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Semana de Pasión

lunes, 21 de abril de 2014
Acabamos de concluir una nueva Semana Santa y, como cada año, todos los pueblos y ciudades de España han sido convocados en sus calles y plazas para mostrar su fervor religioso y, de paso, representar esta gran sinfonía mística, compuesta por un sin fin de disonantes pentagramas laicos entrelazados. Nazarenos y Dolorosas, judíos y romanos, se han paseado, entre sotanas y capirotes, por los rincones más apartados de nuestra geografía, todos ellos escoltados, a toque de trompeta y redoble de tambor, por una miscelánea fauna de personajes variopintos mostrando, su fervor religioso unos, sus mejores galas y sus ambiciones políticas otros.

Camuflados entre los rituales procesionarios, alcaldes y candidatos se han mostrado comedidos y virtuosos en interminables y repetitivas comitivas, con el único fin de intentar arañar unas migajas de efímera popularidad. Dignos representantes ciudadanos unos, indignos “caciques de proximidad” otros; todos paseando sus vergüenzas y sus miserias, ocultas bajo un falso disfraz de sosegada virtud de servicio público, atravesando, en silencio, su particular vía crucis político.

Semana Santa en España, de devoción para unos, de enriquecimiento cultural para otros, de jolgorio y parranda para la gran mayoría, de exhibición para todos. De interminables comitivas religiosas y de efímeras manifestaciones ciudadanas. Signo distintivo y característico de esta España deprimente y deprimida, pretenciosamente laica aunque visceralmente católica, que late a ritmo de sacristía y de procesión, de superstición y de fe.

Apagados los cirios y acallados tambores y saetas, despertamos en nuestra rutina diaria, deprimente y mísera; la de los problemas insolubles, de la precariedad ciudadana y de la corrupción política, la de la demagogia estéril, de las colas del paro, de los comedores sociales, etc. y eso, la cruda realidad, es la que mejor nos muestra las miserias que definen la verdadera “marca España” y esto, para nuestra desgracia, no podrá olvidarse tan sólo con unas cuantas dosis coloristas de charanga y pandereta.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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