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La terminal

viernes, 03 de enero de 2014
¡Que poco dura la alegría en la casa del pobre!
- ¿Quién es el pobre? Porque el que yo entiendo como tal no tiene ni casa.
- Ya. Tu reino es de este mundo y sin embargo yo aquí no tengo ni reino.
Bien he visto las caras alegres, sonrientes, emocionadas, de esa gente que llegaba a Lavacolla desde su exilio laboral de Londres, Munich, Ginebra, París, Venezuela, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Canadá,…
- ¡Feliz Navidad, papis!
- ¡Qué ganas tenía de verte hija!
- Ahí está, xa chegou a netiña…
Todo fueron abrazos, besos…
Aquel 23 de diciembre del año pasado, toda la familia estaba allí, en la puerta B, porque el vuelo había llegado a pesar de la ciclogénesis explosiva, que solo el nombrecito ya acongoja.
…Pero la terminal, esta nueva terminal tan luminosa en la tierra de la negra sombra; sí la que nos legó Pepiño cuando fue ministro; esta terminal de Compostela estaba a tope y con caras largas.
Lo mismo ocurría en las terminales inglesas, francesas, alemanas, suizas… La ciclogénesis mantenía los aviones en tierra y un emigrante joven solo tiene para un billete “low cost”.
- Y nos dieron las diez, las once, las doce, la una y las dos…
Rafa cantaba por Sabina y aquel avión de la alegría no llegó a despegar…
- ¡Maldita ciclógenesis!
El 24 pasó lo mismo; la noche buena se convirtió para él, para ellos, en noche mala en la puta terminal de Heathrow; con los músculos mazados y los ojos de plato que les dejara ya una noche en blanco.
- El 26 trabajo así que, lo siento mami, pero no puedo ir…
- Bueno, no gastes móvil, hijo, ya hablaremos por Internet.
Rafa había cenado un bocadillo de chorizo y un helado, que en aquella terminal hecha por gallegos no había ni turrón. Se permitió el lujo de tomar un taxi en vez del bus y se marchó a casa maldiciendo este tiempo de mierda que trajo a su barrio a la Parca… con inundaciones, los tejados derribados y demás desgracias climatológicas.
- Chove, agora chove… Chove na casa do probe…
Canturreó a Rosalía, puso una tina de plástico en el cacho goterón y se metió en la cama soñando con que los Reyes Magos solucionarían todo esto, porque el inútil de Papa Nöel no supo ni mandar la ciclogénesis al carallo.
Mientras esto ocurría en Brakcnell, la Terminal de Lavacolla no llegó esta vez a llenarse de gente, pero sí de lágrimas que las sonrisas se agotaron. Por aquí, ya se sabe, pasó el día y pasó la romería…
- Adiós, miña netiña volve pronto…
- Muaaaaaaa…
(Abrazos contenidos, ojos húmedos, caras serias, tristeza sin fin, despedidas de amor; de amor también paterno y fraterno… ¡El carallo!).
Aquellos aviones se llenaron de jóvenes inteligentes, extraordinariamente preparados, con dos idiomas y hasta tres carreras. Allá volvían a su exilio laboral, a esos sus destinos a los que poco había afectado la puñetera ciclogénesis explosiva.
A todos ellos les habían deseado Feliz Navidad por activa y por pasiva… pero nadie les advirtió de la amargura que supone tener que dejar una vez más la familia en la Tierra, como había hecho una sola vez el abuelo emigrante.
Me pregunto por qué habrán decidido que seamos europeos si eso solo nos sirve para que los padres vean a sus hijos una vez al año, si la climatología lo permite.
¿Es posible que esta vergüenza de no encontrar trabajo aquí ocurra en un estado que figura en los anales de economía como la cuarta potencia europea?
¿Qué clase política es capaz de mantener los campos yermos de margaritas durante una década?
Pues yo os digo:
- Cuando lleguéis, a donde quiera que vayáis, será una pena que vuestro Dios no exista, pero habrá otros dignos de recibiros… en ese lugar donde no podréis indultaros los unos a los otros.
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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