Burbuja secesionista

Si alguno de Vds., queridos lectores, tiene la oportunidad de visitar el monasterio cisterciense de Poblet, en la provincia de Tarragona, podrá comprobar como en el interior de su basílica, a ambos lados del altar mayor, se encuentra el panteón real de los monarcas de Aragón, erigido en este lugar por expreso deseo de Pedro IV el Ceremonioso, en cuyo interior duermen el sueño eterno varias generaciones de monarcas de aquellos reinos, señores también del condado de Cataluña, entre los cuales se encuentran Juan II y su esposa Juana Enríquez, padres del que sería el futuro rey Fernando el Católico, personaje clave en la construcción de la España que hoy conocemos. La presencia y la belleza del túmulo son un privilegiado testimonio histórico que invita a una serena reflexión, especialmente en estos tiempos, tan propensos a la manipulación y a la perversión intelectual de los acontecimientos históricos.

He querido comenzar mi reflexión con esta pequeña introducción para intentar dibujar el marco en el que se desarrolla la pretendida secesión de Cataluña propuesta por el presidente Mas y sus socios de coalición, alegando unos supuestos derechos históricos que asisten a esa comunidad y que difícilmente pueden ser percibidos por cualquier observador que, independiente y ajeno a la contienda política y electoral, pretenda mantener un mínimo rigor intelectual con lo que es la historia de Cataluña y de la propia España durante el último milenio.

No parece, por tanto, que existan razones históricas objetivas que den credibilidad a tales pretensiones secesionistas, sino que parece más bien tratarse de una clara huída hacia delante de un colectivo político, el nacionalista, que incapaz de poner remedio y de justificar ante sus conciudadanos los desmanes administrativos cometidos durante el desarrollo de su dilatada gestión política, han optado por utilizar el arma arrojadiza del separatismo, aplicando el peligroso principio del “sostenella e no enmendalla”, como un instrumento de defensa personal y no como un anhelo del conjunto del pueblo catalán. El “Molt honorable” ya lo dijo durante su comparecencia en el Parlament: “si se toca una rama del árbol caerá la rama y los nidos que hay en ella y después acabarán por caer todas las demás ramas”. Pujol se refería así al entramado árbol de CiU, un árbol autonómico-separatista que, mientras promete a los ciudadanos frutos de identidad nacional, justicia, libertad y bienestar económico, hunde sus raíces en las más profundas cloacas de la corrupción, el nepotismo, el latrocinio institucionalizado y el sectarismo más excluyente, savia de la que, sin duda, se alimentaría el hipotético futuro estado catalán.

Las consecuencias de todo tipo, ya sean políticas, económicas, culturales y hasta deportivas que desacreditan el proyecto son tan aplastantes y la sinrazón de la propia pretensión nacionalista tan evidente, que la situación que estamos viviendo sería impensable en cualquier estado ubicado al norte de los Pirineos pero, como por todos es sabido, Spain is diferent y, como decía Machado: en España, de cada diez cabezas, una se utiliza para pensar y las nueve restantes para embestir, por lo que cualquier cosa, por disparatada que parezca, puede ser posible. De ahí que, de cara al próximo domingo, nos encomendemos a que los votantes catalanes se comporten como el niño de aquel clásico que, después de oír tantas alabanzas sobre el traje, únicamente visible para los inteligentes, que vestía el rey, proclamó en plena calle, libre de todo prejuicio: el rey está desnudo, abriendo así los ojos al resto de sus conciudadanos y en esa importante convocatoria electoral opten por la cordura y la sensatez y decidan pinchar definitivamente la peligrosa burbuja secesionista.