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Granada, tierra soñada por mí

lunes, 30 de enero de 2017
“Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.”
(Francisco de Icaza)

Granada, tierra soñada por mí


"Granada, tierra soñada por mí / mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti", dice la canción del gran Agustín Lara. Al igual que sucede con Galicia, si hay una tierra en España que tenga un encanto especial, esa tierra es Andalucía, cuna de grandes poetas y artistas de la canción; sobre todo Granada, esa bellísima ciudad de la que tanto se ha escrito y a la que tanto se ha cantado. A Granada le cantó Federico García Lorca:

"El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor,
que se fue y no vino!"

Y en el bello romance anónimo de la pérdida de Alhama se dice:

"Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.

Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego,
y al mensajero matara.
¡Ay de mi Alhama!"

Estuve en Granada en el mes de mayo del año dos mil diez, con motivo de un congreso que, con gran acierto, se había decidido celebrar en Granada, y quedé fascinado por la belleza de los palacios nazaríes de la Alhambra, los jardines del Generalife, el Albaicín, las hermosas plazas, el ambiente de la noche "granaína" y la subida por el Paseo de los Tristes para disfrutar de un atardecer inolvidable en el Mirador de San Nicolás. Pero eso no fue todo. El regreso a Madrid, me permitiría recordar durante el viaje canciones y versos de los poetas andaluces de siempre.

Salimos de Granada atravesando su hermosa vega, donde vivió Carlos Cano. Recuerdo que en el tren viajaba una hermosa joven de rasgos exóticos que, por su rara belleza, me imaginé que podría ser descendiente de alguna princesa nazarí. Al pasar por la estación de Loja me acordé de la canción "Antonio Vargas Heredia":

“De Puente Genil a Lucena
de Loja a Benamejí
las mocitas de Sierra Morena
se mueren de pena llorando por ti."

Y de aquel villancico anónimo del siglo XV:

“Tres morillas me enamoran
en Jaén,
Aixa, Fátima y Marién.

Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
Aixa, Fátima y Marién."

Aunque esta vez el tren no pasaba por Jaén, entre olivares, sino por Córdoba, los olivos me recordaron el final del "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías“ de García Lorca:

"Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos."

Llegamos a Córdoba, "lejana y sola" y, bordeando Sierra Morena, pasamos por Puertollano, que ni tiene puerto ni es llano, según dicen. Luego, las llanuras de La Mancha se harían interminables y el viaje perdería todo interés hasta llegar a Madrid, a la estación de Atocha, en dónde siempre que paso nunca estoy.
Paz Palmeiro, Antonio
Paz Palmeiro, Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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