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Gente importante con la que tuve relación (I)

sábado, 16 de noviembre de 2013
La política es un espacio sobredimensionado, al menos en España, y mucho más en las etapas dónde su práctica se correspondió con el núcleo duro y tangible del denominado problema-contencioso vasco con España.
Seguramente, de no haber vivido y sufrido lo que aconteció en la tierra de los vascones, mi vida habría sido diferente, pero al mismo tiempo no habría estado dónde otros nunca estarán, ni podría contar como eran, desde mi perspectiva, personajes a los que tuve: honor, suerte, casualidad o desgracia de conocer.

Recuerdo dos experiencias ideológicas. Hubo quien fue capaz de discernir entre personas y gente. Hubo un tiempo, quizá por la atractiva aventura del poner a este país en la senda de la democracia tras las tinieblas de la dictadura, que los mejores se pusieron no sólo a preocuparse, sino también a ocuparse, de construir un mundo -el nuestro más cercano- mejor.

S.M. Don Juan Carlos.

El protocolo señala al Jefe del Estado como una personalidad a la que todo el mundo quiere, al menos, saludar. El famoso pasamanos del saludo, tuve la oportunidad de practicarlo por vez primera en el Palacio de Oriente, con el Consejo General de Colegios Médicos de España, presididos por el Dr. Ramiro Ribera, tras ganar las elecciones a consejero, desde mi posición de representante de los médicos de familia en Alava, elegido posteriormente para representar a todos los médicos de asistencia primaria de España (1981).

Luego, otras tres veces, y en la misma dinámica de colectivo. Primero en una de las primeras visitas que SS.MM hicieron a Euskadi, y que dio lugar a una recepción en el Palacio de Algorta. Después, otra al Palacio de Miramar en San Sebastián. En ambos casos, mientras tenía lugar el acto, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, constituían varias cordones de seguridad. La más importante -colectiva- fue la mítica e histórica inauguración del Guggenheim en 1997, con vino español, posterior cena y cercanía de unos Reyes que se sintieron muy incómodos, entre el intento de atentar con una bomba a la entrada del Museo, con el protocolo del Diputado General de Vizcaya, y la falta de consideración como alta autoridad acompañados por la ministro de cultura Esperanza Aguirre, en presencia del Lendakari Ardanza, quedando S.M. limitado a decir "queda inaugurado el Museo con el encendido de las luces del recinto".

Como quiera que no se podía jurar las Constitución Española en el acto de toma de posesión del escaño de Parlamentario Vasco, por dos veces, solicitamos y nos fue concedida audiencia en La Zarzuela. El acto consistió en jurar la Constitución Española ante S.M, para luego, la representación de Unidad Alavesa, departir de forma informal y muy próxima con el Monarca. Me impresionó la información que tenía de cada uno de nosotros. En la que tuvo lugar tras el asesinato de Goyo Ordoñez, me apartó del grupo y se mostró sumamente cariñoso conmigo, sabía que lo estaba pasando mal... Me pareció un "paisano" muy cercano a la cruel realidad que vivíamos en Euskadi.

Con motivo de la toma de posesión del primer gobierno constitucionalista en Euskadi -Gobierno Foral de Alava- 1999, fuimos recibidos en audiencia por S.M., quien se mostró sumamente cariñoso y tuvo por menos que preguntarnos si se consuegro Urdangarín era tan nacionalista como le decían...

En el año 2002, con motivo de la inauguración del Museo de Arte "Atrium" de Vitoria, S.M. además de inaugurarlo, departió en una magnífico lunch que le ofrecimos, para finalizar la estancia en Alava con una comida en el Palacio de la Diputación Foral. Tuve la oportunidad de conocer al Monarca en su aspecto más campechano mientras se fumaba un magnífico habano.
Presidente Rajoy.

Tenía una enorme complicidad con Goyo Ordoñez, y a través de mi amigo Navarro y Donostiarra, departíamos con enorme sentido del humor, sobre todo imitando a Don Manuel Fraga, que representaba una forma muy peculiar de estar en el mundo.

Parecía que se dejaba querer, y que los cargos le iban llegando de rebote. Nunca hacía nada por buscarlos, aunque tenía dos valores en su haber: los antecedentes familiares de su abuelo como promotor del primer Estatuto de Autonomía para Galicia; su defensa de A.P. en los momentos en que Fernández Albor fue expulsado del gobierno gallego por un acuerdo entre partidos y personas. Ahí el joven Mariano, aguantó el temporal desde su condición de Presidente de la Diputación de Pontevedra y su liderazgo parlamentario frente a los "irmandiños" que conformaron el primer gobierno gallego de coalición para evitar al PP.

Posteriormente, lo traté en conversaciones en la sede nacional de Génova, por acuerdos entre partidos constitucionalistas; para coincidir con él, en la misma mesa de actos electorales de coalición en Euskadi. Siempre terminábamos hablando de futbol y de ciclismo mientras saboreaba un habano de buen tamaño.

