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El mal de Mila

sábado, 19 de noviembre de 2016
Hay un virus muy peligroso en estos días de los primeros fríos y que ataca con especial saña a funcionarios y empleados de toda clase impidiéndoles reprimir sus ganas de trabajar. Este militismo hace que se cuiden las enfermedades con mucho cuidado para que duren lo más posible y dificulten la reincorporación a sus trabajos respectivos. Así un catarro tratado con mucho mimo puede durar dos o tres semanas y si muy atendido hasta un mes.Una nueva modalidad de este endiablado virus lo constituyen las alergias, a cuanto más raras mucho mejor. Si son indescubribles y extrañisimas constituirán un lecho perfecto para tumbarse a la bartola y consumir te de hojas de calendario, si bisiestos preferibles. A la modalidad del presentismo y de escrutar las telarañas de los techos se opone este virus del militismo. El nombre se asocia a una infatigable trabajadora cuyos quebrantos, siempre ciertos aunque no lo parecieran le hizo alcanzar retos dignos del libro Guiness de los records. Una leve palpitación motivaba jornadas plenas de análisis y contra análisis, en la esperanza de desterrar algún motivo que impidiera las innegables ganas de emplearse a fondo en sus menesteres. Una ilustre y dinámica trabajadora de un bello país de América que se distinguía en el cumplimiento escrupuloso ‎de sus tareas sufrió inesperadamente un cruel contagio y despertó la alarma entre los demás colegas. Un estupendo belga, que por sus aficiones al fútbol le llamábamos Carrasco, como el jugador del Atleti, acudía al despacho con tapabocas chino, como si estuviera en Shanghai y siempre ponía una mano en su boca con notable preocupación ante un posible contagio. Descubrió tener alergia al Barsa y un antipático sarpullido se le manifestaba cuando veía con estupor los goles de Messi. Otra colega de Marruecos se protegía con su pañuelo palestino y repetía inshallah todo el tiempo. No se podía dar tregua al militismo que te acongojaba al menor descuido. Se promovió un Congreso y se elevó una petición de seguimiento a la doctora Chan directora de la OMS comparando este virus virulento a otros africanos que trajeron a mal traer a la sanidad mundial. Se decidió de internar a la bella alérgica en un Centro de Fabulación catalán con especialistas de primer orden coreanos con muchas Maestrías. Se desecharon las fórmulas de la ab uela que recomendaba perentoriamente la aplicación en zonas traseras del cuerpo de un ungüento de jarabe de palo y otras lindezas coarcitivas. Al mal de Mila hay que tomarlo muy en serio y hacer reposar las mentes y los cuerpos lejos de las oficinas donde se propaga como por ensalmo el militismo. Este mal avanza y los chinos están parapetandose en su mítica muralla respirando únicamente por la tráquea para evitar este infección, que altera las horas de reposo prolongandolas todo el día, a todas horas, así están las cosas cuando nos asaltan las primeras gripes y las alergias asoman su patita como el lobo feroz. Alerta pues tenemos ante nosotros una nueva pandemia, que por unanimidad la Real Academia de Medicina ha denominado militismo, frente a los que la calificaban de galvanitis aguda. A cada uno sus méritos y temblemos ante la incumbente desertificacion de oficimas y talleres. El virus avanza los síntomas son preocupantes. Si necesitan asesoramiento pueden dirigirse a los centros de formación andaluces reorientados hacia el tratamiento del militismo, ya ha empezado la caza a las subvenciones. El asunto promete.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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