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Mis amigos celtas

martes, 30 de julio de 2013
Ser y vivir formando parte del paisaje y paisanaje en la tierra mágica que describe Álvaro Cunqueiro, desde su inmortal Mondoñedo, ciudad que cristianiza un Castro Celta, dónde el sonido de las campanas de su románica catedral, despiertan a las almas de presentes y ausentes, es privilegio y signo de inequívoca identidad.

Cuidando, como sólo él sabe hacerlo, a su pueblo, desde la atalaya del conocimiento y la experiencia vivida, que le otorgaron el mandato para ser cronista oficial de la villa marinera de Foz y su Concello. Me refiero a nuestro decano en Os Aventados, mi querido Suso de Foz. Escritor impenitente, ya sea para recordar de dónde venimos o para advertir del mal camino que algunos emprenden y llevan tras él, como el flautista de Hamelín, a las buenas gentes.

Ser amigo de Sito Otero Regal supone, al menos, tres condiciones no exigidas. Tener sentido de la libertad para señalar, defender o censurar, lo que otros toleran, ignoran o negocian a cambio de ser políticamente correctos. Comprender y seguir, la estela del genio, incansablemente emprendedor e inquietamente creativo. Valorar el generoso sentido de la amistad del Premio Nacional de Artesanía, promotor de un espacio museístico mágico en Xunqueira, pionero en tantas hazañas que han sido transformaciones continuas, al servicio del buen gusto: desde aquel maravilloso local nocturno -El gato pardo- hasta el Pazo da Trave, con su capilla-santuario para las ánimas peregrinas, desde o hacia, Julióbriga.

Ver y darle un abrazo a Nando Blas Fontán siempre me conforta, ya que siento la misma impresión que, la de rodear con mis brazos a nuestro árbol sagrado, el carballo. Su imponente figura de Druida se contrapone con esa generosidad infinita para con su gente, dónde oficia como sumo sacerdote de nuestra Britonia con centro espiritual en Cervo, entre la música del río Rúa, y los conjuros que realiza como nadie ante la luz azulada de la queimada, mientras la gaita interpreta la marcha del antiguo reino de nuestra madre tierra -Galicia-, cuyas notas, una vez que rebotan en las paredes de piedra del Muiño, se escapan hasta la inmortal ensenada de Rueta, para dormir a los habitantes de los castros de nuestros antepasados.

Carlos Nuevo Cal. Dedicado a la custodia y divulgación de nuestro rico patrimonio cultural. Su corazón de historiador en busca de nuestras raíces, tolera mal la deslealtad del amigo, precisamente por ser la amistad su credo, al que rinde cariñosa ofrenda, desde su bohemia que se descubre tras una sonrisa de pícaro, que ya hubiera querido para sí el Emperador Carlos, del que sin herencia sanguínea- no en vano es, como todos nosotros, un buen republicano- se parece en la claridad con la que afronta la búsqueda y práctica de las dos virtudes imprescindibles para un dirigente: cultura y decencia.

La música de Frank Liszt, y más en concreto su obra "Sueño de amor", me conmueve, y me enorgullece haber logrado que se interpretara en el salón de actos del hospital de Jarrio, en las proximidades del castro celta -siglo IV a.C- . Lo mismo me sucede con la vieja melodía que pone vapor de inmortalidad a la película Casablanca, cuando en el café de Ricci, Sam interpreta "Al pasar el tiempo", se ha convertido en la melodía que inspira todas mis reflexiones, públicas y privadas, sobre la vida, la historia, la cultura y, desde luego, esa nostalgia por nuestro rico pasado.

Es ahí, en esa faceta del romanticismo galaico-celta dónde me encuentro con mi amigo-hermano, Lino Rico Fernández, músico, compositor, profesor del Conservatorio de Viveiro, y por encima de todo, alma sensible que busca "un lugar especial, para poder interpretar a la dama de sus sueños, la música en estado puro, en connivencia con cielo, mar, viento, para siempre en un auditorio capaz de soñar despierto con cada melodía en la que siempre pone el lenguaje corporal de quien nació para la música".

Si hay, en este mundo de mercaderes y mercenarios, un libro que tantas veces como se consulte, desencadena estados de emoción por sus atemporales paisajes, personajes y mensajes, es El Quijote. La locura del caballero es una lección de utopía; esa que necesita el mundo para promover la justicia, la decencia, la lealtad, el amor, el desinterés por lo material a cambio de sentir el honor, para ser y estar.

De su divulgación en tierras de Britonia se ocupa José Antonio Abella Albo. Aventado de Celeiro, cuya conducta me recuerda la del caballero de la Tabla Redonda que presidía el Rey Arturo en Camelot, Perceval .

Aunque vecino del Mediterráneo, el Dr. Unzueta Merino, desciende de gentes nacidas entre las brisas del viento de la mar cantábrica. Por eso, es feliz cada agosto entre plazas y calles que transcurren buscando los viejos muelles de nuestra provincia de Mondoñedo.

Le encanta añadir a su erudición lingüística, nuestro dulce idioma gallego. Se esfuerza por entender cada pregunta o respuesta del paisano que marca un monte de eucaliptos, pero entiende nuestro apego por los soutos y carballeiras. Se emociona con nuestra música y ambiente de las incontables romerías del suave verano de la costa más al norte de la península Ibérica, a la que le gusta poner frases y nombres en latín.

Compartimos el arte o ciencia de: Esculapio, Galeno, Hipócrates o Maimónides. Compartimos a Pedro Pons y la nueva experiencia de la medicina hospitalaria, que ha dado paso a la medicina fundamentada en la objetividad de las pruebas diagnósticas. Pero, seguimos siendo discípulos del humanismo que impartió Marañón.

Mi hijo. Antón Mosquera Aldecoa. No todos los padres pueden considerar a su hijo como su amigo. Yo sí. Pues la complicidad, desde siempre, ha existido.

Nos une, su manera romántica de, ver y participar, cada instante, su búsqueda de un mundo mejor, para todos; la devoción que profesa a la amistad, el amor a la tierra gallega, su paisaje y paisanaje, con el perfume del vento mareiro, la necesidad de sentir las aguas saladas y caminar por una playa.

Sé que volverá para quedarse. Y cada vez que se asome a la ventana que da a la playa do Torno, recordará que lo hacía su abuelo: médico, tuno, ourensano enguerellado por A Maruxaina.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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