Creo que tiene el misterio de los compostelanos de toda la vida. Puede ser casi frívolamente un ausente que confía en que los problemas se resuelvan solos. Puede ser un hombre muy conservador y próximo a la influencia de la Iglesia de Rouco Varela. Por encima de todo es un gallego que no le gusta trabajar en su tierra, al que Fraga le hacía siempre dos recomendaciones. ¡Cásese!. ¡Aprenda gallego!. Es feliz paseando por Sanxenxo

Presidente Manuel Fraga Iribarne.

Fueron muchos años y demasiadas anécdotas. Conservo el epistolario que nos cruzamos. Me regalaba magníficos libros, pues conocía mi vocación cultural. Ello hacía que comenzáramos siempre hablando de política y termináramos como dos universitarios en ejercicio, comentando en culta tertulia toda suerte de acontecimientos socioculturales.

Tras un periplo sin relación alguna, fui a Compostela para estar con el Presidente Fundador del PP a raíz del asesinato de Goyo Ordoñez. Quería obtener su palabra de honor sobre la ayuda a la familia de Goyo, precisamente por ser honesto vivía al día, cuestión muy evidente al entrar en su reciente piso que compartía con su esposa Ana Iribar y su casi recién nacido Javier. No me costó nada que accediera a mi petición que le pareció sorprendentemente buena -le dije que estaba seguro que si la víctima hubiera sido yo, Goyo habría hecho otro tanto con mi familia- y que se ponía manos a la obra a través del compromiso con Aznar. Así fue y se resolvió el crédito que tenía concedido Ordoñez para ir pagando su piso familiar.

Me encontraba harto de estar harto. Eran doce años con escoltas y continuas amenazas de los comandos de ETA. Siempre supe que la política no podía ser más que un tiempo en mi vida. Por eso y con la ayuda de Fraga regresé definitivamente a la madre tierra.

Desde el momento en que me reincorporé al SERGAS, Manuel Fraga quería tener comidas-tertulia conmigo. Las celebrábamos en "El Vilas" de Compostela, en un pequeño comedor dónde le gustaba hablar y comer. Allí departimos sobre la situación política vasca. Le recomendé nominar líder a María San Gil, a la que conocía por ser la secretaria de Goyo Ordoñez y haber mostrado un valor extraordinario el día del asesinato en La Cepa de Donosti, cuando se levantó de la mesa y se fue a perseguir al pistolero.

Hablamos de sus vivencias como embajador en Londres, de su casa de Perbes, a la que quería como refugio del gallego que siempre fue y se le saltaban las lágrimas cuando recordaba el cariño con el que su mujer había hecho de aquel lugar, el hogar-reposo del guerrero.

Le encantaba el queso de Arzua y que le llevara la contraria en asuntos de toda índole, especialmente de carácter intelectual, era hombre acostumbrado a que le dieran la razón, tuvieran miedo y le hicieran la pelota. Y sin embargo, era un intelectual como hombre de Estado y profesor Universitario, con una gran memoria al servicio de su adicción al trabajo y a la lectura.

Tengo pruebas manuscritas de como influí en sus decisiones políticas. Y de cómo le aconsejé que se presentara a la última reelección presidencial adelantando las elecciones autonómicas. Estaba con él tras dos hechos muy importantes.

En noviembre del 2002 cuando el hundimiento del Prestige. Llegó tarde a la cita, venía furioso, contra Álvarez Cascos, al que tachó de mequetrefe. A la vuelta de un viaje a La Argentina que se había encontrado con reuniones promovidas por el secretario general -un pobre hombre, ex policía- que siguiendo dicterios de la curia del PP, había pulsado a los posibles sucesores de Don Manuel. Vi claramente que se iba a organizar la mari-morena. Así fue, pero en aquella ocasión, la habilidad compostelana de Rajoy le desarmó y dejó definitivamente en vía muerta. A mí me costó no ser consejero de sanidad y que los del equipo Feijoo que llegaron a dimitir, firmaran mi sentencia de expulsión de mi cargo de confianza, a pesar de los excelentes e irrepetibles ratios del Hospital da Costa.

Le gustaba contarme sus experiencias con líderes latino americanos, muy en especial su buena sintonía con Fidel Castro, que llegó a regalarle una residencia en Cuba a la que no llegó a ir para disfrutarla.

Muchas veces me recordaba a mi padre. Muchas veces era ingenuo. Muchas veces resultaba un torbellino de conocimientos y dicterios que hacía muy complicado seguirle el ritmo de su trabajo y exigencia. Siempre logré mantenerle despierto tras una buena comida, a base de tertulia sobre asuntos de su máximo interés. Era un hombre al que la inteligencia le conducía a la modernidad impropia de su talante. Recuerdo como le convencí de la importancia económica del mundo del deporte y de la moda.
Terminamos mal. No me defendió y escuchó a Barreiro(PP-Lugo) como me descalificaba por rojo y heterodoxo durante una reunión en el Parador de Ribadeo.

Ministro Mayor Oreja.

Cuando lo conocí era, por encima de todo, el sobrino de Marcelino Oreja Aguirre. Gracias a tal y su militancia en tiempos muy duros de terrorismo había sido Delegado del Gobierno de la UCD en Euskadi, precisamente cuando se casa. A partir de ahí, ya no se baja del coche oficial.

