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Malos tiempos para la lírica madridista

lunes, 06 de marzo de 2006
Hoy en día el fútbol se considera como un entretenimiento globalizado. Sin embargo, hasta la década de los ochenta era casi exclusivamente un deporte que disfrutaba de gran seguimiento y trascendencia social, a pesar de desarrollarse en un espacio físico limitado: el estadio.

Hasta esa época, podemos decir que el fútbol era como un circo. La gente iba al campo a ver un partido, su partido, que era todo un acontecimiento local. Pero después llegó la explosión televisiva, el fenómeno mediático, de donde nació el gran negocio del fútbol. Ante esta perspectiva, los gestores de los equipos -hasta ese momento no profesionales- se plantearon un modelo de negocio en el cual los ingresos eran limitados (taquillas, abonos, socios, derechos de televisión, venta de jugadores…) y se acotaban en el tiempo (unas cuarenta jornadas por temporada como término medio).

Sin embargo, fue a principios de los noventa cuando los clubes ingleses empezaron a darse cuenta de que podían llegar a ser grandes marcas comerciales y de que su ámbito de actuación no era ya el mercado local, sino el mundial, lo que dio en llamarse después la sociedad globalizada. En este nuevo modelo de fútbol, la reciente noticia de la dimisión de Florentino Pérez como presidente del Real Madrid –el equipo que genera los mayores ingresos del mundo– puede interpretarse de muchas maneras: desde el fracaso de un proyecto a una espantá en medio del Carnaval que este año se ha perdido Ronaldo; pero ha provocado que, de repente, se rompiese la imagen que muchos tenían de este hombre de negocios de éxito y al que pocos imaginaban en el papel de un capitán que abandona el barco en plena tempestad. Todo pasa, todo queda y Florentino es ya parte de la historia del Real Madrid.

Trasladando esta situación al mundo de la empresa privada convencional –en la que no incluiremos a las sociedades anónimas deportivas por razones obvias– nos encontramos ante una grave crisis de identidad corporativa. Desde hace años se está experimentando un cambio en los patrones empresariales: de una estructura jerarquizada, vertical y sustentada en el criterio de autoridad y en el miedo al jefe, asistimos desde hace algún tiempo a un nuevo modelo de gestión basado en relaciones horizontales donde se considera a las personas como el recurso inteligente de las organizaciones.

Las empresas ya no buscan el perfil del ejecutivo agresivo e individualista, tan de moda hace unas décadas, sino que prefieren al profesional eficaz y capaz de formar equipo; frente a la autoridad se potencia la comunicación. En realidad las empresas no han hecho otra cosa que observar como funcionan otros colectivos que necesariamente deben trabajar en equipo; incluso muchas de ellas han gestionado el cambio tomando el deporte como principal punto de referencia.

Un buen ejemplo de lo que no debe ser lo tenemos en el Real Madrid -suma de grandes futbolistas, pero no gran equipo- y en el descalabro que ha venido sufriendo a lo largo de las últimas temporadas. Al Madrid le sobran individualidades y le falta conciencia de grupo; los comentarios sobre el mal ambiente que reina en el vestuario y las declaraciones por su cuenta y riesgo de algunos galácticos son buena prueba de ello. Conviene permanecer atentos en las próximas semanas a los más que probables cambios que se puedan anunciar en la entidad, una vez que cicatrice la herida abierta por la grave crisis de liderazgo en el proyecto merengue.
Paz, Moncho
Paz, Moncho


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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