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Fumar, aquel placer

lunes, 27 de agosto de 2012
A mí, personalmente, me revientan los gurús que, bajo el pretexto de velar por nuestra salud y por nuestras vidas, te fríen a impuestos y te cosen a multas de tráfico. Porque yo pensé que el famoso Estado de Bienestar, que predicaba ya Adolfo Suárez, consistía en el slogan de mis años hippies, “prohibido prohibir”.

En esta democracia te levantas por la mañana y dices:

—- ¡A ver que han prohibido hoy!

Porque con los ayuntamientos arruinados y la inventiva que tienen algunos ediles para recaudar… seguro que un día de estos te prohíben mear en el monte por si te has bebido un cubata y tus orines son combustible cuando se mezclan con el toxo.

Claro que en todas partes cuecen habas.

Aquí ya nos asustamos con las imágenes que aparecen en las cajetillas de tabaco, donde “las autoridades te advierten que fumar es perjudicial para la salud”, pero son las mismas autoridades “las que, cínicamente, cobran más”, en concepto de impuestos, “por cada paquete de tabaco que te compras…” Porque, claro, hoy solo los ricos pueden comprar un cartón.

Pero lo de Australia…

Personalmente y aunque no fumo me resulta hasta repugnante y no solo por las imágenes que aparecen en las cajetillas, sino por el hecho de que haya un gurú capaz de mandar imprimir semejante cosa.

A partir del primero de diciembre todas las cajetillas tendrán un color verde oliva sobre las que se imprimirán imágenes de úlceras supurantes y dientes podridos, entre otras aún más asquerosas.

Y esto lo ordenan “las autoridades que velan por la salud de los australianos” después de hacer una encuesta entre fumadores en la que la respuesta es unánime:

—- Pongan lo que pongan en las cajetillas, seguiré fumando porque me gusta…

Os confieso que a mí me encantaba fumar. Yo era de los de al menos dos cajetillas por jornada si esta era normal, porque en ocasiones podía llegar a las tres. Para mí, como para Sarita Montiel en el cuplé, fumar era todo un placer…

Hasta que una mañana superé mi propio record de toses por minuto y mirándome al espejo, me dije:

—- Xerardiño, eres un perfecto jilipoyas si sigues fumando.

Y ya no encendí el más sabroso de los pitillos que para mí era el de después del primer café de la mañana. De esto hace quince años. Sin método, sin ayudas; no por “las advertencias de la autoridad”, sino por mí mismo, con voluntad y ningún sustitutivo de esos que te venden en las farmacias.

¿Crees que quiero presumir de ejercer el dominio de la mente? No, mi amigo. Tu ya me conoces bien y sabes lo que te quiero decir, si aún fumas y toses como un descosido por las mañanas…

—- ¡Eres un perfecto jilipoyas si no dejas de fumar!

Pero si toses solo un poco y sientes que ese pitillito te proporciona en estos tiempos un inmenso placer, como si fueras Santiago Carrillo, pues…

—- ¡Fuma lo que quieras porque tú eres el dueño de tu cuerpo y no la autoridad competente!

Yo tengo la impresión de que en Australia como en España, por mucha iconografía disuasoria que inserten en las cajetillas de tabaco, la gente seguirá fumando… si para ellos es un placer… genial, sensual, como cantaba Sarita.

Y a los grandes gurús del reino, que dicho sea de paso fuman Cohibas, les diría que a estas alturas ya está bien de prohibir…




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Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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