Arte o ciencia de Gobernar

Las mayorías absolutas en Las Cortes de España, nunca le han sentado bien a este país y su ciudadanía. Esta frase se la escuché a un politólogo en la agitada noche del recuento electoral 20-D. Parece que a nuestros dirigentes y representantes de la soberanía popular se les ha olvidado conjugar correctamente el verbo acordar. Nada que ver con imponer. Ni siquiera con pactar. Acordar es dialogar para arribar al puerto del encuentro, amarrando el barco de la política en el muelle de las necesidades o demandas sociales.

¿Somos tan diferentes en este país al resto de Europa?. Quizá una de las grandes hazañas de Adolfo Suarez estuvo en que encontró el camino de los acuerdos, algunos impensables, teniendo en cuenta las viejas heridas o los temibles fantasmas de una larga dictadura. Y sin embargo logró un gran acuerdo Constitucional.

En Euskadi, sólo empezamos a cambiar el panorama frente al terrorismo, cuando construimos el Acuerdo de Ajuria Enea. El objetivo normalizar y pacificar la sociedad vasca. Y lo logramos.
Queríamos una regeneración en la vida pública, pero necesitábamos la incorporación de nuevos ciudadanos, procedentes de la sociedad civil, sin mochilas de bastardos intereses que son la simiente de la subcultura de la corrupción. Ya los tenemos ahí. Podemos y Ciudadanos aportan savia nueva, gentes con sus curriculos universitarios, con conocimiento de los idiomas oficiales de la UE, con sus experiencias viajeras por todo el mundo. Nada que ver con una clase política que hizo su historial de méritos en las juventudes de los viejos partidos, aprendiendo las mañas de las fontanerías y como acercarse al poder a cualquier precio, para luego vivir eternamente de la política, muy por encima de lo que corresponde a su bagaje meritorio social.

Queríamos que Galicia tuviera voz propia en Las Cortes. Por vez primera, habrá un Grupo Parlamentario-Mareas- qué pensará en gallego y podrá defender la singularidad de Galicia, recordando al poder, la deuda histórica contraída con nuestro pueblo.

Queríamos una nueva izquierda, para ser vigía de los derechos sociales de las clases populares, para frenar al mercado que todo lo compra y vende, para colocar los límites de la dignidad ciudadana que son incompatibles con un sistema que arroja a la pobreza a tantos seres humanos.

Queríamos un centro político y social, dónde pudieran verse reflejados aquellos que son de derechas pero más allá de la imposición de su orden que es tanto como defender a los poderosos y exprimir a la gente corriente. Ya lo tenemos, en ese nuevo partido inspirado en la Europa liberal, compatible con la justicia y la libertad. Ciudadanos pondrá de manifiesto los vicios del PP y sus tendencias inquisitoriales, que son la causa de lo cómodos que allí están los de la extrema derecha que en Francia se llama Frente Nacional.

Por fin, hubo una campaña en la que, los aspirantes tuvieron que debatir y mostrar su lenguaje corporal más allá de ruedas de prensa o discursos para los fieles durante ese circo mediático que montan dos semanas cada cuatro años, dónde el miedo al cambio suele ser la oferta del que está instalado en el poder.

Así que esta vez hubo de todo como en botica. Por eso se ha fragmentado el arco parlamentario. Por eso los viejos y caducos partidos políticos no deciden el futuro. Por eso tenemos la oportunidad de comenzar un tiempo para regenerar la vida pública, reformar el marco legal y disponer de otros personajes en el teatro de la política.

¿Que España se ha vuelto ingobernable?. Es el primer síntoma de la incapacidad de los viejos instalados en el siglo XX. No saben navegar en aguas turbulentas. Tendrán que dejarle el gobierno del país a quienes muestren capacidad para emprender arte o ciencia de reunir acuerdos en torno a proyectos nuevos al servicio de los ciudadanos del siglo XXI.