El Divino Pedro les dice a sus colaboradores que en el arte de política hay que imitar al chicle, que se estira y se estira a voluntad. La política del chicle permite dilatar los problemas sin resolverlos y decir un día una cosa y al otro la contraria.
Se puede prometer elecciones y luego desdecirse. Se puede insinuar que se van a abatir los IVA íntimos de la mujer a sabiendas que es competencia comunitaria. Se halaga a los catalanes con diálogo y acercamiento de los presos, aunque se es consciente de que la política penitenciaria depende de Cataluña para permisos y orden interno.
Ganar tiempo es debilitar a Podemos y a Ciudadanos a los de Leo y Manuel con gestos contra la desigualdad y a los del chico listo de Hospitalet copiándole su progresismo de salón, mientras el PP esta en Babia en sus cuarteles de invierno dedicándose a la lucha de faidas.
Prescindir de la financiación autonómica es quitarse un gran marrón de encima, a sabiendas que andaluces y extremeños están uncidos a su carro de condottiero audaz. Y
permite un margen de maniobra para grangearse los favores de los independentistas catalanes y vascos, estos últimos a título vergonzante.
Sus ases en la manga son atraerse el voto de la mujer acelerando la política de igualdad, si bien sabe que comporta un descenso de la natalidad, apostar por la eutanasia lo que hará sin duda felices a los herederos y sobretodo fomentar el guerracivilismo, de las dos Españas y relacionando a Franco con la derecha, para luego llenarse la boca con la reconciliación nacional. Primero se atiza el fuego y luego se ejerce de bombero.
Todo ello con golpes de efecto, como el Aquarius que le ha catapultado a la política europea y su audaz toma del poder que le ha hecho subir en las encuestas.
Medias verdades y política del chicle a todo trapo.
