A mí, que me espíen

Desde que hay democracia los espías más peligrosos que suelen toparse los españoles son algunos vecinos fisgones, los falsos amigos dispuestos a acuchillarlos y muchas exparejas tras los divorcios.

Pero tienen poco que temerle a la CIA, al MI5 británico o al Centro Nacional de Inteligencia (CNI), aunque sepan que los vigilan.

Edward Snowden, el exinformático de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), ha alarmado al mundo con sus revelaciones de que EE.UU. controla cientos de millones de comunicaciones diarias en todo el mundo.

Nadie nos espía, en realidad. Hay unos ordenadores que captan lo que hablamos o escribimos que disponen de unas alertas ante algunas expresiones que son analizadas por si constituyeran una amenaza terrorista, o un acto de narcotráfico, o de pederastia a través de internet: ¿cómo, si no, se detecta a tanto pedófilo, y aun así no es suficiente?

Quizás hoy, con la tecnología que denuncia Snowden, ya se han evitado nuevos atentados como los del 11S de Nueva York, o los que masacraron 192 personas en los ttrenes de Madrid el 11M de 2004.

Uno de los motivos del hundimiento de la ETA asesina coincide con la mejora de los métodos electrónicos de espionaje.

Algunos políticos españoles, como el diputado comunista José Luis Centella, dicen que se sienten espiados por la CIA. Qué va. Sólo es un tipo atrabiliario, sin interés ni para sus compañeros.

No seamos hipócritas. Obama vigila a la señora Merkel, que vigila a Cameron y a Hollande, éste a Obama, que como tiene la mejor tecnología controla a los demás, incluyendo a Rajoy; luego se intercambian información de la que depende la vida de muchos ciudadanos, aunque se callen la comercial que interesa en sus países.

Es un espionaje ilegal sobre el que quizás usted no quiera saber demasiado. Pero a cambio de esa ignorancia puede decir “a mí, que me espíen” si con ello mantiene la seguridad y la libertad de usted y los suyos.