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A guerra de Ifni (20)

martes, 25 de septiembre de 2018
Historia, que comenta con los Historiadores, con los Secretarios:
-Eso de colonizar a puro güevo no nos parece tan grave; también Roma tenía ese estilo, y quedó bien vista por ante mí, por ante la Historia!

Zamalloa, que aplaude, complacido:
-¡Claro que sí, Gran Señora! El ánimo se me exulta de gozo por las glorias del deber cumplido, por las de los quinientos héroes de aquellas acciones de guerra. Además de los errores de nuestros topógrafos al señalar los campos de las minas propias; ¡esto además! Y ya no hablemos de los desaparecidos, de los no localizados... Luego están los heridos, que sin un quejido resistieron la infección de su vil metralla! Estos laureles, los españoles, son inmarcesibles, mi Señora, y ahora no pueden arrancarlos de Ifni porque, al desaparecer la niebla de la censura, en España los grabó la imprenta, tal que está pasando en este Juicio Histórico! Ifni se entregó con honor... ¡Qué otra cosa haría un gallego! Se entregó después de diez victorias y ninguna derrota, que lo suyo siempre fue un simple paqueo... ¡Si, un paqueo, aquello tan rifeño del pac-co, pac-co…, por detrás de los arganes!

Se entregó, que no tengo ningún recelo en decirlo, sólo y tan sólo bajo la presión política de aquellos tecnócratas enchufados en las Secretarías de los Estados... ¿Cómo se dice...?

El Fassi, que interrumpe:
-¡De momento, Unidos! ¿O es que ya no te acuerdas de aquellos amigos de tus amigos, de aquellos Secretarios tan amigos de complacer a sus amigos con tal de que hubiese ganancias político-económicas de por medio? Por cierto, que aún no hemos discutido si lo de Ifni debe constar en las actas Históricas como “cesión”, o como “retrocesión”.

Si lo presentáis como “cesión”, será reconocer que fue una cobardía vuestra, una flaqueza vuestra, arriar vuestra bandera; la derrota de un imperio ya en declive ante cuatro desharrapados incontrolados, aquellas mesnadas que os atacaron en la noche del 23 al 24 de Noviembre de vuestro Año de Gracia 1957.

Si fea es una “cesión” cobarde, no lo es menos una “retrocesión”, ¡puesto que sólo se retrocede lo ilícitamente poseído! ¡En todo caso, caput, nene!

Los españoles, en particular los sureños, llevan tanta o más sangre árabo-béreber que goda en sus venas, y aun así son incapaces de entender la idiosincrasia, la astucia, de sus parientes!

Zamalloa, que pasa por alto esta última propuesta, este reto, de su contrincante:
-En mi tierra decimos, Amiguiños sí, pero a vaca no que vale! ¡En lo que vale de suyo! El caso de Ifni no fue así, pero voy callar, que te estoy dando juego..., ¡sin querer y sin convenirme!

El Fassi, de nuevo en actitud doctoral:
-Acuérdate que el Querellante de esta Querella invocó aquello de, ¡España. Una, Grande y Libre! ¿Qué hay de malo en que nosotros, los Marroquíes, los Protegidos, los alumnos, aprendamos de su España, de esa Maestra de pueblos..., por no decir otra cosa! Nosotros, como alumnos aventajados, émulos en definitiva, también pudimos, con iguales títulos académicos, anhelar, proporcionarnos, un Magreb Uno, séase unido, re-unido; Grande, de extensión claro, pues desde Port Etienne a Covadonga, ya es tierra de Alá..., cuarenta mil hanegas! Después queda eso de Libre, que está bien claro: ¡Un Magreb libre de las tutelas protectoras, vuestras, de los infieles! Para lograrlo, Danton os llevó de su mano, que de él aprendimos, también nosotros, que, De l´audace, encore de l´audace et toujours de l´audace!

Zamalloa
-¡Esas huríes del Séptimo te tienen chupado, médula incluida! Tú no eres Libre; ni tú, ni los tuyos, pues la única libertad de tu gente, hoy como ayer, está, estriba, en soñar grandezas..., ¡las grandezas de cuatros feudales!

Tengo que recordarte que con nosotros, con las Españas, teníais ciertos compromisos históricos, contraídos, reconocidos y cultivados, pactados, siglo tras siglo. ¿Perdiste la memoria histórica, la que tenías antes de convertirte en un fanático; o dicho de otro modo, en un converso afrancesado?

El Fassi, desafiante, airado:
-Eso, eso, todo eso, se juzgará en esta Sala; injurias, aldrajes...; todo incluido, por supuesto!

