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Praza do Cantiño

lunes, 29 de abril de 2024
En nuestra ciudad, como en otras, hay lugares por los que parece que no pasa el tiempo, como si se hubiese detenido en ellos. Entramos allí y nos sentimos transportados a tiempos pasados, tanto por lo que vemos como por lo que nos sentimos inclinados a evocar, propio también de tiempos idos y tal vez teniendo ese mismo lugar como escenario.

Hace unos días, paseando por la calle de San Pedro con un amigo, surgió la idea de subir a la Muralla. Lo hicimos por el acceso que quedaba más próximo, por la plazuela del Cantiño. Nada más entrar en ella, me encontré trasportado a otro lugar, a otro Praza do Cantiñotiempo, con recuerdos agradables.

Hoy, el lugar es un bonito reducto de un barroco rural muy bien definido y cuidado. Limpio, las paredes blancas de las casas confieren un buen ambiente de alegría, así como los dos arces, jóvenes, que dan un agradable toque de frescor al lugar. La escalera de acceso a nuestro Monumento también presenta un aspecto acorde o, más bien contribuye a él, confiriendo elegancia a este recoleto lugar, con la singularidad de su diseño.

Hay una casa estrecha, la número 7 de la placita, que me hace pensar en la disposición de su escalera. Me gusta mucho el balcón de su segundo piso. Un tablero que abarca buena parte del ancho de la casa, sostenido por dos robustos soportes. La magia del barroco asoma aquí, justo donde el tablero y sus dos soportes enmarcan la ventana del piso inferior. Mirando y recordando, tenemos este detalle, estructural y ornamental, en no pocas casas del Lugo rural y de otras localidades gallegas. Sobre la puerta de acceso al balcón hay una amplia visera que sobresale profusamente y que sirve para proteger a esa puerta de las gotas de lluvia que escurran por la pared y no penetren en la vivienda.

En la misma placita vemos dos ventanucos que sirvieron para ventilar alguna dependencia baja del edificio del que forman parte, con acceso desde la calle de San Pedro. Es una casa digna, sin ningún detalle que la singularice, pero vemos que sus vanos fueron construidos a haces exteriores y tienen sendas viseras para protegerlos de las aguas que escurran por ellas en días de lluvia.

Vamos a detenernos en los ventanucos que se abren al Cantiño. Me gustan mucho los dos y su conjunto. Creo, es mi opinión, que corresponden a diferentes épocas y, tal vez, a necesidades. Los dos son pequeños, no creo que sobrepase los 50cm su dimensión mayor, pero dan que pensar. Uno de ellos está formado por cuatro prismas cuadrangulares de igual longitud dos a dos. Los largos hacen las veces de alfeizar y dintel, mientras que los cortos hacen las de jambas. El pequeño hueco está protegido por una reja, antigua, y más al interior, por otra de malla más apretada. Tal vez una para proteger de acciones humanas, mientras que la interior impediría el paso de roedores y similares.

El otro ventanuco es para observar con atención y pensar en la inventiva del cantero que construyó algo bonito para un vano posterior. Está definido por cuatro piezas. Las correspondientes al alfeizar y al dintel, están curvadas en sus extremos: las del dintel, van hacia abajo y las del alfeizar, hacia arriba. Parecen esperar el encuentro con las jambas, y así es. La ventana está perfilada y el sentimiento barroco deja su sello en este hueco, también enrejado. Muy bonito y sencillo el par de ventanucos en una pared blanca, impoluta. No llaman la atención.

En el suelo de la placita hay empotradas luces tenues, que de noche le confieren cierto encanto con hondo sabor a meigallo.

Y el mesón, claro. Nuestro punto de destino cuando, veinteañeros lucenses, íbamos allí a compartir conversación con nuestros amigos, mientras nos poníamos al día en la música que salía de la máquina de discos. Muchos nos familiarizamos allí con los Beatles, pero también con otros, recuerdo ahora a Mary Hopkins, Tom Jones y muchos más, que impregnaban aquel lugar de modernidad musical, mientras apurábamos nuestras cañas.

Un lugar muy nuestro de entonces que hoy me ha gustado revivir.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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