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Café y Achicoria: Músicos o Farsantes

martes, 30 de septiembre de 2008
Alguien debe empezar a decir algo. No sirve la hipocresía de prohibir fumar en locales públicos y que sea el propio Estado el primer beneficiado con la venta del tabaco.
Pues lo mismo hay que decir, alto y claro con respeto a la persecución de la piratería musical. No se puede meter en los calabozos a los tops-mantas, que tratan de alcanzar un día más, con algo en el estómago, y hacer oídos sordos y vista corta, a la auténtica filibustería musical, de los que suplantan espacio y trabajo a los músicos profesionales. Y como nada mejor que poner un ejemplo, ahí va.

Viveiro. Ciudad del Landro. Hermoso Casco Histórico preñado de casas hechas de cantería con balconadas de madera blanca que buscan la mar. Tierra natal de Pastor Díaz, Luís Tobío, los Vilar Ponte y Maruja Mallo. Vive un momento dulce en el Conservatorio Profesional de Música. Institución de Enseñanza superior y punto de encuentro para los muchos ciudadanos que aman la música y buscan la segunda oportunidad para aprender: canto, solfeo, manejo de un instrumento. Claustro de profesores, que además de enseñar y titular, son lo líderes de las nueva generación de músicos que salen de A Mariña, y hacen del viejo arte de Orfeo, una profesión de enorme calado científico y social.

Pero llegan las fiestas, y mientras los profesores y alumnos del Conservatorio de Viveiro, tocan en directo, se comunican alma-piel-alma, con los habitantes del planeta, en un discurso atemporal, capaz de hacer de la música el más hermoso de los ruidos que produce el género humano, para alegrar la vida; en otra plaza de pueblo, o en un souto, cerca de un cementerio, cinco figuras humanoides, preparan sus artefactos para emitir sonidos musicales.

Un viejo carromato, que antes puede que llevara purín, lo han transformado en lo que pomposamente llaman, escenario móvil, con luces que pestañean. Unos bafles, son colocados a los lados del vehículo, para amplificar, lo que será un grito de gargantuas y primates evolucionados. Dos mujeres, acortan sus faldas, para que el respetable, se fije más en sus extremidades inferiores, que en la dulzura y elegancia del conjunto, voz femenina, con movimientos acompasados, que debería aproximarse, antes al valet, que a la danza de los Batusis próximos al Kili Manjaro.

Un jovenzuelo, comienza, a golpear con saña, unos tambores, en una especie de necesidad, como la de emitir, el tan-tan de la selva, para que se acerquen los habitantes del lugar. Otro, abuelo, con edad, para estar tranquilamente fumando una pipa al calor del fuego del hogar, se convierte en, uno de aquellos juguetes rotos de Sunmers y tiene que disfrazarse de viejo-cutre roquero, para sacar unas monedas de curso legal.

El capitán, de tan singular tripulación, se lleva a la bocaza, una flauta, un saxo, o una gaita, mientras presume de musculatura de gimnasio de aldea. Es el músico jefe. El que ordena, como se enchufa el ordenador, que pone en marcha el caraoque de las grabaciones, copiadas por Internet del trabajo profesional de otros músicos profesionales. Y así comienza el rito de “Alma Latina”. Una especie de tripulación de corsarios, que asaltan, con mucha osadía, la ignorancia de pueblos y aldeas pérdidas, para hacerse con el botín del ahorro popular para las fiestas patronales. ¡Qué pena! ¡Qué asco, lo fácil que resulta estafar a la gente!

Lo malo es que, mientras los filibusteros del capitán “cabeza pequeña”, son contratados por intermediarios sin demasiados escrúpulos, no pagan impuestos a la hacienda de todos los españoles, se escapan de la sociedad general de autores, no saben lo que significa la obligación de cotizar en el régimen de la seguridad social, y no disponen de facturas con IVA; los músicos profesionales, si cobran sueldos, les descuentan el IRPF, hacen declaración de la renta, pagan IVA por sus conciertos, están controlados por la sociedad general de autores, y han tenido que dedicarle, al estudio, al pago de matrículas, y al material docente, una buena parte del capital familiar, para que luego, tengan que competir con un “japonés”, es decir, un ordenador, que es capaz de reproducir las melodías más exitosas, mientras ellos, hacen el mismo teatro que hacían aquellos buhoneros, de la tabla y la cabra, de pueblo en pueblo.

Ahora entenderán ustedes lo del café y la achicoria. La segunda era barata, y hasta conseguía un negro espeso en la taza del café en torno a las partidas del dominó o el subastado. Lo segundo, era, lo que se tomaba, y perfumaba, lugares emblemáticos como el café Gijón del Paseo de la Castellana, de mi juventud universitaria. Por cierto, otra de las ventajas de la achicoria, era lo bien que alimentaba a los insectos y roedores, que conformaban la plaga urbana de los chigris en los que la higiene no era, precisamente, la mejor de las ofertas.

Seamos consecuentes, cultos, honestos. Pongamos fin a los estafadores, embaucadores, malos sucedáneos, que no sólo privan de su derecho a ser recompensados con trabajo, a los que se esfuerzan en hacer una carrera profesional; es que son los culpables de la peor de las contaminaciones; la del mal gusto, fruto de la ignorancia, que permite confundir, una orquesta, con un grupúsculo de pandereta y chirigota, que debería dedicarse a emular a la charanga del tío Honorio, en la España cañí, de “Bien venido Mister Marsall”.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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