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Los Agresores

miércoles, 19 de marzo de 2014
No tienen un rasgo físico o un comportamiento especial que los identifique y tampoco son enfermos mentales, suelen ser personas de valores tradicionales y primitivos para los que todo lo masculino –fuerza, poder, éxito, competitividad…- está por encima de aquellos otros sentimientos que se le achacan a lo femenino: sensibilidad, docilidad, entrega, dedicación… producto de una educación errónea dentro de la familia.

A los hombres se les transmitía la idea de que ser varón es importante, y una forma de demostrarlo es ejercer su poder en la familia, en su pareja y en su trabajo.

El niño aprende a agredir como una forma de defender sus derechos o solucionar sus conflictos. Este mismo afán de poder, de dominio, es uno de los principales motivos de los violadores para agredir a las mujeres o niñas/os.

Los malos tratos también los pueden sufrir los mayores a manos de sus hijos o de otros parientes. Las prostitutas sufren a menudo la violencia de sus clientes o proxenetas y las épocas bélicas traen consigo formas de violencia especialmente cruentas, sobre todo dirigidas a las mujeres (torturas, violaciones, persecución…) a pesar de que desde 1995, fecha en que se celebró la IV Conferencia Mundial de Pekín, se consideró como crímenes de guerra las violaciones que se producen en estos conflictos armados.

Las mayores agresiones se comenten en el seno del hogar, la llamada violencia doméstica, que se da tras los muros impenetrables del hogar, sobre el cónyuge o sobre aquellos miembros de la familia que forman parte del mismo núcleo sexual de convivencia, ejerciendo violencia física, sexual o psicológica. La violencia sexual atenta contra la libertad sexual de la persona, lesionando su dignidad; la violencia psicológica se ejerce a través de conductas que producen desvalorización y sufrimiento, porque consiguen controlar a la víctima humillándola tanto en público como en privado, descalificándola o ridiculizándola y aislándola socialmente hasta de su propia familia. Los malos tratos psicológicos han sido comparados a los de los secuestrados y prisioneros de guerra.

El maltrato físico es el de la fuerza corrupta contra el cuerpo de otra persona, llegando como sabemos hasta la misma muerte, y existe también la violencia en el trabajo. En este último caso, los agresores actúan en el lugar de trabajo y se produce casi siempre por parte de superiores jerárquicos y, en la mayoría de los casos, cuando los puestos de trabajo no están consolidados, de forma que se crea un ambiente laboral intimidatorio, hostil y humillante para la víctima.
La cifra de mujeres muertas en lo que va de año, en el momento en que escribo estas líneas asciende a 10 pero, desgraciadamente, una vez publicado puede que sea mayor, demuestra que la violencia sigue muy arraigada en un amplio sector de nuestra sociedad y que el número de víctimas mortales no se reduce pese a las medidas legales, judiciales y policiales.
Iglesias Osorio, Pilar
Iglesias Osorio, Pilar


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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