Coincido infinidad de veces con el ingeniero técnico agrónomo, donostiarra, hijo de médico ginecólogo y hermano de otro político que ocupará puestos de gobierno en la Comunidad de Madrid, dónde siempre tuvo su residencia acorde con las medidas de estricta seguridad a las que siempre aseguró su integridad física, quizá muy preocupado por los atentados que estuvo a punto de sufrir en Guipúzcoa en tiempos de la UCD y después como miembro de la Democracia Cristiana que presidía Oscar Alzaga.

Asciende en la refundación del PP y al ser el responsable de la campaña electoral a Europa de su tío, ex ministro con Adolfo Suarez, amén de importante hombre de negocios desde el consejo del Banco Guipuzcoano. Marcelino Oreja le enseña y le presenta a los correligionarios de lo que comenzó siendo el grupo "Tácito" que marcan distancias con el tardo franquismo desde el diario "Ya" que representa la corriente que luego se integrará en la UCD como miembros de la internacional Demócrata Cristiana.

Coincidimos en el Grupo Popular en la segunda legislatura del Parlamento Vasco, si bien él había sido miembro del Consejo General Vasco, organismo preautonómico dónde se le asignan tareas de gobierno presidido por Carlos Garaicoechea y bajo la dirección del líder alavés, Chus Viana Santa Cruz.

En aquella época solía venir a cenar a mi casa y compartíamos equipo de futbol sala en Vitoria. Recuerdo su compromiso de católico muy
practicante, muy preocupado por la imagen, al que le hacía los discursos su íntimo amigo, periodista del Opus, Cayetano González Hermosilla, primero de la agencia Vasco Pres, y más tarde Director General de Comunicación del Ministerio del Interior con Mayor Oreja de Ministro. Me sorprendió en una cena de casa en la que manifestó que él no estaba en política para perder dinero, y que la política debía compensarle con suficiencia de medios. En otra ocasión me citó en Donosti y pretendía llevarme a su misa diaria. Me despedí en la puerta del templo y volví a recogerle cuando concluyó la misa.

Nuestras relaciones nunca fueron especialmente buenas, sólo correctas y a veces ni eso. Se disfrazaba de moderado, en las formas y el fondo, pero no podía evitar ser un señorito político profesional con enorme pereza intelectual.

La conversación más larga, intensa y seria que tuvimos fue en un piso que ocupaba por encargo del PP, frente a la entrada principal del Parlamento Vasco. El PP con Aznar había ganado las elecciones y formarían el gobierno de España. Me confesó que iba a ser Ministro del Interior, por ser vasco y no quererlo ninguno de los habituales del círculo más próximo al domicilio de Aznar, reuniones que organizaba Ana Botella -siempre mandó mucho, le llamábamos "Dña. Carmen"-Me ofreció ser Delegado del Gobierno en Galicia, a fin de descabezar a Unidad Alavesa y devolverme con un alto cargo a mi tierra. No acepté.

Lo visité como Ministro varias veces. Para ilustrarle de cómo era ETA. Para intentar suscribir acuerdos muy complicados. Para trasladarle la situación de la cárcel de Logroño en la que me había encerrado en solidaridad con sus funcionarios y tras el secuestro de Ortega Lara.

Formamos coalición electoral para las autonómicas de 1990. se trataba de una coalición como la que habíamos creado en 1989, Buesa, Rabanera y yo, en Álava, que dio lugar al primer gobierno constitucionalista del país vasco.

Fue en casa de mi gran amigo Ramón Tamames. Quedó claro que hasta Nicolás Redondo, apoyaba su candidatura a Lendakari, cuestión que no le hacía ninguna ilusión. Debía vivir en Euskadi, debía dejar el ministerio del interior, debía exponerse a perder su buena imagen que le hacía candidato a sustituir al propio Aznar. Perdimos las elecciones ante Ibarreche. A partir de ese momento, me planteo abandonar la política y el país vasco para regresar a mi Galicia.

Coincidimos, hasta su nombramiento como ministro, en la Mesa de Ajuria Enea, dónde raramente compartíamos ideas políticas. Fue sustituido, en Euskadi, por Carlos Iturgaiz, y en el ministerio por Rajoy.

El Obispo Blázquez.

Llegó desde la románica Zamora, contra la voluntad de Arzalluz y su amigo Setién. Venía precisamente para apartar a este último y crear una Iglesia vasca constitucionalista. Lo visité por recomendación de los grupos católicos de base de Álava. Me recibió muy bien. Tuve que hacerle un encargo muy importante para su colaboración contra el terrorismo. Se portó como un gran intelectual y terminó con la Iglesia Abertzale.

Fue el primer ministro de la Iglesia vasca que acudió a una manifestación por asesinato de ETA. Lo hizo con su "estado mayor" en la manifestación de Bilbao tras los sucesos de Ermua. llegó a ser Presidente de la Conferencia Episcopal. Tal era su liderazgo y preparación teológica.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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