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Soy una pobre mujer Abandonada y perdida, no tengo padre ni madre soy una paria de la vida. Con dos jamelas en brazos que tengo que mantener, mendigo de puerta en puerta para darles de comer. Válgame el cielo devino, que desgraciada nací, cuando tenía cinco años mi pobre madre perdí. Sirviendo de casa en casa, mi juventú la pasé, hasta que a un hombre ingrato mi corazón le entregué. Con promesas y caricias, el tunante me engañó, y al saber que iba a ser madre, el traidor me abandonó. Además de abandonarme, el gran tunante y ladrón, los ahorros qu'ió tenía con arte me los robó. Se marchó para su pueblo, diciendo que iba arreglar, los trajes y los papeles para podernos casar. Así pasaron los días, y el canalla no volvió, y ahora estoy enterada que con otra se casó. Al saber que era casado, vengar mi honra juré, en busca de ese hombre, por el mundo me marché. Al cabo de quince días, al pueblo pude llegar, donde aquel hombre canalla se acababa de casar. A la salida del cine, una noche lo encontré, con las dos hijas en brazos a sus plantas me arrojé. Detente, grité llorando, y no te duelas de mi, duélete de esas dos hijas que se avergüenzan de ti. |
Por tu culpa ando pediendo, para darles de comer, pero tu vida aún la tienes en manos de una mujer. Mil duros que ó tenía con arte me has robado, y a cuenta d'ise dinero con otra te has casado Devuélveme ese dinero, que es tu sagrado deber, ya no te pido mi honra porque eso no puede ser. - Yo a ti no te conozco, - le decía aquel infame, ni esas niñas tampoco, sácate pronto delante. Polecía, por favor, deténganme esta mujer, porque se encuentra loca, y me quiere comprometer. Ciega de ira y coraje, sobre el me abalancé, una navaja albaceteña, en su pecho le clavé. Al suelo cayó herido, y agonizando exclamó: te perdono pues comprendo que fuí-ó tu perdición. No me importan tus promesas, ni tu mezquino perdón, tu muerte la pagaré con fe y resinación. Sólo un pesar me acompaña, y me llena de dolor, que estas hijas que me quedan sin amparo y sin amor. Tódalas chicas solteras, esto les sirva de ejemplo, no le hagais caso a los hombres, que vos son moi imbusteros. No creades sus promesas, ni sus falsos juramientos, que la honra se se pierde, no se compra por dinero. |