Pelotas de goma

Admiro y respeto a la Guardia Civil, pero no así a su Director General.
Para mandar un cuerpo como la Benemérita, con tantos miles de efectivos a sus órdenes, se necesita estar ampliamente preparado, y no limitarse a ser amigo del presidente del Gobierno. Produce perplejidad que la cúpula del Instituto Armado prohíba utilizar pelotas de goma para evitar la entrada irregular de inmigrantes en Ceuta y Melilla, obviando el hecho que permitir hacerlo constituía un firme atentado a los más elementales derechos humanos.

Se trata de personas que anhelan llegar a Europa en busca de una vida mejor, y que no tienen culpa alguna de haber nacido en un lugar dejado de la mano de Dios y de los hombres. Se juegan la vida en travesías que en demasiadas ocasiones resultan mortales, y a quien hay que darles un recibimiento lo más humanitario posible. Y en todo caso, si por las razones que fuesen se debiera impedir su acceso a las costas españolas, siempre habrá métodos menos drásticos que ensañarse a pelotazos de goma contra ellos. Lo acontecido el pasado 6 de febrero en la playa ceutí de El Tarajal no es de recibo, y como español me embargó una inmensa tristeza y vergüenza.

No tengo ninguna duda que los guardias que efectuaron los disparos se estarían preguntado el por qué de semejante barbarie.