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Elecciones histéricas

miércoles, 22 de junio de 2016
Si, querido lector, he querido decir histéricas y no históricas como seguramente has pensado, al referirme a la convocatoria electoral que se celebrará el próximo domingo. Y digo histéricas porque después de asistir; tras las elecciones del 20 de diciembre, en las que los españoles votaron libre y democráticamente el Parlamento que les había parecido más conveniente para regir los destinos de este país; a la obscena consagración de la dictadura de los partidos políticos que supone esta “partitocracia” vergonzante y que, en un alarde de incompetencia y minusvalía democráticas sin precedentes, han decidido que los resultados de aquellos comicios no eran los adecuados, (lo que equivale a decir que o bien no eran democráticos o que los españoles nos habíamos equivocado a la hora de votar), y que por tanto había que volver a repetirlos.

Histérica la posición mantenida por los cabeza de lista de las distintas formaciones que, extraviados en el abismo de sus propios ombligos y una vez constatada su flagrante incompetencia para llegar a encontrar soluciones a las demandas de la población, han preferido sacrificar al conjunto del país sin dudar en exponerlo irresponsablemente a la incertidumbre política y económica que suponen la falta de gobierno y, sobre todo, la falta de un proyecto político sólido y fiable para afrontar los importantes retos que tenemos pendientes.

Histérico don Mariano Rajoy, el candidato del Partido Popular que, incapaz de reconocerlos pero cercado por los innumerables casos de corrupción que protagonizan y amparan, tanto su partido como él mismo, y que le invalidan para tratar de liderar el más mínimo proceso de regeneración política que España tanto necesita, en lugar de dar un discreto paso atrás y ceder el testigo a alguien de su partido más fiable y creíble que él para poder afrontar dichas reformas, persiste en su ciega obstinación, impregnada en exceso de egoísmo e intereses particulares, para mantenerse al frente de la formación que representa a la derecha española.

Histérica la actitud de Pedro Sánchez, el candidato socialista que, obstinado en ignorar, cuando no en negar, la ruina política y económica en la que dejaron este país los anteriores gobiernos socialistas de su admirado Zp e ignorando que de la resaca de aquella orgía zapateril todavía están rindiendo cuentas electorales el Partido Socialista, (omito lo de Obrero y Español por razones obvias) y él mismo, su secretario general, se empeña en negar la evidencia de cual es su verdadero respaldo social y emprender una desnortada huida hacia delante que no le va a llevar a ningún destino seguro, ni a él ni, lo que es peor, a su partido.

Histérica también y cum laude, la actitud de Pablo Iglesias, el pequeño Lenin de la política española que, inspirado ideológicamente en las dictaduras bolivariana e iraní, pretende presentarnos a su formación política, Unidos Podemos, la versión tuneada y con coleta del partido comunista, como la alternativa democrática llamada a protagonizar una regeneración institucional y política que, a lo que sabemos, no se ha producido, más bien todo lo contrario, en ninguno de los países en los que han gobernado los comunistas.

Y, como no, histérica la deriva tomada por Albert Rivera y su formación, Ciudadanos, que, en lugar de organizar y sanear su propio partido e ignorando la capacidad real de influencia que le otorgan sus cuarenta diputados, pretende osadamente convertirse en el árbitro de la política nacional, atribuyéndose el derecho de poder vetar y poner, extramuros, a los candidatos de las demás formaciones políticas, una práctica que, al parecer, es bastante habitual en la rutina interna de dicha formación, pero que parece, a todas luces, impropia e irrespetuosa cuando se habla de las otras formaciones, cuya soberanía interna semeja incuestionable.

Visto, por tanto, el triste y desolador panorama que nos ofrece la clase política española, aquejada de un ataque colectivo de histeria y los preocupantes nubarrones que se ciñen sobre el futuro de este país tras la jornada electoral del 26J, no nos queda otra que encomendarnos a la madurez democrática de este pueblo y esperar que el buen juicio de los electores españoles ponga a esta tropa de ególatras oportunistas en el sitio que les corresponde y una buena manera de hacerlo sería planteándoles el mismo panorama parlamentario que el que se dio tras el 20D. Veremos si se atreven a convocar unas terceras elecciones.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


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