Asco de país

Hace muchos años era tal el desasosiego que me producía ver lo que ocurría en España, que pensé en irme del país en busca de una sociedad más acorde con la educación recibida.

Por ejemplo, me admiraba el hecho de que allí no fuese preciso el kiosco de prensa, porque había puestos donde se recogía y se pagaba sin que nadie robase el importe. También me reía de un vecino que contaba que en Noruega no lo dejaban bajarse del barco porque estando borracho había tirado una botella en la calle.

Y yo pensaba, con la rabia que me producen esas cosas: Igual que aquí. Ayer he visto a un joven tirar una botella y con mi ironía le dije: “Se le ha caído una botella ahí”, señalándosela. Y al darse cuenta la cogió y la llevó a la papelera culpando a los niños que llevaba en el coche. Los niños no la habían visto. ¡Qué morro! Son pequeños ejemplos de nuestra realidad.

Pero mi asco es mucho mayor cuando veo la falta de escrúpulos de muchas personas para dejarse llevar por la envidia que le producen los que viven mejor que ellos, la fácil descalificación de cualquier prójimo sin saber lo que hay de cierto en los juicios de valor, la desfachatez con que algunos viven sin reparar en los medios que utilizan para enriquecerse, la corrupción como sistema de vida de muchos de nuestros vecinos, el aplauso que recibe la picaresca por robar a la Seguridad Social, a Hacienda o a la empresa.