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Psicosas: El Cultivador de Tesoros

martes, 12 de septiembre de 2006
Cuando por fin llegó, se preguntó si no se habría dejado engañar una vez más. Desde luego, el paraje no parecía el más apropiado para encontrar tesoros; alejado de todo vestigio de civilización y en un entorno agreste y hostil, todo parecía apuntar a una nueva tomadura de pelo. Sin embargo, él estaba convencido de que en su destino estaba escrito que habría de encontrar la fortuna de su vida, la que colmaría sus días de dicha y daría sentido a su existir.

Pese a que los desengaños empezaban ya a pesarle y el desánimo de tantos años perdidos en vano lo habían vuelto más desconfiado, esta vez su intuición le decía que aquella vez era diferente. El anciano que le había indicado el lugar no tenía aspecto de timador; en realidad, ni siquiera había querido ponerle precio a su mapa: “dame lo creas que vale” -le había dicho escuetamente- y no rechistó por las pocas monedas que él había depositado en su mano.

El paraje era inhóspito; las raíces de los árboles trazaban en el suelo una trama tan espesa como el oscuro ramaje que ensombrecía el cielo y, entre los troncos, la maleza había tejido una maraña tan densa que resultaba imposible adentrarse en el lugar. Sintió la tentación de volver sobre sus pasos, de renunciar a la búsqueda y regresar. Pero decidió permanecer en el lugar algunos días hasta tomar una decisión serenamente.

Al día siguiente, empezó a desbrozar ramaje. El ejercicio físico lo animó y, así, continuó con la labor hasta limpiar un buen trozo de terreno. La siguiente tarea consistió en talar algunos árboles para construir una choza en la que guarecerse y, más tarde, decidió seguir talando árboles para disponer de algo de leña para hacer más llevaderas las noches. Después, como la labor de desbrozado le permitía disponer de un terreno de cultivo, tuvo la iniciativa de plantar algunas hortalizas con las que atender a sus necesidades más inmediatas. Algún tiempo después, convirtió la choza en una hermosa casita de troncos; también levantó un corral para criar algunos animales domésticos y, finalmente, sembró cereales y empezó a hacer su propio pan.

Llegaron las nieves y pasaron; volvieron los calores y las lluvias y las sequías y, de nuevo, las nieves en una sucesión tan placentera y armoniosa que él perdió la cuenta del tiempo.

Un día, alguien llamó a la puerta de la cabaña. Cuando abrió, se encontró con el anciano que lo había encaminado hacia aquel lugar.

-Salud - exclamó el anciano.
-Salud.
-Ha pasado un largo tiempo desde que te indiqué el camino de este lugar.
-La verdad es que he estado tan ocupado que he perdido la noción de los días.

Los dos hombres fueron caminando por los senderos de la granja.

-Veo que has limpiado mucha maleza –continuó el anciano.
-La necesaria para poder instalarme con un mínimo de comodidad.
-Y has talado muchos árboles –la mano del visitante señalaba el amplio espacio ganado al bosque para praderas.
-Los que necesitaba para cobijarme y calentarme.
-Has sembrado muchas cosas.
-Las que preciso para mi alimento.

Al cabo de un buen rato de charla, el anciano formuló una pregunta:
-¿Y has encontrado, por fin, el tesoro que habías venido a buscar?

El hombre paseó su mirada por el nuevo paisaje que se extendía a su alrededor: tierras roturadas, prados, sembrados, corrales, árboles frutales, una casa acogedora, un paisaje suave. Miró luego al anciano y le respondió señalando su obra:

-Por supuesto; sólo tuve que sembrarlo.


Control externo, control interno
Culturalmente se nos ha inculcado la idea de que es en lo externo, en lo ajeno, donde se encuentran las claves de nuestro bienestar, de nuestra felicidad. Siempre hay que buscar algo, en alguna parte fuera de nosotros, para procurar la felicidad: el lugar ideal para vivir, la dieta ideal para adelgazar, la persona ideal para que nos entienda, el trabajo ideal para realizarnos... pero, si bien lo pensamos, todo esto no es más que una alineación, un renunciar a nosotros mismos para ponernos en manos de lo circunstancial porque lo cierto es que no es el escenario el que determina la obra sino la acción del personaje. La felicidad no depende de que nos toque la lotería sino de lo que nosotros hagamos, día a día, en medio de nuestras circunstancias; nuestra relación de pareja no depende tanto de que la otra persona nos entienda sino de que nosotros nos esforcemos por entenderla a ella, etc... Entonces, la clave del control no está en lo externo, sino en nuestro propio interior. No se trata de salir en busca de tesoros ocultos sino en aprender a encontrar la riqueza que llevamos dentro de nosotros mismos.

