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Eufemismos

lunes, 18 de agosto de 2014
Cuando yo era muy pequeña, a fines de los cincuenta, morían muchos niños y niñas debido a algunas enfermedades como la poliomielitis (¡Gracias doctores Sabin y Salk por librarnos de ella!). Me parecía un ensañamiento insoportable y le pregunté a mi madre la razón de tanto infanticidio. Preocupada por mi zozobra, mi madre me dijo: “se van al cielo”. Años estuve imaginando ese cielo de infantes tullidos y, como no conseguía hacerme a la idea (tozuda que es una), volví a freírla a preguntas hasta que pronunció una palabra que no olvido (mientras colocaba en mi mano el Larousse de bolsillo). Aquella palabra era eufemismo.

Desde entonces, me he ocupado de desenmascararla. ¡Qué vamos a hacerle, cada una tiene sus manías…! Y descubrí que hay eufemismos dulces (aunque mentirosos) como el de viajar por el firmamento dentro de una cajita blanca de madera, pero hay otros absolutamente detestables. Para muestra algunos botones:
Llamamos Centro de Acogida a un lugar que no tiene nada de acogedor y cuyo fin no es acogerte, ni recibirte, ni permitirte entrar, sino todo lo contrario. A los pocos y pocas que allí llegan, tras arriesgar sus vidas desafiando los más grandes peligros, les espera una patada en el culo y una ineludible vuelta a la casilla de salida.
Da igual que, al aterrizar, el hambre o las batallas tribales (instigadas casi siempre por intereses económicos supranacionales) le envíen a ese cielo de mi infancia, sin la cajita de madera correspondiente.

Decimos que hay una guerra entre Israel y Palestina… No necesito recurrir a mi viejo y gastado Larousse, ni al María Moliner, ni al escueto diccionario de la RAE, para saber que esa no es una guerra (por cierto, palabra que, no por nada, viene del germano) sino un exterminio, un genocidio planificado y consentido (ya sabemos por quiénes).

Nos cuentan, los depredadores de toda laya, que cualquier guerra (aceptamos pulpo como animal de compañía) conlleva unos daños colaterales o secundarios (¡Anda, como los medicamentos…, a ver si la guerra va a ser un remedio!), cuando en realidad esos efectos (programados al milímetro) consisten en derribar refugios de civiles (cuyos planos poseen), escuelas de las Naciones Unidas, mezquitas, o la casa del vecino del vecino del pariente lejano de otro vecino, que, en una de esas, resulta que quizás, quién sabe, podría ser, fuese un terrorista consumado (con una familia de consumados terroristas, algunos incluso recién nacidos).

Ya los nazis pronunciaron “gloriosos” eufemismos como “Solución final”, que entendemos hoy todas-todos como aniquilación efectiva y física de judíos, gitanos, comunistas, anarquistas, homosexuales, republicanos españoles, y todos aquellos que les torcían la mirada.
Tercermundo es un gran eufemismo. Desde luego porque sabemos de sobra que existe un solo mundo (aunque muchos y dispares convivan en éste) y porque, de los otros dos, uno de ellos va dando incesantes tumbos por un despeñadero. De hecho, me provoca gracia y tristeza al mismo tiempo el que algunas personas quieran referirse a atrasos en nuestra “tan elevada civilización europea” catalogándolos como tercermundistas.

Hay también eufemismos irónicos como el de llamar en el Uruguay “Cantegriles” a los poblados de chabolas. Cantegril Country Club es un exclusivo reducto de hiper mega ricos en Punta del Este, por ejemplo.

Los golpes cívico militares, en América Latina, han sido rebautizados por sus autores y acólitos como revoluciones. Creo que es un lamentable eufemismo, aunque todo cambiara para muy mal, desastrosamente mal, insoportablemente mal, tras el paso marcial de sus borceguíes.

Os recuerdo algunos eufemismos: bajarse al moro (ir a por hachís), descansar en paz (palmarla, guiñar, morir), hacer el amor (follar), buscarse la vida (hacer lo que sea por la supervivencia), economía sumergida (trabajar sin ninguna protección legal), falso positivo (¡Uy, la cagamos!), interrogatorio físico (tortura pura y dura), etcétera.

El ámbito de lo políticamente correcto nos regaló joyitas como afroamericano/a o subsahariano/a por negro/a, como si el menosprecio estuviera en la palabra, y no en la forma en la que generalmente se ha tratado y se trata a las personas negras (y no de color, porque, que yo sepa, los demás grupos étnicos no somos transparentes); personas con capacidades diferentes, dicho, claro está, con la mejor intención, y muchas más…

La vida, en fin, está llena de eufemismos.

Hablan (ministras de turno), sin ir más lejos de la “movilidad exterior” de la juventud. Algo así como si una marabunta de chicas y chicos, con sus conocimientos y diplomas en la mochila, se largaran a los destinos más impensados, a la ventura, porque no encuentran nada mejor que hacer en la vida. No sé vosotros, yo lo llamaría huída desesperada de un país sin horizonte a la vista (y ya no sería un eufemismo sino una metáfora).

Os invito a buscar vuestro eufemismo preferido y aquel que menos os guste. Mi propuesta en positivo es justicia poética, porque otra parece que en muchos casos no vamos a alcanzar, y en lo negativo luna de miel. Para muchas mujeres es el comienzo de una pesadilla que acaba, de un modo u otro, con sus vidas. Hoy hemos perdido a otra mujer (de sólo 38 años) asesinada por su marido y una nueva víctima se debate en un hospital de Vigo entre la vida y la muerte. Lo diré sin eufemismos: basta ya de asesinar mujeres y empecemos a llamar de una vez a las cosas por su nombre. “No murió a manos de”: fue asesinada por su marido, pareja, expareja, o lo que sea el monstruo con el que convivía.
Darriba, Luz
Darriba, Luz


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