La fotografía era bonita y la música estaba bien. Cuando varios de mis amigos me dieron esta opinión sabía a lo que me iba a enfrentar este miércoles cuando fui a ver la película del año según la crítica estadounidense: a un desastre de guión. Si una película sólo se sostiene con imágenes alegóricas que se funden con una estética vanguardista suele significar una cosa: un director algo pretencioso y una crítica que sobrevalora el material que tiene delante. Y no se equivocaban la mayoría de los críticos españoles en los cuales deposito mi confianza al elegir una película cada semana: es una película vacía en contenido, pero sobre todo en tensión.
Los actores están correctos, pero no para considerar a todos como aspirantes a los Oscar de este año. David O. Russell se ha convertido en el caramelito para los actores: El lado bueno de las cosas dos nominados y una ganadora, Jennifer Lawrence (que repite este año con esta película) y The Fighter dos actores nominados y dos ganadores, Leo y Christial Bale (que también repite con La gran estafa americana). A pesar de ello, y aunque del mismísimo Robert de Niro se trate, (que hace su aparición estelar como capo de la mafia) si la historia no funciona, los personajes se pierden en un una trama que no interesa. El argumento y sobre todo el trailer nos dan falsas esperanzas: unos estafadores (Bale y Adams) se ven obligados a trabajar para un agente del FBI (Cooper). Ambos deben desmantelar una red de corrupción en New Jersey, pero se verán arrastrados a delatar incluso a la mafia para librarse de la cárcel. El tema promete (sobre todo si vienes con las pilas cargadas de estafas con El lobo de Wall Street). Pero nada más lejos de la realidad. Después de media hora la trama está en marcha pero la historia no interesa y aburre. Las acciones de los personajes parecen no tener consecuencias, no hay emoción. Por otra parte, la extensión de las escenas, excesivamente larga, hace que se vislumbre una tensión en los personajes que se va desvaneciendo. Le diría al señor O. Russell una frase muy manida en el mundo del guión: en las escenas Entra tarde y sal pronto. Parece que también aquí quiso dejar su sello el director, porque llega pronto y sale tarde.
Por otra parte, la artificiosidad estética que está totalmente a propósito en el film no juega a favor, con un Christian Bale gordo, calvo y con cortinilla; una Amy Adams con escotes de vértigo y sin sujetador; un Bradley Cooper que se hace rulos en el pelo para tener rizos; y una Jennifer Lawrence que más bien parece la Belén Esteban de los 70
parece un envoltorio llamativo para un bombón que desde un principio no sabía bien. Ni siquiera el humor llega en forma de breve sonrisa (con permiso de Jennifer Lawrence, que hace muy bien de choni), con unos diálogos que se basan en la repetición, que tan bien el señor Scorsese sabe llevar. Qué malas son las comparaciones, sobre todo para O. Russell en este sentido.
El cazador cazado, el estafador estafado. Un recurso algo facilón para el final de la trama. Si la historia fue real, entiendo que era necesario, pero la forma de resolverlo en sólo un minuto con el uso de flashbacks está más que visto. Quizás sea uno de los pocos puntos en los que no pretende ser original O. Russell. Acompañado por supuesto, de un previsible Happy Ending, que te deja la sensación de haber visto una comedia romántica donde al final el protagonista se va con la chica que, en el minuto uno, ya sabías que era la elegida.
