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Ingenuos idealistas

miércoles, 24 de julio de 2013
Mucho hemos discutido sobre política llegando a la crispación hasta en la propia familia sin haber encontrado una solución. Todavía no hemos superado el trauma de una Guerra incivil donde la barbarie no tenía apellido.

Nos han vendido la moto de que vivimos en una democracia y de que nuestro voto sirve para algo, cuando la realidad es que la mayoría de los electos usan sus cargos para favorecer los intereses de una minoría elitista, que es la que manda, y que después paga los favores con consejos de administración u otras prebendas. Nuestras discusiones e ilusiones sólo son juegos de artificio en manos de eléctricas, farmacéuticas u otras sociedades mercantiles.

La explotación laboral no es patrimonio de la China comunista, que practica el capitalismo, sino de múltiples empresas donde el negrero no es más que un lacayo del sistema. El engaño de las preferentes pudo ser programado y el robo del patrimonio ciudadano consentido por los gobiernos que, amparándose en la crisis, sirven a su señor banquero.

¿Quién sufraga tantas campañas electorales? ¿Por qué nos escandalizamos ahora con el patrimonio de Bárcenas si sabemos de siempre que las constructoras llevaban siglos financiando a los partidos? ¿Cómo iban a ser tan amigos el alcalde de un pueblo y un gañán, metido a constructor, si no hubiese dinero por medio? ¿Quién no conoce a un ladrón que no puede justificar su patrimonio? ¿Quién puede ser tan ingenuo que crea que en “su” partido no hay sinvergüenzas? ¿Quién no ha visto pactos contra natura o caciques que ayudan a los teóricos enemigos? La realidad es tozuda.

Nuestras ilusiones, ese continuo esfuerzo por mejorar la sociedad y hacer de ella un jardín de paz, justicia y fraternidad, son masacradas continuamente por intereses económicos, tan peligrosos como nefastos, y que abocan a la Humanidad a un camino de difícil retorno. La sociedad cada día genera más marginación y, mientras una pequeña élite aspira al gobierno planetario, millones de personas mueren de hambre, contaminación o indiferencia. Opositamos a destruir el planeta y las caducas ideologías apenas, o sólo tangencialmente, se involucran en combatir una amenaza tan cierta como cosecha de “locos”. Y si nuestra atmósfera mental está tan contaminada por la química de los intereses, mejor haríamos en lograr sobrevivir cambiando nuestro chip y nuestro talante.

Mientras, seguiremos discutiendo y enfadándonos con los seres más queridos sin educar a nuestros hijos en la tolerancia, el respeto y el amor al prójimo. Eso sí, nos sentiremos frustrados si no son ricos.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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