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Españolas secuestradas

miércoles, 19 de octubre de 2011
El secuestro en Kenia de las dos cooperantes españolas de Médicos sin Fronteras ha provocado que otras oenegés dejen sin asistencia a cientos de miles de hambrientos y enfermos refugiados de Kenia, lo que muestra nuevamente que el fanatismo religioso islamista practica el genocidio de numerosas poblaciones.

Una crueldad infinita: muchos niños paquistaníes y afganos en la frontera entre sus países están contagiándose la poliomielitis, enfermedad hace poco casi erradicada, porque los talibanes matan a los médicos y enfermeros que los vacunan.

Los jinetes del Apocalipsis que son los yihadistas prohíben la medicina: dicen que va contra la voluntad de Alá.

Según los talibanes los occidentales facilitan medicamentos para que la población apostate y se incline por el ateísmo al perder la fe en los milagros de Alá, el único que debe decidir si cura a los enfermos.

Por similar razón las mujeres no deben saber leer: los libros liberan la imaginación y multiplican su desenfrenado apetito sexual antiislámico, por lo que deben estar encerradas, golpeadas y envueltas en velos y burkas.

Agrede al islam también el campamento de refugiados de la guerra civil de Somalia instalado en la fronteriza Kenia, donde trabajaban las cooperantes españolas Blanca Thiebaut, madrileña, y Montserrat Serra, catalana, secuestradas por los jihadistas somalíes de la milicia Al-Shabaab.

Hace meses esos milicianos advirtieron que atacarían las instituciones humanitarias que actuaran en su país o que ayudaran a los refugiados en otras partes. Al-Shabab, formada por unos 15.000 fanáticos, afirma que el gobierno somalí es poco religioso, cuando está formado por otra facción de fanáticos islamistas.

Antes de ser secuestradas las cooperantes deberían haber recordado que Alá el Terrible extermina o esclaviza poblaciones enteras desde el siglo VII, especialmente a las mujeres.

Hay lugares donde sólo deben estar mártires voluntarios que firmen un documento por el que los ciudadanos de su país no tengan que pagar su rescate.

La bondad es bienhechora, pero si es suicida, donde hay que usar el ejército para exterminar las bandas de fanáticos, resulta además de cara, humillante.
Molares do Val, Manuel
Molares do Val, Manuel


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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