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Espeleísmo, deporte extremo

viernes, 10 de abril de 2015
Deporte extremo es aquel que puede costarle la vida a quien lo practica. Nadar entre cocodrilos o entre tiburones es un deporte extremo, y el espeleísmo, que es bajar a grutas de entrada y salida peligrosas, es otro.

Acaban de morir dos espeleístas españoles aislados, lejos de todo y de todos, en una sima estrecha y profunda en una zona aislada y hostil al sur de la cordillera del Atlas, en Marruecos.

Los espeleístas son deportistas, montañeros que en lugar de subir a las cumbres, bajan a los abismos. Erróneamente les llaman espeleólogos, que son científicos que buscan en grutas lo que sea digno de investigación.

Los tres españoles formaban parte de esa aventura solitaria atados entre sí en su cordada cuando sufrieron el accidente el pasado día 1.

El primer fallecido Gustavo Virués, abogado gaditano de 41 años, había quedado colgado de la cuerda y agonizó dos días, y el segundo, el inspector de policía sevillano, de 41 años también, José Antonio Martínez, sobrevivió herido casi seis días, hasta este fin de semana.

El tercer espeleísta, Juan Bolívar, policía nacional madrileño destinado en Granada, de 27 años, resistió vivo y sin heridas hasta su evacuación, igualmente este fin de semana.

La viuda de Martínez, dominada por el dolor, acusó a “Marruecos y España de haber matado” a su marido y a Virués por no haber hecho lo suficiente para rescatarlos cuando se tuvo noticia del accidente.

La mayoría de los medios informativos españoles apoyaron esa inculpación que suena a supremacismo soberbio de nuevo rico.

Porque los deportes de riesgo son así, y Marruecos es un país con pocos medios que no facilita la entrada de rescatadores de otras nacionalidades por su propia autoestima y orgullo nacional, sentimiento muy común en las naciones pobres frente a las más poderosas.

Y que además consideró, y ese es el sentimiento más lógico, que los espeleístas habían actuado con gran imprudencia al aventurarse en solitario en un lugar tan peligroso atados en una cordada que afectaba a los tres, sin apoyo de otro equipo por si ocurría un accidente.

Estos tres hombres, dicen los marroquíes, expusieron sus vidas sin ayuda exterior como quienes nadan en el océano entre tiburones o en una charca plagada de cocodrilos, y uno cree, al margen de sentir esas dos muertes, que tienen razón.
Molares do Val, Manuel
Molares do Val, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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