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Queerkissflashmob

martes, 09 de noviembre de 2010
Ciertamente, hemos perdido la más Grande Ocasión que vieron los siglos. Ayer y anteayer. En Compostela y en Barcelona y el Papa. De “callarnos” y luego hablar, o de cambiarle el aceite al motor de nuestra indecencia nacional. De callarnos. Todos. Los de Reuters, los de AFP, y otros muchos, casi todos. ¡Joder, qué prisa! Aínda estaba o capador enriba da cocha e xa toda a hermenéutica de concentración minifundista estaba interpretando e tiña analizada a deposición que o Papa non rematara de facer de todo. De cambiarle el aceite al motor de nuestra indecencia e infantilidad gobernativa, en lugar de que nuestro ZP cogiese el avión, el clavicordio de las narices (¿?) de Trinidad Jiménez y la canana de Carme Chacón e irse a Afganistán. Pero, ¿no habíamos quedado en el Aquinoestán? ¿Qué prisa, entonces?

Qué oportunidad perdida, Dios. De callarnos todos. La prensa aquella de Don Ramón del Valleinclán, la “culpable” y “canallesca”. Y esa, la recauchutada. O sea, ésta. Y tal vez todos, digo. En Barcelona y en Santiago, precisamente donde don Ramón Cabanillas, también y en oportunidad multitudinaria, aquella inauguración nunca pasada del San Francisco de Asorey que abre España y abraza a todo el mundo desde la piedra de Compostela, dijo:

“Na terra era o silencio.
No ceo era a verba.”

Benedicto XVI, el Papa Ratzinger, no es el cielo, precisamente, ni para “unos” ni para nadie. Ni nos manda ir al “relojero” de Santo Tomás, para que Dios nos imponga su innecesaria y prescindible “cronología”, que en otros palabras nos recuerda Raúl del Pozo cuando se pone estupendo, que es siempre que puede. Nin é a Verba. Pero, que es José Ratzinguer, el Papa, uno de los pocos “pensadores” y “sabios” que quedan en la Europa actual, eso parece que es evidente. Y ello merece, digo yo, creo, cierta cortesía intelectual y cierta filantropía tipo masónica o tipo más menuda. Lo cual no sucedió ayer, ni anteayer, en el cónclave o en el vuelapluma, al menos temerario, del reportaje o la columnilla preescritos de lo que dijo o dejó de decir el Papa, de lo que hicieron o dejaron de hacer los que libremente acudieron a estar con él.

Y lo de ZP y el clavicordio de las narices (¿?) de Trinidad Jiménez y la cartuchera de Carme Chacón y Afganistán y Aquinoestán, una coña. Para cubrirse de gloria: el más tonto de los diplomáticos italianos, por ejemplo, no tendría mucho problema en ver en el gesto gubernamental de tal escapada la burda e infantil escenificación de la “ parolaccia” no dicha que ellos dicen “ti mando a quel´paese” o, más claramente, “va´fan´culo”.

Y en Barcelona remató la cosa. Pero más movida. A diestro y a siniestro. En la Sagrada Familia, como en el Obradoiro nuestro, el Papa y muchos obispos, demasiados obispos . Y muchas sillas, por lo menos muchas sillas, ocupadas. Fuera, en Barcelona como en Santiago, la historia antigua que se repite siempre: “¿ por qué no se ha vendido “esto” para darle el dinero a los pobres?” Y una colosal cantimplora llena de besos alegres configurando la así llamada queerkissflashmob anti-Papa, por reaccionario, conservador, Inquisidor de intención y el sursuncorda.

Total, que se perdió, una vez que así nos la pusieron, - dos días que fue la cosa, la visita papal-, la Gran Ocasión de “callarnos”para escuchar y luego hablar, y de cambiar el aceite al motor de nuestra indecencia internacional. Todo sin dar opción a la reflexión lenta y pensada. Todo como preestablecido y de reacción concreta y a apuntarse al ranking del primero que lanza la primera piedra.
A ver, claro: maricón el último…



Mourille Feijoo, Enrique
Mourille Feijoo, Enrique


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