, no puede dejar indiferente a nadie que manifieste una mínima preocupación por los asuntos que atañen a la cosa pública y más si cabe, en estos tiempos de tránsito en el que, desde las organizaciones políticas, tanto nos venden la falacia de la supuesta regeneración de la vida pública.

Que la historia de la política española se ha escrito históricamente y se sigue escribiendo en el postfranquismo con renglones torcidos y por personajes más insustanciales que ilusionantes no es nada nuevo pero, aún haciendo un esfuerzo emocional para tratar de asumir que un país como el nuestro no puede permitirse prescindir de talentos tan aventajados como el que atesora el señor Fernández Mesa, resulta complicado poder entender que se produzcan fichajes empresariales como el protagonizado por tan ilustre personaje, pese a que se justifique su idoneidad para el mismo amparándose en su supuesta “experiencia y conocimientos en materia de seguridad integral”, ya que lo único que tiene apariencia de integral en este personaje es su carencia de formación y su escasa experiencia laboral al margen de la confortable actividad política.

Todo sigue igual. Nada ha cambiado. La misma mugre y las mismas miserias elevadas a los más sagrados altares de nuestras instituciones para dejar constancia de lo que ya habíamos denunciado en otras ocasiones: el Estado de Derecho ha muerto y se ha descompuesto en dos, un Estado de Deberes, doloroso y oscuro, saturado de sacrificios y obligaciones, en el que sobreviven como pueden la gran masa de los ciudadanos y un Estado de Disfrute, luminoso y feliz, confeccionado a base de privilegios de clase, hecho a la medida de los intereses de las élites políticas y económicas en cuyos confines nunca se pone el sol. Los primeros seguiremos una abultada factura eléctrica para que personajes como el ilustre Fernández pueda recibir un sueldo millonario por hacer no se sabe bien qué.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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