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Cervantes en la Asociación de Escritores de Chile

jueves, 21 de abril de 2016
Testimonio de una Conferencia

Anoche estuve en la Casa del Escritor de Santiago de Chile. El vigués Antonio Chaves me recomendó una conferencia acerca de las mujeres en la vida y obra de Miguel de Cervantes, que iba a proferir el escritor chileno de raíces gallegas, Edmundo Moure, a quien conocí allá por los 80, en casa de la periodista gallega Micaela Souto, cuando él andaba buscando apoyos para crear un Centro de Cultura y Lengua Gallegas. Se quejaba entonces del escaso eco que tenían iniciativas semejantes entre los gallegos residentes (Esto es tan viejo como la Maricastaña, por supuesto).
Cervantes en la Asociación de Escritores de Chile
Yo esperaba un salón de actos o un auditórium o una sala de conferencias con butacas, a la usanza nuestra. Nada de eso, Moure se instaló en una especie de taberna, que llaman “refugio”, y desde una de las mesas, con un vaso de vino tinto frente a los papeles, nos habló del tema con una soltura y conocimientos alucinantes (aunque el adjetivo suene a hiperbólico). No éramos más de veinte personas, pero el ámbito era muy cálido, muy majo, vamos… Ni Cervantes provoca hoy concurrencias masivas, porque la cultura ya no interesa ni a los escritores, que cada día leen y saben menos.

Es curioso el caso de este gallego achilenado, como yo lo califico, porque si lo paras en cualquier tasca de Santiago de Compostela, es un gallego más, con un acento en la prosodia gallega que tira un poco a los portugueses del norte. Y algo de eso debe estar en él, quizá porque comparte con Fernando Pessoa esa doble vida entre números (es contable) y entre las palabras (escritor de innegable vocación y oficio).

Por lo que sé, aquí no se pagan las conferencias, salvo que el expositor sea una celebridad, como Edwards o Parra lo son en este medio, sea por vinculaciones o méritos propios, pero a Moure no le va ni le viene, lo mismo las disfruta y entrega lo que sabe, sin queja, que para eso está en lo suyo, que es conversar o escribir conversando, su mejor ejercicio estético.

Cervantes estuvo entre nosotros, a través de sus mujeres amadas, las de sangre: Leonor, Andrea, Luisa Magdalena, Constanza e Isabel; las de tinta. Dulcinea, Maritornes, Marcela, Dorotea… Novedades para la mayoría de los presentes, como la amenaza temprana de manquedad de la mano derecha, a la que se expuso Miguel por defender la honra de su hermana Andrea, acuchillando al hidalgo ofensor.
Pero, sobre todo, el aporte de las interpretaciones de Moure acerca de La Tía Fingida, con su análisis alegórico de aquellas peripecias literarias que en la vida real fueron explícitas en cuanto al uso y abuso de los femeniles encantos para obtener de ellos beneficio de buen pecunio.

Además, nuestro Moure se apoyó en Un esclavo llamado Cervantes, de Fernando Arrabal, una crónica novelada que entrega claves de peso sobre los avatares existenciales del siempre controvertido autor, cuya biografía va desvelándose por intermedio de documentos fidedignos salidos de las pesquisas de Arrabal. Aunque a mí no me gusta particularmente la prosa relamida y disfrazada de falsa antigüedad en la articulación de las oraciones del mentado libro.

Y es que de la vida de Miguel de Cervantes y Saavedra se sabe aún bien poco La documentación que pudiéramos considerar fidedigna, es escasa. Por el contrario, hay fárragos de interpretaciones y suspicacias que van desde afirmar que el Manco de Lepanto no es el autor de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, hasta que era “probadamente” homosexual. En la vereda opuesta, los cervantinos pechoños y autollamados castizos, siguen erigiendo una figura de intachable “castellano viejo” que en absoluto corresponde, ni a su vivir traumático ni al meollo de sus creaciones literarias.
Todo esto y más ha provocado la conferencia de anoche, que concluyó como a mí tanto me gusta, bebiendo un tinto rojo y espeso y desgranando versos sobre la mesa, de autores allí presentes. Mérito de este Moure socarrón, buen exponente de la retranca gallega y de la picardía a flor de piel de los chilenos, que sabe reírse de sí mismo, ironizar a los pazguatos pretenciosos y mostrarse conmiserativo con poetas y poetisas débiles y dejados de la mano del Parnaso.

Espero que en mi estancia en Santiago de Chile, que se prolongará, quieran los dioses lares, hasta noviembre, me lleguen invitaciones como la que me regalaron Antonio Chaves y Begoña Pereira, estos paisanos míos que han hincado raíces en la patria de Mistral, Neruda, Huidobro y… sobre todo, la tierra turbulenta de Pablo de Rokha.

Rafael Rojas Burela, es escritor, periodista y animador cultural
Rojas Burela, Rafael
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