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Derechos fundamentales

miércoles, 18 de marzo de 2009
Hay personas que no lo entienden. Como es posible que Populares y socialistas puedan estar a la greña en todo el territorio nacional y ponerse de acuerdo en Euskadi. Para entenderlo tendrían que analizar el estado histórico del grado de garantía en que se pueden disfrutar los llamados derechos fundamentales que aparecen recogidos en la Constitución Española, que son más o menos los mismos que en cualquier otra Constitución de un País que goza de sistema Democrático.

Derecho a la vida. En Euskadi, al disidente con la doctrina de la construcción nacional de la nación-estado vasco, lo persiguen y si pueden lo matan, así lo señala ETA en sus comunicados, cuando declara a personas, enemigos del pueblo vasco.

Derecho a la ideología. Sólo los nacionalistas, o los que no tienen ideología política, pueden sentirse casi seguros. Los demás, temen por su seguridad, son señalados, incluso identificados como Españoles, término peyorativo con el que se demonizaba a los que no eran de los suyos.

Derecho a la libertad personal. Auténtica odisea en un país en el que la mitad de los participantes en la vida pública, al no ser nacionalistas, deben ir con escolta, es decir, son auténticos prisioneros bajo vigilancia; de tal manera que se vive una situación de anormalidad que de tanto repetirse se ha convertido en habitual en el paisaje y costumbres de aquella tierra, en la que pasé más de treinta años de mi vida.

Derecho a la intimidad y a la inviolabilidad del domicilio. Las medidas de seguridad, son tan intensas, al menos en casos como fue el mío, durante doce años, que el derecho a la intimidad, colisiona con las medidas de seguridad para evitar ser pieza fácil de los facinerosos de la revolución abertzale.

Libertad de residencia y circulación. Falsa utopía en un país en el que, resulta una provocación acudir a ciertos lugares, dónde sólo se tolera la presencia de gentes de su confianza, los demás son sospechosos de pertenecer a los enemigos de Euskal Herría, a ser confidentes de los cuerpos de seguridad del estado, o simplemente, no tener ese look borroka,, que viene a ser como el uniforme de la guerrilla urbana o los símbolos del vestuario para la ocasión. Eso añadido a la necesidad de cambiar obligatoriamente de domicilio, de itinerarios, de lugares comunes, de renunciar a estar en espectáculos o de ser un ciudadano más en las calles de un país, que tiene de todo menos libertad y garantías de seguridad para los que no son miembros de la tribu de Aitor.

Derecho a la libertad de expresión. Incluso para los que no estamos, físicamente, en Euskadi, nos exponemos a que nuestros pensamientos llevados al grado de opinión se transformen en razones para lanzar contra nosotros el peso de su ley de las cavernas, y así taparnos la boca, o quitarnos de en medio, creando el ambiente preciso de miedo, temor y sacro santo respeto a su verdad absoluta, que sólo tiene como camino el de la imposición.

Derecho de reunión. Sólo ellos, pueden reunirse, pueden enfadarse, pueden exigir que haya un orden; el suyo. Ahí está lo que hicieron con el paisano que reaccionó cuando le destrozaron su casa y la emprendió a mazazos con la Erico Taberna.

Para que todas estas vulneraciones de los derechos fundamentales acaben de una vez, para que los seres humanos puedan vivir como tales, en el norte de este País, hace falta un gran pacto de Estado. El que suscribirán los dos grandes Partidos que sostienen la Constitución Democrática de España.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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