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Paseando por el bosque (1)

jueves, 28 de junio de 2018
Me gusta pasear por el bosque. Ya antes de realizar mis estudios me gustaba. Más tarde, siendo estudiante de Ciencias Biológicas, en Barcelona, aprendí a descifrar su situación biológica a través de los síntomas que nos muestran.
Creo conocerlo, aunque siempre aprendo cuando acompaño a quienes dedican su labor a su mantenimiento y cuidado. Es bonito comprobar cómo las semillas germinan y hay pequeños árboles que pugnan por lograr un lugar en el que desarrollarse. Sé que es difícil que lo alcancen si estamos en el centro del bosque, donde la competencia entre los árboles que lo pueblan es muy alta.

Todo está ocupado, no como en las zonas periféricas, donde hay lugares para posibles expansiones y la posibilidad de alcanzar la madurez es mayor. Visito el bosque con criterios familiarizados con la selección natural, (la intraespecífica y la interespecífica), y constato los múltiples ejemplos que me encuentro de cada una de ellas. Para eso no hace falta viajar a regiones alejadas. Un simple paseo por las Saamasas, en Lugo, o por el valle del Tambre, cerca de Santiago, me permite disfrutar de todo esto. Naturaleza pura y biología pura.
Paseando por el bosque (1)
A veces, las cosas no son tan bucólicas como pudiera parecer. Muchos lugares han sido transformados en basureros incontrolados donde, incluso, podemos ver colchones o electrodomésticos tirados con total impunidad.

La verdad es que tenemos el mal hábito de maltratar al bosque. En nuestro modo de hablar decir de algo que “está a monte” es sinónimo de decir que es un desastre fuera de control. Esa frase es un exponente de lo que muchos creen que es el bosque: un lugar desorganizado. No digamos nada de sus necesidades de cuidados. Para muchos, esas labores son superfluas.

En general, el bosque se ha degradado mucho en los últimos años. Todos, por poco que Paseando por el bosque (1)vayamos a él, tenemos experiencia de lugares que fueron hermosos hasta hace poco y que hoy son un auténtico desastre tanto humano, como ecológico y económico.

No me explico que siendo, como somos, una gran potencia maderera europea, tengamos tan olvidada esta gran fuente de riqueza. Y tan menospreciada.
Porque si bien es verdad que muchos de sus beneficios tienen destinatarios directos, que son sus propietarios, también es cierto que nos aporta otros beneficios no cuantificables, en su mayor parte de índole ecológica, y cuyos destinatarios somos todos, seamos o no propietarios de los terrenos.

A veces me duele pensar en este progresivo deterioro, acompañado del olvido y el menosprecio, que sufren nuestros bosques. Al ver el bosque sucio, abandonado, expuesto a miles de agresiones, de las que el fuego no es la única, añoro un buen pacto de gobierno que impulse una racional política forestal.

Sus frutos serían un bosque del que sentirnos orgullosos, generando beneficios de toda índole para todos y con muchos puestos de trabajo estable para gente de diversa cualificación. Para algo somos una potencia forestal. Me atrevería a decir que a pesar de nosotros mismos.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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