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Oráculos y Pitonisas

miércoles, 16 de febrero de 2011
Discúlpenme que en esta ocasión me dirija a los lectores en español, por deferencia con un amigo lector de Madrid, que apuntilla mi artículo “Un paseíño pola España de hoxe”, y así me lo hace saber mediante un correo electrónico. Tanto él como otro internauta seguramente esperaban una mayor concreción en algunas partes del contenido del artículo, publicado en Galicia Digital. Ciertamente nada me extraña, porque parece que estamos inmersos en un contexto de aquellos oráculos y pitonisas de Delfos, Dodona, Júpiter Ammón y Patmos. Pero dejemos esto, por ahora, y permítanme que les resuma las propuestas.

Escribe el madrileño, en el inicio de su mensaje, lo siguiente: “Estoy de acuerdo en todo (supongo que en el contenido del artículo), pero tampoco podemos dejar que los del ámbito privado “se vayan de rositas” como siempre; también habría que…”(y aquí viene una relación de propuestas que yo me permito resumir). Propone eliminar las subvenciones, y si hubiera que conceder alguna debería ser rigurosamente vigilado su destino; aumentar impuestos a Patrimonio y ejecutivos: a los primeros, porque así los ricos devolverían parte del dinero a la sociedad en la que lo ganaron, y a los segundos, porque no le cabe en la cabeza a mi interlocutor que el ejecutivo tenga el mismo multiplicador en eficacia que en lo que gana, es decir, si se multiplica por cien su nómina respecto a un trabajador de la empresa, duda que se multiplique por cien su eficacia en la misma y, además, no le cuela eso de que son “cabezas brillantes”, ya que también las hay en la medicina, la enseñanza, la investigación, la ingeniería, etc., y tienen que conformarse con menos ingresos; perseguir a defraudadores y especuladores; arbitrar un buen sistema de control de precios; tomar medidas adecuadas para que la economía sumergida no defraude a Hacienda; etc.

El emisor del otro correo, partiendo de que España debe bajar en diez años su déficit en 9´4 puntos porcentuales, que viene a ser la reducción más drástica del Mundo, y que el FMI está pidiendo recortes en prestaciones sanitarias, cree que deberían tomarse las siguientes medidas, que resumo: Eliminar el Senado, que no sirve para nada, como lo opinan constitucionalistas de la talla de Duverger, Jellinec, etc., considerándolo como una cámara prescindible y que está en extinción: aquí, con 260 senadores, ahorraríamos 3.500 millones de Euros al año; eliminar las pensiones vitalicias de diputados y senadores; supervisar los sueldos de los alcaldes (pone el ejemplo del alcalde de Caviá-Mallorca-, que cobra más que el Presidente del Gobierno de España); arbitrar medios eficaces para que todos los que substraen dinero público vayan a la cárcel y lo devuelvan a las arcas correspondientes; reducir los coches oficiales, como se hizo con el Pacto de la Moncloa y funcionó, pues tenemos más coches oficiales que USA; eliminar todas las tarjetas VISA oficiales; poner en la calle a todos los cargos de confianza; reducir los diplomáticos en cada país a un embajador y un cónsul, porque gastamos en esto más que Alemania y el Reino Unido; rebajar un 30 por cien las partidas 4, 6 y 7 de los Presupuestos Generales del Estado, que corresponden a transferencias a Sindicatos, políticos, fundaciones opacas y “chupópteros” varios, y con ello ahorraríamos 45.000 millones de Euros, y de esta manera no haría falta tocar los sueldos de los funcionarios, ni las pensiones, ni sería necesario recortar 6000 millones de Euros en Inversión Pública. Y afirma el comunicante que con esto se acabaría la crisis en España.

No entro ni salgo; pero, si fuera preciso, ayudaría a mi señor: al pueblo. No me considero capacitado para hacer una crítica documentada, lo que sí constato es la grave y preocupante situación por la que está pasando España. No me extraña, consiguientemente, la sensibilidad de los ciudadanos para todo esto, porque las personas a quienes está encomendada la gestión del Ejecutivo, desde arriba, más bien parecen oráculos y pitonisas, encantadoras (entiéndase de serpientes) y hechiceras, sólo diestras en utilizar un lenguaje ambiguo, equívoco e impreciso, evidenciando al pueblo la insustancialidad veleidosa de sus decisiones y comportamientos, un cierto sectarismo peligroso e irresponsable, la sumisa exportación de un “corderismo” que, con reversión de sentido, transmiten a sus afiliados, y un verdadero bodrio de ideas; pero los españoles no lo tenemos nada fácil, porque las alternativas también suspenden.
Rubal, Pedro
Rubal, Pedro


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