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El amor secreto de Hollande

martes, 21 de enero de 2014
Como en una película naturalista de Jean Renoir (1894-1979) en la que triunfa el amor sensual sobre los prejuicios, el último episodio de la vida del presidente François Hollande no se aparta de la tradición francesa de amoríos accidentados de su clase dirigente. Tal tradición viene de lejos y quedó espléndidamente plasmada en el año 1782 en la literatura con la famosa novela de Pierre Chodederlos de Laclos "Las amistades peligrosas", que describe de forma magistral los juegos libertinos de la nobleza francesa a finales del siglo XVIII y que mezcla amor y pasión.

En tiempos contemporáneos, tal mezcla fue fatal muchas veces, baste recordar que el presidente Felix Faure murió en el Palacio del Elíseo en 1889 en brazos de una cortesana y el carismástico y culto cardenal Daniélou, en una casa de citas en 1974. En nuestros días, esta inclinación por el sexo está muy presente en Francia así como la tolerancia con que se abordan tales asuntos. François Mitterrand, casado con Danielle, tuvo una doble vida con muchas aventuras, aparte de una unión extraconyugal seria y larga con Anne Pingeot, que mantuvo en secreto del mismo modo que a la hija de ambos, Mazarine, cuya existencia reveló "Paris-Match" cuando tenía catorce años. Valéry Giscard d'Estaing engañaba a su mujer "a tout bout de champ" (continuadamente) igual que Jacques Chirac; ambos disfrutaban de la llamada "erótica del poder". Nicolas Sarkozy, con sus dos mujeres sucesivas, Cecilia Ciganer Albéniz y Carla Bruni, amén de otros "flirts" pasajeros también cedió a estas tentaciones.

Aunque hoy, en la era de Internet, de Facebook, de Twitter, de las redes sociales, haya resultado imposible, el idilio de François Hollande debería quedar asimismo en el ámbito privado, como lo piensa la inmensa mayoría de los franceses según los sondeos.

AMOR Y ECONOMÍA
Respondiendo a las preguntas de más de 500 periodistas en una rueda de prensa global como las que utlizan los presidentes franceses para anunciar sus iniciativas políticas, bajo las lujosas y rutilantes arañas del salón de fiestas del Palacio del Elíseo, Hollande pasó revista durante casi tres horas a los problemas que afronta Francia, de pie, sereno, frío, ajeno a las críticas a sus devaneos amorosos.

Se concentró a posta en la coyuntura económica adversa, considerándola como prioritaria. En un discurso preliminar, había trazado las grandes líneas de la segunda parte de su quinquenio, revelando que llevaría a cabo una reducción de los costes laborales, es decir, concretamente, la supresión de las cotizaciones salariales de empresarios y trabajadores autónomos de aquí a 2017 por un total de 30.000 millones de euros. A esta medida de ahorro claramente neoliberal y en modo alguno socialista añadió también, según los medios de comunicación, una reducción del gasto público de 50.000 millones entre 2015 y 2017, decisión inmediatamente elogiada por Alemania y Bruselas. Hollande espera que todos estos anuncios -que representan un giro copernicano de izquierda a derecha en la política económica del pais- contribuyan a revitalizar una economía exhausta como la francesa, que no ha podido enjugar hasta ahora una tasa de paro del 11 por ciento.

"L'AMOUR, L'AMOUR"
El primer mandatario francés rehuyó de plano comentar en su primera alocución de 2014 sus avatares sentimentales, aireados por los medios de comunicación. "No es el lugar ni el momento", zanjó desde el principio, a pesar de la expectación general despertada.

"Cherchez la femme" (Buscad a la mujer), se suele decir irónicamente en Francia para dilucidar un asunto cualquiera. En esta ocasión, había tres. En efecto, los periódicos revelaron un romance del presidente con la actriz Julie Gayet, de 41 años, 18 más joven que él, atractiva y progresista, "péché mignon" (debilidad) del estadista. Luce su espalda en el último número del semanario "Elle" y se ha querellado contra la revista "Closer" que destapó el escándalo por ataque a la intimidad.

Hollande, de 59 años, que vivió durannte largo tiempo con la dirigente socialista Segolène Royal, con la que tuvo cuatro hijos, mantenía últimamente una relación estable con la periodista Valérie Trierweiler, de 48 años, que tiene el estatus de primera dama, es decir, vive con él en el Elíseo y le acompaña en los viajes oficiales. Al salir a la luz el episodio de la infidelidad del presidente, tuvo que ser internada aquejada de una fuerte depresión -"un "ataque de melancolía"-, del que aun no se ha repuesto según informó un portavoz de la presidencia. François Hollamde acudió a visitarla al hospital.

MOMENTOS DOLOROSOS
El nido de amor de los amantes estuvo en la calle Du Cirque -allí hubo un circo de verano hasta 1900-, a dos pasos del Elíseo, cerca de la delegación de la Agencia EFE que yo dirigí durante años en la calle D'Aguesseau. Es una callecita corta y estrecha sospechosamente tranquila oblicua respecto a la bulliciosa calle del Faubourg Saint-Honoré, de tiendas de última moda. Los "paparazzi" de la revista del corazón "Closer", que desvelaron el "affaire", alquilaron un piso enfrente para controlar las entradas y salidas de la pareja y el reportaje "robado" realizado se tituló "El amor secreto del presidente".

Hollande, con casco protector contra miradas indiscretas, llegaba en una moto conducida por un escolta de toda confianza que a la mañana siguiente a primera hora dicen que aportaba los "croissant" para el desayuno según las picantes noticias publicadas. El texto y las fotos de esta información de la prensa rosa fueron retirados de la circulación pero el mal ya estaba hecho.

Hollande, que se definió en su día a sí mismo como un presidente "normal", sintió por estas revelaciones una "indignación absoluta" en un primer momento, después no tuvo más remedio que reconocer que la relaciónn con su pareja pasaba por "momentos difíciles y dolorosos". Muy curiosamente, el presidente prometió aclararlo todo antes de su visita oficial a Washington el 11 de febrero.

L'amour, l'amour est comme un oiseau rebelle qu'on ne peut pas être apprivoisé" (El amor es un pájaro rebelde que no se puede domesticar), canta Carmen en la famosa ópera de Bizet del mismo nombre. Y seguro que también, según acabamos de constatar, una pulsión carnal irresistible difícil de dominar.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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