Zamalloa
-¡Señoría! Creo que a estas alturas de mi intervención, y de momento, por palabras de presente, mi Caudillo tiene revalidado su título de Protector de Marruecos, ¡que eso es mucha Grandeza! Si las baladronadas sucesivas de nuestros oponentes pretendiesen rebajar su gloria, yo me reservo el derecho de alancear malandrines! -Dirigiéndose ahora a El Fassi: -¡Odres, odres es lo que sois, que incluso en vuestras culeras os parecéis a los odres de vino de una venta manchega! Ahora bien, por si todo esto que llevo expresado no retratase suficientemente la grandeza, la grandeza y la sensibilidad del César, del César Franco, aquí tenéis su

ELEGÍA EN LA PÉRDIDA DE IFNI,

harto elocuente por sí misma. Está inédita porque la propia Censura, aquellos jins, aquellos djenuns, aquellos “diablos familiares”, que así les decía, no se la dejaron arengar en vida por considerarla excesivamente explícita! Se vino con ella al cielo, que se la metieron, con otros papeles top secret, para rellenar su caja de caoba, excedentaria de espacio para un hombre que era grande de espíritu, ca no de cuerpo, ¡lo que tiene más mérito! Así que, cuando pasó por las aduanas de Porta Coeli, se la encontraron los de San Pedro...

¡Aquí la tengo, Señoría! Y me gustaría que la leyese uno de estos Secretarios, pero traducida al gallego, o por lo menos, al castellano, ya que está en latín..., ¡porque le fue redactada por uno de aquellos Escribas de la Obra del señor Escrivá!

El Fassi, en un aparte:
-¡Lo que tengo que oír por no ser sordo! Yo sabía que don Francisco actuaba por la Gracia de Dios, incluso cando le daba a la manivela, al troquel de hacer las monedas, pero de eso a que esa Obra fuese propiamente suya... Eso es un improperio, otro; un sueño imperial, otro...; ¡y sin Imperio!

Doña Historia asiente, así que Zamalloa le pasa aquel pergamino a uno de los Secretarios; un rollo arrugado, amarillo; mucho, tal y tanto como si lo acabasen de sacar de una de las cuevas del Mar Muerto.

Secretario
-¡Oh! ¡Pero está en latín...! ¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho!

Historia
-Señor Secretario, lea; pero en castellano, para que lo entienda toda España, ¡tan necesitada que está de abrir sus arcanos históricos!

Secretario
-¡Lo que es por mí, vale; vale!

Lee, con voz atiplada, imitando, remedando a Franco:

¡Españoles todos, Ifni no ha muerto! Vive en los colores de nuestra bandera..., y en las glorias de nuestros héroes. Vive en los Anales del Grupo de Tiradores, en las Fuerzas Expedicionarias que le han defendido, en la Administración fecunda de la Policía Indígena, y en las alas de los Junker-52, y de los Heinkel-111. Vivirá en los cañones del Canarias y en la furia legionaria. En la seda de los Caballeros Paracaidistas, y en las gabardinas del Somatén...

Vive y germinará con las lecciones magistrales de nuestras escuelas, en nuestra sanísima Sanidad, la que allí hemos desplegado y puesto de manifiesto cuando les erradicamos aquellas glaucomas, aquella peste bubónica... También vive, y pervivirá hasta que empiecen a ir por allí los arqueólogos, en las obras públicas; ¡otra legión!

Tantas y tan altas las hicimos, que elevamos, con ellas, aquel poblado de Amezdog a la categoría de moderna y confortable ciudad; aquel Sidi Ifni, que por tener, un Casino tenía... ¡de Oficiales!

Ahora descansa el gigante hispano, mustio, aletargado por su esfuerzo colonial. Duerme bajo la luz matizada de la media luna, cabe las palmeras, haciendo compañía al Mío Sidi Ifni, cuyo morabito restauramos, y respetamos, empezando por las huestes de nuestro Adelantado, aquel Capaz..., ¡que le inmortalizamos dando su nombre al puerto de El-Yebha!

¡Españoles todos! España domina, ahora y siempre, en los cinco Continentes..., por el Imperio de nuestra Raza, y por el OPUS, por la Obra de Dios; ¡por la Impronta de nuestro Genio y por su Camino, bien escrito y bien trazado!

Allí donde un español haya plantado el Árbol de las Ciencias, ese que blasona nuestro Instituto, ¡del Consejo Superior!, o tendido su mano generosa, cual Guzmán, un renegado tan fiel que Bueno le llamaban, allí quedará España, y también lo hispano; allí fructificará nuestro aliento; ¡allí se elevará nuestra Obra!

Que no digan que caímos, ¡que no os lo digan! Nos fuimos del puesto que allí teníamos...! ¿Cayó, puede caer, una Nación tan rolliza, una piel de toro que amamantó cincuenta países? ¿Pueden los renuevos prescindir de nuestra sabia?

Nuestra siembra germinará en todas las primaveras de la Historia, por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Inch´Allah!

Recordad que España es grande. En las desdichas, también; ¡también en las desdichas! No cede nunca, ¡emancipa!

Esto de Ifni, esta mal llamada Retrocesión, fueron desposorios pactados, ¡con el propio Marruecos! Nuestra benjamina, nuestra Ifni, lució en sus bodas las joyas del trabajo y del genio hispanos, incluido un puerto mecánico, con un teleférico de mil cuatrocientos metros; ¡treinta años que nos llevó decidirnos, que no hacerlo!

¡Ah, y luego está lo del aeropuerto; un campo almidonado, digo, hormigonado! Calles a cordel, dos iglesias y dos mezquitas. Todo ello un tesoro..., ¡que para sí quisieran los del Courel!

