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¡Felicidades, adoradores!

martes, 31 de agosto de 2010
Nunca tan grande es un ser humano como cuando se humilla, rendido por la fe. Por eso admiro a los miembros de la nocturna adoración, que mantienen en la ciudad de Lugo el fuego sagrado que hizo que en 1669 se reconociese la fe de los lucenses con la institución de la Exposición continua del Santísimo Sacramento.
En Viveiro guardan cariñosa memoria de Luis de Trelles y Noguerol, que fundó en España la adoración nocturna. En Lugo se le homenajea celebrando el 125º aniversario de la Adoración lucense.
Resulta que la Adoración Nocturna en Lugo es una de las actividades más “silenciosas” y desconocidas, por la propia naturaleza de la actividad. Porque en este mundo ajetreado en el que nos movemos, con horarios y agendas, calendarios y relojes, donde todo está medido, pesado y valorado; donde casi todo tiene un fin material, mensurable, dedicarse a la “adoración nocturna” parece algo de otro tiempo, de otro lugar, de otro mundo.
Y sin embargo presumimos de que Lugo es la “Ciudad del Sacramento”, de que nuestra Catedral posee el privilegio singular de la permanente exposición de Jesús Sacramentado, y de que aquí se celebra cada año la solemne “Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia”, ininterrumpidamente desde hace 341 años.
Que este privilegio se concediera a Lugo parece tener su base en la devoción secularmente expresada por la ciudad hacia el Santísimo. Pero siendo realistas, de poco valdría este privilegio de la exposición continua si continuamente no hubiese lucenses postrados ante el altar mayor de la Catedral lucense; si las puertas se cerrasen, las luces se apagasen, y los lucenses no hicieran acto de presencia.
Y entonces recapacitamos y vemos que Lugo precisa a estos adoradores, sin duda aquellos de aquel canto de mi niñez villalbesa:
“Venid, adoradores,
adoremos a Cristo Redentor.
Gloria a Cristo Jesús,
cielos y tierra bendecid al Señor.
Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria.
Honor por siempre a ti, Dios del Amor”.
Y entiendo por que lo hacen, quienes son los adoradores y su papel silencioso, que nos pasa desapercibido a diario. Son devotos, esclavos de una devoción que los impele a santificar la noche orando ante el Santísimo.
Tengo entrado en algún templo para aislarme del exterior, y comprobar que hay vida además, aparte, de lo que creemos “vida”. En los templos hay silencio, recogimiento, tranquilidad... Y uno intenta liberar su mente de las ataduras exteriores, y recuerda aquello que de pequeño le enseñaron de lo que era orar: “Levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”, decía mi memorizado catecismo del Padre Astete.
Parece como si el aislamiento en un templo se facilitase por las dimensiones del edificio, por su monumentalidad, por su ambiente de claroscuros y silencios. Para ello, la Catedral es en Lugo el lugar mejor y en la noche, único. Como también lo son los respectivos templos de Chantada, Sarria, Lalín, Portomarín, Samos, como lo testimonian los respectivos grupos de adoradores que existen en nuestra diócesis.
Sentirse en la Catedral lucense, en medio de la noche silenciosa, en fraterna compañía, arropados por la fe, sabiéndose testigo de una presencia sobrenatural, intemporal, tiene que ser una experiencia vital impresionante, más que una experiencia religiosa, de ahí su permanencia en el tiempo, contra el tiempo, a favor de la humanidad y de la fe.
¡Felicidades, adoradores, por vuestra trayectoria, vuestra dedicación, vuestra fe, y por este cumpleaños!.
Xiz, Xulio
Xiz, Xulio


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