El Gijón como lugar de encuentro

Febrero suele ser el mes más frío del invierno, cuando hay más dificultades para atravesar Piedrafita, ese puerto de montaña que separa nuestra Galicia del Bierzo por tierras de León, que no es Castilla.

Febrero aporta muchas razones para visitar la capital del Imperio de los Austrias, aunque primero estuvo en Toledo y luego Felipe II cambió el Tajo por el Manzanares.

Tocándose en los mismos días y en el mismo espacio Ferial del Campo de las Naciones, ARCO y Pasarela Cibeles; citas con las bellas artes y el mundo de otra economía que despega sin límites.

Hoy el turismo no busca sol y suecas; busca medio natural, historia, belleza cultural, buen gusto, buen servicio y mejor diseño.

Curiosamente, los gallegos que nos citamos en Madrid con motivo de ARCO Y Cibeles, acudimos a un café que existe desde 1888, entre la Plaza de Colon y la de la "señá" Cibeles.

Esta vez, en las mesas del viejo Café Gijón, justo bajo la placa que conmemora el último certamen del premio de novela que lleva su nombre, celebramos la tertulia.

Pintores como Quintana Martelo y Guerreiro, llegados desde Santiago y Xove; Modesto Lomba, hijo de gallega de O Grove, presidente de la asociación de diseñadores y modistos de España, uno de los grandes de la alta costura y de la Pasarela Cibeles; Lomarti, escultor, pintor y poeta, con domicilio en Chantada; Miguel Olarte, periodista, responsable de las páginas de cultura y sociedad de El Progreso, nuestro periódico lucense del que soy colaborador en las páginas de A Mariña.

Mezclados con Marta Knorr, meso soprano alavesa, a la que acompañaba su marido y pianista; fotógrafos, periodistas, pintores y poetas, llegados desde Alava. Incluso la televisión de Vitoria que hizo un reportaje del evento y del lugar.

Con el profesor San Cristóbal, responsable de la Cultura del Gobierno Foral de Alava, y ex profesor de bellas Artes en Zaragoza.

El Maitre del Café, mi viejo amigo, estaba encantando y dispuesto a oficiar como maestro de la ceremonia que tenía mucho de mistura cultural y reunión de bohemios.

En el lugar mágico del Café Gijón hablábamos de la invasión de ARCO por parte de los fotógrafos, con sus manipulaciones técnicas, apropiándose, gracias a las galerías, del espacio de las artes plásticas.

Pero, más fuerte y más profunda fue la discusión sobre la presencia de la moda en los museos y centros culturales, sobre todo a raíz de la exposición Armani en Bilbao.

Sin duda, los temas y los personajes dieron todo el juego requerido para una tertulia digna de la historia del local.

Los acentos: vasco, castellanos y gallego, se entrecruzaban; incluso se produjo un momento espectacular, cuando Guerreiro sacó de su alma mariñana nuestro idioma gallego para debatir con Lomba, y este, de forma inconsciente, le contestó en gallego, lengua en la que hablaba con su madre, y a la que está acostumbrado en sus vacaciones veraniegas en O Grove.

El viejo café estaba siendo el punto de encuentro entre comunidades a las que reúne la sensibilidad por lo bello.

A las pocas horas, en la Pasarela Cibeles, volvíamos a notar, entre la glamour de las modelos, las cámaras de televisión y las fotos, el acento de nuestra tierra, que partiendo de la romántica historia de los talleres rurales de costura, se ha encaramado al más alto del mundo de la moda, en plena "pelea" entre Madrid y Barcelona, por el asiento de un centro superior de moda para el que el Gobierno de España tiene más de ocho mil millones de pesetas.

Primero fue Fitur, luego ARCO, después la pasarela Cibeles; en todos estos escaparates, he sentido el orgullo de pertenecer por nacimiento y vocación a una Comunidad que trabaja con humildad pero que avanza imparablemente hacia la vanguardia del sector terciario de la economía.

Y desde luego, recordando aquella película basada en la novela de Cela, el café Gijón, sigue siendo el mejor lugar para darse cita en la capital del Kilómetro cero.