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¿Qué le pasa a la Iglesia?

jueves, 24 de abril de 2014
Vaya por delante que no le deseo ningún mal y que me considero un cristiano del último banco en cuanto a mi compromiso con lo que requiere se un buen discípulo de Cristo. Reconozco en el amor el mejor legado que recibió el hombre del Maestro- y eso me resulta suficiente, aunque en otros temas resulte agnóstico-.No trato pues, de despreciar en absoluto creencias de mis semejantes, ni tampoco quiero formar parte de esa serie de individuos que son acusados de atacar a la Iglesia cada vez, que ponen en solfa, por ejemplo, las ideas de Rouco Varela. Las críticas no sólo no son ataques, sino muchas veces aportaciones para el correcto funcionamiento.

Mis opiniones tratan de ser una crítica sincera y ya sé aquello del Quijote.

Ahora bien, partiendo de esta base, me preocupa la dinámica y por qué no decirlo, el declive de la Iglesia. Se me responderá que lleva más de veinte siglos, pero ese orgullo ni es bueno como tal, ni garantiza un futuro. Toda labor humana está sometida a los avatares de la Historia.

Vayamos al grano. Esta Semana Santa observé como una importante parte de la juventud se dedicaba al botellón, ajena por completo a todo lo que supusiese religión. También veo en nuestras vidas el paulatino desapego de la chavalería a ser bautizados-decisión de los padres- la comunión, la catequesis y el matrimonio. Hoy se vive muy ajeno y con tal displicencia al fenómeno religioso y éste produce en nuestros jóvenes repelús, sarcasmo o, al menos aparente, antigualla, cosa de abuelos y carcas.

Los que hemos dedicado a la formación integral de la juventud nuestra vida, sabemos que también es necesaria la formación espiritual del alumno y aquí es cuando ya empiezan los problemas sociales. En un estado laico no puede primar una religión, por muy mayoritaria que sea, sobre otra; ni tampoco ha de ser la escuela, como laica que debiera ser, lugar para la formación religiosa. La religión pertenece a la vida privada de las personas y, como tal, corresponde a las familias su formación. Tratar de mantener privilegios sean estos religiosos, sociales y económicos-el patrimonio de una Iglesia que sirve par desahuciar a menesterosos mientras Hacienda todavía entrega una parte de sus ingresos a la Iglesia y un sinfín de etcéteras- amén de escandaloso, conlleva rechazo y consecuente oposición. Y, sobre todo, nos hace preguntarnos que tendrá que ver eso con las enseñanzas de Cristo. Ya a nadie se le oculta aquí el enorme poder que detentan la Iglesia y sus instituciones afines y que en nada recuerdan la pobreza, sencillez y humildad evangélica. Y negarse a ver esa realidad, es confundir churras con merinas.

Los de mi generación hemos visto colegios de monjas con puertas distintas para ricos y pobres; posturas políticas de miembros de la Iglesia escoradas a la derecha, cuando no extrema- aquí recuerdo como una monja iba a ver a Carmen, la mujer de Tejero, que trabajaba conmigo, para llevarle recortes de prensa alabando sus “hazañas”. Son cosas que he vivido yo-.Vemos como la misa se ha convertido en una rutina, que apena habla de la realidad que vivimos, y como las filas de la comunión resultan francamente escandalosas, con las consiguiente excepciones. Así uno dimite, se aleja…y pasan los domingos sin guardar la fiesta.

Sin duda, hay una Iglesia ejemplar en las misiones, en el trabajo diario de los sacerdotes, en la vida de caridad de las monjas del Asilo, por ejemplo. En muchos cristianos que acompañan a desvalidos, colaboran con Cáritas…Negar eso, además de injusto, sería de ciegos a la realidad.

Entiéndase bien. La Iglesia es una cosa y otra muy distinta su instrumentalización. La Virgen no necesita ninguna medalla de ningún meapilas tan cruel con las concertinas. Ni tantas coronas ni tantas flores cuando nuestras calles están tan abarrotadas de mendigos; ni leyes tan condenatoria con las que abortan en España y tan permisivas con las que abortan en Londres. Va siendo hora que lleguen los papas Franciscos que abracen a los gays, lesbianas y otros marginados. Ya le llega con que haya, por desgracia, las dos Españas de Machado. La Iglesia es una: la que fundó Cristo. Y todo lo demás, manipulación, cuento, que no se creen los jóvenes, y otras mandangas de vividores y oportunistas.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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