ETA, perdónanos

Este miércoles, en el decimocuarto aniversario de la ejecución de Miguel Ángel Blanco, ETA proclamaba su triunfo político tras colocar a Bildu en las instituciones, y el Parlamento vasco preparaba una ponencia para pedir perdón a las víctimas de los “abusos policiales” cometidos por el Estado en Euskadi.

El lehendakari socialista Patxi López apoyaba este lunes la propuesta de los nacionalistas PNV, EA, EB (IU) y Aralar de crear ese foro sobre la “violencia política del Estado”, que reconocerá y pedirá perdón a los “martirizados” desde el tardofranquismo hasta hoy.

Anque López y los suyos lo niegan, bajo esta idea entran sin dificultad ETA y todos los cómplices de los terroristas que aleguen falsamente haber sido torturados.

Falsamente porque debe recordarse que los que lo hayan sido han podido demostrarlo judicialmente, y han logrado el castigo de los torturadores.

Luego, no hay “abusos policiales” que deplorar, y menos por los que deba pedir perdón el Estado.

Sólo se opusieron a aprobar la ponencia UPyD y el PP, porque rechazan que se permita que ETA justifique su historia de casi un millar de asesinatos, la ejecución de Blanco recordándose ahora, como respuesta a la “violencia estatal”.

Y van a pedirle perdón a ETA en nombre de todos los españoles, porque el PSE-PSOE es un partido nacional, votado en cada esquina del país.

Asombroso, teniendo en cuenta además que para los terroristas los presos por asesinato son víctimas de la "violencia estatal", por lo que su propia violencia es justa respuesta a los "abusos policiales".

Aquí estamos: Quid pro quo. Perdón, ETA, por detener a tus verdugos.

Y hecho este acto de contrición, el PSE-PSOE podría ya rechazar el apoyo del PP para gobernar Euskadi y comenzar a negociar con Bildu, Sortu u otra marca etarra para crear una coalición.

Si es que los abertzales y el PSE-PSOE somos de izquierdas, fácilmente aliables contra las derechas, ¿por qué no unirnos?

No menos difícil era aliarse en Cataluña con ERC, secesionista y trufada de exterroristas. Y se hizo.


Crónicas Bárbaras