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La revolución pendiente

sábado, 04 de octubre de 2014
Aquellos que hayan leído “España, democracia low cost” recordarán uno de sus capítulos en que, bajo el título “la cosanostra partitocrática”, se describía el sistema político mafioso, por aquel entonces todavía oculto y hoy tan evidente, en el que se ha convertido la partitocracia española desde la transición hasta hoy.

Dicha organización mafiosa tuvo su perfecta representación parlamentaria la pasada semana, en Cataluña, con motivo de la comparecencia de don Jordi Pujol, el capo di capos de la autonomía catalana en las últimas décadas, durante la cual el “padrino”, envuelto en la bandera del patriotismo, refugio habitual de los miserables, y demostrando más soberbia que arrepentimiento, se permitió incluso amenazar a toda la Cámara de representación popular con un inquietante “si se cae una rama acabarán cayendo todas las demás….”; probablemente embriagado de prepotencia, en la convicción de saberse que no está solo en este viaje delictivo y de que la inmensa mayoría de los miembros de esa Cámara, colegas al fin y al cabo de don Jordi, comparten con él no sólo sus métodos sino también sus objetivos lucrativos. Y todo ello sin que nadie de ese mal llamado Parlamento procediera, aunque sólo fuera por vergüenza, a su expulsión inmediata del mismo.

Después de lo visto a lo largo de los últimos años, ya nada me sorprende de las actitudes y los hechos de esta casta de inmorales que, desde la más despreciable obscenidad democrática, pretende representarnos pero, en su descomposición ética, me incomoda sobremanera que, en su borrachera cleptocrática, ni tan siquiera se cuiden lo más mínimo en guardar tan siquiera las formas.

Todo ello me lleva a la inevitable conclusión de que la solución al peligroso deterioro que está sufriendo nuestro sistema de convivencia no va a venir como consecuencia de las decisiones políticas tomadas por aquellos que nos gobiernan, por lo que se adivina que en España todavía tenemos pendiente una gran revolución ciudadana, como ocurrió en su día en la Francia absolutista o más recientemente en las primaveras árabes, que deberá ser protagonizada en solitario por la sociedad civil, al margen de los grupos políticos, sindicatos y de las propias instituciones, cuyo objetivo no ha de ser otro que regenerar la vida democrática del país desterrando de las instituciones a todos aquellos que se han mostrado indignos de ocuparlas, y en la que las guillotinas adoptarán la forma de papeleta democrática y el cadalso será una simple urna electoral. De no ser así, la descomposición institucional y el deterioro social se convertirán en compañeros inevitables en nuestra convivencia.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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