Hemos vaciado nuestras arcas para dotarla del más digno de los ajuares, el más apropiado a nuestro abolengo, a nuestra inmarcesible grandeza!

Dote real la dimos, dote de reino a reino; de España madre, al Marruecos yerno, cá mejor non la tuvieron las fijas de Mío Cid! Pero esta dote la dio España, y tal y como la dio, la tutela, que si afrenta hubiere, en Corps, en Melilla o en Sebta, los mismos legionarios que pluguieron de sus ojos cuando se arrió nuestra bandera, lidiarán de nuevo, todos a una, prietas las filas, para recuperar Ifni, para recuperar la Princesa ! ¡Y con la Princesa, su dote, si malandrines la mancillan!

¡Héroes de España, que alumbráis en los luceros: Vigilad a Marruecos, y escoltad a mi Pequeña y Gran Provincia, esa chiquirritina de Ifni, que si mal trato recibe de la Media Luna, yo velaré para que vuelva a salirle el sol, sea por Antequera o por el Atlas! En tal caso, la recuperaré para protegerla de nuevo..., ¡para mejor desposarla!

¡Españoles todos, nosotros emancipamos, pero sin abandono, que tampoco lo haremos con el Sáhara ardiente! España, y yo el primero, responderemos ante Dios y ante la Historia de los florones del Reino, de las glorias de nuestros héroes, de los altos designios de nuestra Raza, -que en eso soy franco-, de la culturización de aquellos maestros, tan sacrificados que incluso se peleaban por un destino para Ifni..., aunque los malandrines digan, ahora, que lo hacían por el Plus de Residencia, un ciento cincuenta por ciento de nada..., ¡y con sus magníficos pabellones!

¡Españoles todos, poneos en pie, que ya parte la doncella para sus nupcias; y deja Solar y Bandera para acomodarse a las alfombras de la Corte Alauíta, todas ellas de nudo..., ¡qué bien le apetecerían a mi señora Doña Carmen!

Despidámosla con el orgullo de haberla criado a nuestros pechos, moza y robusta; despidámosla con el orgullo de haberla defendido, y protegido, mientras que de ello hubo causa y menester.

En Ifni hemos escrito, y cumplido, una de las páginas más brillantes de nuestra tutoría de pueblos, de nuestra forja de naciones, de nuestro Imperio universal, espiritual, transmisor de valores eternos...,¡y de los otros!

¡Españoles: Recordad que España es, en las desdichas, Grande! Mucho, que me dicen que pasa del medio millón de kilómetros ¡cuadrados!, así que, cuando nos viene la pertinaz sequía, la regamos con la sangre de nuestros héroes!

¡Viva Fran...!

Se equivoca el Secretario y trata de corregir:

-¡Digo, pues dice: Viva España; la mía, aquella que resucité de su ostracismo, en el 36, gracias a los tambores, a los tambores y a los Tabores, de Regulares!

Historia, apretándose su voluminosa tripa para no estallar de risa, y secándose el sudor de su honorable testa:
-¡Uf, cuanto me fatiga la grandeza...! ¡Señor Secretario, quedé extenuada, así que, ¡vacaciones!, por otros cincuenta años, que las tenemos merecidas. Bien pensado, esa Obra del OPUS estaba en todo: ¡Sabía gobernar..., por lo menos, en lo profano! Y luego esa espada tan grande, ¡cuatro!, al servicio de una cruz tan pequeña... O dicho de otro modo, esta cruz puesta al servicio de aquellas espadas tan relucientes, con aquellos bastones de mando en plata..., ¡quiero decir, en plaza! ¡Vaya Obra de Dios la de aquellos Tecnócratas del franquismo! ¡Inefables!

En un aparte:
-Tengo que anotar en estas Crónicas que aquella generación de la Reforma de la Contrarreforma Española, con su Nacionalcatolicismo bajo palio, superó a los Templarios, pues, además de su cruz y de su tizona, ¡qué bien le daban al bolígrafo! ¿Tecnócratas que eran, no si?

Murmullos de aprobación en la Sala. Doña Historia se dirige a su tribunal:
-¡Esto es muy denso; más de lo que pudiese parecer a simple vista, así que merece una meditación trascendente…! Por ello, meditemos, y de paso, recesemos; un rato. O mejor, dos, pues estas epopeyas hay que tomarlas con filosofía, tal y como hacían aquellos colonizadores desde que se hartaban de langostas y de percebes; ¡africanistas que eran, todos, todos ellos!

Señores estudiosos de la Historia, ¡dije! Y dije más, mucho más, en un Acto de este Juicio que en todos los periódicos del Movimiento juntos, en las tres décadas de aquel Movimiento Inmóvil…, ¡un invento digno de un Nóbel, que ni Franco!

Entra en escena la Guardia Mora, con aquellas capas blancas tan fardonas, a los acordes de una rapsodia magrebí. Extienden un tupido velo sobre el retrato de Franco. A Mohamed V le dejan descubierto, alegóricamente, evidenciando su triunfo en aquellas guerras del A.O.E.

El paño va cayendo lentamente, ¡suai-suai!
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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