El “¿inevitable?” estrés postvacacional
A la vuelta de las vacaciones, los medios de comunicación se encargan, un año más, de recordarnos que iniciamos una etapa con alto riesgo de estrés. ¿Es esto cierto? ¿Es inevitable el estrés postvacacional? La verdad es que, para mucha gente, el período vacacional supone un grado de estrés mucho más alto que el resto del año: muchas amas de casa han visto multiplicadas sus labores durante los días de vacaciones, los niños se aburren lejos de sus amigos y fuera de la rutina del colegio… entonces, ¿quiénes tienen más propensión a sufrir el famoso síndrome postvacacional?
Evidentemente, quienes sufren de “alienación”: aquellos que no se sienten protagonistas de su vida sino comparsas de las circunstancias; los que en vez de controlar, son controlados, los que esperan a que vengan “tiempos mejores” en lugar de empezar a sembrar para luchar por mejores cosechas.
En definitiva, algunas sugerencias concretas para librarnos del estrés postvacacional, podrían ser:
- Tener claros los objetivos de nuestro trabajo.
- Adquirir la idea de que, aunque trabajemos por cuenta ajena, en realidad somos nuestra propia empresa: “YO, S.L.” que prestamos nuestros servicios a quien nos ha contratado.
- No trabajar meramente para “cumplir”; empeñarse en que cada tarea, cada gestión que hagamos, sea digna de llevar nuestra propia firma, sirva de testimonio de quien somos.
- Establecer tiempos de disfrute, de “cargar pilas”: fomentar la práctica de aficiones, los pequeños viajes, el encuentro con amigos…
- Marcarse objetivos de mejora: en el ámbito profesional o personal (actividades de reciclaje y promoción, aprendizaje de nuevas habilidades: idiomas, informática, baile…)
En definitiva, no se trata de “pasar por la vida” sin pena ni gloria sino de formar parte activa de esa vida única que nos ha tocado vivir.

Niños: Fomentar hábitos de alimentación equilibrada
La vuelta al colegio está planteando nuevos retos que, hasta ahora, se habían pasado por alto sin concederles mayor importancia. Pero lo cierto es que nuestros vecinos franceses y lusos, ante el alarmante incremento de la obesidad infantil, han empezado a tomarse muy en serio las cuestiones alimentarias: los galos están implicados en plena campaña de mentalización para el consumo de agua en lugar de las bebidas endulzadas y carbonatadas de consumo masivo y los lusos se están planteando erradicar los “chuches” de los centros de enseñanza.
Lo cierto es que la educación en alimentación es un tema no sólo de salud física sino que toca asimismo cuestiones de alienación o autocontrol ya que, en el estilo de alimentarse entran en juego cuestiones como: señalarse objetivos racionales y a largo plazo, sustituir el dominio de lo impulsivo por el criterio de lo conveniente, marcarse límites…
Desde luego, el mejor lugar para inculcar hábitos en los pequeños es la propia familia y el mejor sistema para hacerlo, es revisar nuestros propios hábitos. En relación a la alimentación, recordaremos que una dieta equilibrada debe incluir cada día las siguientes raciones:
5 raciones de farináceos (cereales, legumbres, patatas): pan, pasta, arroz, etc…
3 raciones de verdura (cocinada y cruda): acelgas, espinacas, lechuga…
2 raciones de fruta
2 raciones de proteínas (carne, pescado, huevos)
2-3 raciones de lácteos (leche, yogur, queso)
3-6 raciones de grasa (1 ración = 1 cucharada pequeña de aceite)

BIBLIOTERAPIA
Título: “El curioso incidente del perro a media noche”. Autor: Mark Haddon. Editorial: Salamandra, Barcelona, 2005 (9ª edición)
Composición: Novela desde el punto de vista de un chico autista. Se plantea cuestiones muy profundas y muy elementales sin el prejuicio de unos determinantes culturales.
Indicaciones: Estados de prejuicio frente a los “diferentes” y de fanatismo ideológico. Favorece la reflexión personal y la búsqueda de las propias razones. En estados de “alienación” puede favorecer la autorresponsabilización.
Efectos secundarios: Posible choque con alguno de los prejuicios personales más arraigados. No se trata de tirar abajo la propia ideología sino de asegurarse de que uno es capaz de dar respuestas propias a los cuestionamientos vitales; para eso, no hay que tener miedo de formularse algunas preguntas muy claras.

Propuestas de acción
Romper con el victimismo: siempre estamos tomando una decisión, incluso cuando “decidimos no decidir”. Se trata de que nos hagamos más conscientes de nuestras decisiones y renuncias con el fin de ir encaminando nuestro vivir en la dirección que decidamos. Podemos llevar un registro diario a doble columna en el que anotaremos: Decisiones/Renuncias y, al final, formular el plan del día siguiente.

Frase de oro
…Y por eso a mí me gustan los horarios, porque son la garantía de que no te vas a perder en el tiempo (Christopher, protagonista de "El curioso incidente del perro a medianoche").
Álvarez, Ramiro J.
Álvarez, Ramiro J.


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