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Fundamentos y accesorios

martes, 17 de septiembre de 2002
Por mucho que algunos se empeñen en ocultarlo, disimularlo o justificarlo, el país vasco tiene mala imagen, produce malas noticias y es sinónimo de terrorismo.

Pero llega el verano, el turismo de una comunidad a otra, de vascos que se echan a las carreteras y descubren otros lugares de la Península Ibérica para descansar y disfrutar de las vacaciones.

Y llegan a Galicia, dónde viven gallegos de aquellos que viven en Pasajes, Bermeo, Vitoria, Llodio, Margen Izquierda de la Ría del Nervión, que son Guardias Civiles o Policías Nacionales, marineros o trabajadores de la industria.

Los hay callados, respetuosos, silentes y que les gusta pasar desapercibidos. Pero los hay que se hacen notar, hablan a gritos, cantan, hablan en Euskera para que se les diferencie del paisanaje habitual, incluso llevan camisetas con frases propias del ambiente vasco en contencioso con lo “estatal”.

Les gusta comer bien y beber mejor. Les gusta presumir de vascos. Les gusta que se note que son gente influyente, con las ideas claras, con soluciones para casi todo.

Pues me temo que las cosas están cambiando y que a partir de pronto, tendrán que demostrar que es buena gente, que es lo mismo que dejar claro por activa y por pasiva que no comparten las razones de los que están en guerra con España.

Me temo que en más de una fiesta les van a llamar la atención por esa camiseta en recuerdo de los presos, o reivindicando la autodeterminación para Euskadi.

Y es que tras doce años viviendo en libertad vigilada por la escolta, no creo que pueda ir a una fiesta en la costa del país vasco, con una camiseta con algún signo español como los colores nacionales que otros ciudadanos de Europa suelen llevar con orgullo y normalidad.

En las provincias vascas se vive bien, y todo el mundo coincide cuando las visitan, con esa frase. ¿Pero si tenéis de todo, de que os quejáis?.

El Lehendakari presume de país bien dotado, con una economía a prueba de crisis y una industria que sigue necesitando al resto de España para repartir pingües beneficios entre los accionistas de la empresa.

Discutir de modelo sanitario, de equipamientos para la tercera edad, reivindicar mejores instalaciones deportivas, definir lo que es conservador o progresista en materia de los derechos sociales de los ciudadanos, es una antigualla o simplemente no tiene interés. Es absolutamente accesorio.

Pero las cosas cambian si se produce una discusión sobre los derechos del pueblo vasco. Nuestros interlocutores, hasta ese momento amables y dicharacheros, se vuelven unos energúmenos y comienzan a gritar compulsivamente; algo así como el paranoico cuando entra en el núcleo del delirio.

Antes, hace años, solían contar historias terribles de la persecución de la Guardia Civil, solo semejante a las historias de quinquis; con ello justificaban que ETA actuara para impartir justicia social.

Hoy, entre que los policías son vascos y creados durante la democracia a golpe de Estatuto de Autonomía, les resulta mucho más difícil recurrir a las viejas autocomplacencias.

Hoy, les basta con dejar claro y alto, que son un pueblo irreductible, con derechos llegados del cielo y enseñados en las Ikastolas.

A partir de ahí, nos enteramos de lo que constituye cuestión fundamental. La lucha armada para recuperar la libertad de Euskal Herría.

Así los que no dialogan, los que no atienden las llamadas, soflamas y notas de prensa, tras alguna que otra serie de asesinatos, de la vanguardia nacionalista constituida por los gudaris de ETA; son los únicos culpables de que no se arreglen las cosas y siga la guerra sucia, en la que hay dos bandos: Los que matan y los que mueren.

Lo que pasa es que todos tenemos muchos trienios de verdad a golpe de atentados, muchas amistades que han tenido que salir corriendo de ese país de contrastes entre el poderío económico y la miseria en torno a los derechos humanos.

Lo que pasa es que hay mucha gente que ya no se cree que sean una minoría los vascos bárbaros y cómplices de los que matan, amenazan, atemorizan o hacen la Kale Borroka en la impunidad.

A lo peor en más de un pueblo de Galicia, se les invita a volver a su Euskadi y quedarse allí hasta que demuestren con hechos que son gente de paz.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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