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Pobreza energética y pobreza moral

viernes, 25 de noviembre de 2016
El reciente fallecimiento de una anciana de 81 años en Cataluña, tras un incendio provocado por una vela, ha disparado nuevamente todas las alarmas sobre la situación de pobreza general y de pobreza energética en particular en la que malviven unos 5 millones de familias en España que, ante la imposibilidad de poder pagar la factura eléctrica se ven condenados no solo a vivir rodeados de oscuridad sino a pasar frío y a privarse de las más elementales comodidades domiciliarias, como el uso de los electrodomésticos más imprescindibles.

El trágico suceso no ha hecho más que mostrar una vez más la vergonzante desnudez de las miserias que aquejan al conjunto de la sociedad española, donde las desigualdades entre sus ciudadanos son cada vez más habituales y más intolerables, y muy particularmente a una comunidad, Cataluña, que pasa por ser de las más ricas de la Unión Europea, pero cuya dirección política anda últimamente más entretenida con sus fantasías independentistas que en atender a las necesidades más perentorias que aquejan a sus ciudadanos, lo que ha llevado a sus responsables, ante la contrariedad que supone el no poder culpar, como es habitual, a la malvada España de todo lo sucedido, a tratar de eludir el bulto, procurando endosar la responsabilidad del asunto a la compañía eléctrica suministradora.

Por su parte, la eléctrica responsable del corte del suministro, la catalana Gas Natural, a la que le sobran recursos económicos para pagar favores administrativos manteniendo a un rebaño de políticos corruptos en su consejo de administración, parece carecer sin embargo de la más mínima sensibilidad social para compadecerse de la situación de desamparo en la que sobreviven algunos de sus conciudadanos. El caso de la anciana de Reus no es más que el botón de muestra de una situación que es generalizada entre las clases más humildes de nuestro país.

Y que decir del gobierno central, responsable último de la situación general del país y, gracias a sus políticas neofascistas, de los recortes sociales generalizados que han llevado a una gran parte de la población a esta situación de penuria existencial. Un gobierno que no ha vacilado a la hora de exprimir el bolsillo de las clases más desprotegidas y vulnerables mientras libraba partidas presupuestarias para servicios tan básicos como son el subvencionar los gin tonics en el bar del Congreso de los Diputados o para pagar el servicio de ADSL del domicilio particular de sus señorías, que mientras recorta en Sanidad, Educación o Dependencia no tiene el menor reparo en colocar a miles de asesores, tan inútiles como costosos para el país, en cargos concebidos a medida, cuya única funcionalidad es la de colocar a sus propios afiliados. Las televisiones públicas o los miles de asesores son un clarificador ejemplo.

Lo más trágico del asunto ya no es la pérdida de la vida de un ser humano en un suceso tan lamentable, sino el saber que en unas pocas semanas la sociedad española, siempre tan dada a la improvisación y a lo superfluo, acabará por olvidar la tragedia y, con ella, el verdadero problema de fondo que oculta, que no es otro que la precariedad en la que vive una gran parte de nuestra población y no habrá servido de nada ni la pérdida de esta vida ni la situación imposible en la que viven tantos millones de familias españolas. Pasarán los días, se apagará el recuerdo de esta pobre anciana, seguiremos embobados y adormecidos entre el fútbol y la telebasura y continuaremos padeciendo esta miserable pobreza energética y moral.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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