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Alabama Monroe

lunes, 03 de marzo de 2014
Alabama Monroe Música bluegrass, una hoguera, un sombrero de cowboy, cigarrillos, una ranchera... todos los ingredientes para introducirnos en la América profunda. No estoy hablando de una película sobre América. Ni siquiera de una película americana. Nominada a los Oscar como mejor película extranjera, Alabama Monroe es la apuesta de Bélgica para este año 2014.

Nuestros protagonistas son Didier, un músico de bluegrass obsesionado con la vida Americana, que vive según sus costumbres a pesar de vivir en Bélgica; y Elise, una tatuadora que se suma a la fantasía de Didier y a su grupo de música. Ambos viven en esta burbuja, donde todos los sueños se pueden hacer realidad. Viven un romance, un chico conoce a chica, un flechazo. Un amor muy real, de los que emociona sólo por el hecho de no parecer falso ni forzado. Y como la vida real es injusta, nuestros protagonistas no iban a ser diferentes y la burbuja estalla en el momento en que a su hija, con tan sólo cinco años, le detectan un cáncer. Este duro golpe del destino pondrá a prueba todo el amor que se profesaban al principio y que parecía inquebrantable. Pero el amor, además de efímero, tiende a no ser tan fuerte cuando unas circunstancias tan fuertes lo ponen a prueba.

Quizás sea un poco excesivo y para mí, innecesario, que el director nos muestre todo el proceso de la enfermedad de su hija, Maybelle. Por otra parte, lo compensa con una narración fraccionada. Después de ver a una niña de cinco años vomitando y sin pelo, volvemos atrás, a los días felices de sus padres. Los flashback tienen aspectos positivos y negativos. Por una parte, permiten respirar al espectador del estupor de ver a una niña tan pequeña en una situación tan cruel, pero por otro, te sacan de la película al desaparecer el raccord emocional. No obstante, según la línea temporal entre pasado y futuro se va uniendo más, la película se torna más interesante porque vemos la evolución de la relación de Didier y Elise, que culmina con la pregunta clave que finalmente Elise se atreve a hacer a su marido: "¿Crees que hubiese sido mejor que no la tuviéramos. Tú no querías tenerla".

La convivencia con el fantasma de Maybelle les lleva a un sentimiento de culpa infundada, a recriminaciones vacías, a canciones a dúo plagadas de rencor, a discusiones sin sentido pero con un desgarrador sentimiento de rabia. En esta espiral de sufrimiento, el recuerdo de tiempos mejores, tiempos “americanos”, es ahora una bruma que se vuelve en contra de su relación y hace patente la imposibilidad de volver a la normalidad.

La religión aparece como tema estelar al final del film. Un elemento para mí accesorio, que el director se empeña en meter con calzador porque en todo el metraje no se le ha dado importancia al tema del ateísmo de Didier y las creencias religiosas de Elise. La pareja está escuchando un discurso del señor Bush, donde relata su negación a las políticas de investigación sobre las células madre, recriminando que la ciencia no puede superar a la moralidad. Unas células que podrían haber salvado a su hija. Didier estalla en un grito de protesta contra América, contra su amada América. Contra la que, a su manera, era su religión. A todo esto Elise contesta con una resignada y lapidaria frase: “Es América”.

Como La crónica de una muerte anunciada, la tragedia se siente en el aire, en las imágenes, en las canciones y en los gestos de nuestros protagonistas, que nos muestran la imposibilidad del ser humano de ser feliz con la vida que le ha tocado y la insistencia de alcanzar un sueño que, quizás, no era tan bueno como pensaban.
Conde Pérez, Andreia
Conde Pérez, Andreia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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