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Carta abierta al personal de UCI

jueves, 13 de octubre de 2005
Cuando una persona tiene algo que decir, lo mejor que puede hacer es callarse.
Comienzo pidiendo perdón por hablar y por las molestias ocasionadas por mí y por la familia de José Luis durante su estancia en la Unidad.

Sé que sigue vacío el hueco y la cama 1, dos meses ocupada por él; de seguir un poco más os vais todos/as con él. En la mente os tengo a todos con vuestros nombres, vuestras caras, con sus miedos y sufrimientos. Al ver tanta ternura en su esposa, cuántas veces habéis dado la vuelta escondiendo lágrimas. Después de la visita otra vez con él: masajes, cremas, cambios posturales, medicación, música, diurésis, plasma, gotas en los ojos, energía positiva, mientras con máquinas frías, rebeldes y objetivas, se resistían a darnos unas constantes compatibles con la vida.

En ese triángulo: Dios – enfermo – personal, nunca sabremos quien ha fallado, tal vez los tres, quizás ninguno. ¡Dios, cómo cuesta creer que somos frágiles, y con pies de barro!

Pero somos humanos y por eso nos conmueven los sufrimientos de su familia.
Soy consciente de que ahí, en control (donde por delicadeza os recluíais a las horas de visita), os alcanzaba una espada por la espalda al compartir su sufrimiento.

José Luis pintó en un lienzo la crucifixión de Jesús, (está en la capilla del Hospital). Él es ese cristo roto y así lo habéis tratado: médicos, celadores, limpiadoras, auxiliares, Ats y demás personal. ¡Chapó! Me arrodillo ante vosotros.
José Luis tenía una forma especial de ver la naturaleza y los objetos: devoraba cuanto veía y luego asimilado por su fantasía creativa, nos lo devolvía en un lienzo para ser contemplado por los espectadores.

Tenía alma de niño, por eso dormía con el primer juguete, un osito que se llevó a la tumba. Se llevó también un montón de pinceles entre sus manos (para algo será, digo yo). Otros los repartieron su madre y su mujer entre amigos para que pongamos un poco de más color a la vida.

Su muerte ha sido una putada ¡con perdón!, como la de tantos y tantos que se van cuando están reventando de vida y son toda una promesa.

Cuando murió hubo una gran tormenta, presagio de nada bueno. Y tras la tormenta, la calma. Salí a fuera, era ya de noche, el firmamento estaba cuajado de estrellas, una luna, con media cara estaba encima de la antigua Escuela de E., debajo unas nubes con pinceladas de rojo y amarillo; Sentí una gran paz y dije: ¡Dios, quien fuera pintor para pintar este cuadro!

Hoy fui a ver a su esposa, la senté en mis rodillas y lloré con ella, como lloran los humanos. Nunca me sentí tan torpe, tan imbécil, tan poco consolador como en este caso. ¡Sesenta días de duelo para su familia (entre la que estais vosotros), son muchos días. Un poco más y nos vamos todos, al menos de la Unidad.

En ese Servicio no hay estrellas ni papeles secundarios. No nombro a nadie pero sabéis que a todos os llevamos en el corazón.

Transmito el agradecimiento de su padre que, fuera y en silencio, esperón 60 días la salud que no llegó.

Pido que Dios bendiga vuestra familia y cuanto traéis entre manos. Y para quien no crea que la suerte o la diosa fortuna esté siempre con él.

Os quiere más que nunca
Edelmiro

(Lugo, 31 de agosto de 2001)
Ulloa, Edelmiro
Ulloa, Edelmiro


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