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¿Y qué importancia tiene eso?

miércoles, 12 de junio de 2013
No sé si ustedes han oído la frase en cuestión, pero yo, cada vez que la oigo, descubro que estoy delante de un corrupto. Y lo digo porque eso es lo que se oye cada vez que uno se queja de que se usa el teléfono del trabajo público para una llamada privada, cada vez que se roban unos folios en la oficina de cualquier trabajo, cada vez que uno se escaquea en el trabajo, cada vez que uno se escapa a tomar café o los vinos. Si somos tan permisivos con el erario público, y esas pequeñas cantidades de dinero público, que de esa manera se pierden, se multiplican por los cientos de miles de personas que lo practican en el País, veremos que las cantidades no son nada desdeñables y que el fraude es bastante mayor de lo que pudiera parecer.

Los justificadores de esas pequeñeces les contestarán a ustedes:

- Corrupción es la grande, la que practican los que se llevan millones y millones…eso no tiene importancia ninguna.

Y yo, siempre fiel a mis ideas, contesto:
- Sí que la tiene.

Y ante la réplica que me dan:
-Corrupción es la que practican cientos o miles de sinvergüenzas que se lo llevan crudo y no son tres o cuatro euros sino millones…

Digo: También. Ellos son sólo los ejemplos que recibís y que después, si llegáis a poder hacerlo, usáis vosotros.

Evidentemente, el interpelado se vuelve violento, se cabrea, te insulta… y busca la manera de indagar en tu vida o en la de tus seres queridos para poder argumentar esos comportamientos y así poder justificarse.

Y continúa:
- Eso lo hace todo el mundo.
- No, todo el mundo, no. Hay personas, aunque sean muy pocas, que viven, más pobremente, eso sí, pero que llaman por teléfono desde su casa, que compran los folios, que cumplen con su horario, y que incluso trabajan más horas de las que cobran, porque todavía hay quien usa los principios de honradez con los que vive.

Terminada la conversación, uno piensa en personas que conoce y vio vivir dando mordidas, siendo correos de corruptelas empresariales, orgullosos de un patrimonio tan enorme como ilícito… tan sin argumentos. Y, evidentemente, con un “Pepito Grillo” que siempre está ahí. Y a mí no me queda más remedio que sentir una mezcla de asco y lástima.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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