El gran gesto humanitario del Divino Pedro, nuestro querido presidente Sánchez y de la ciudad de Valencia, ayuntamiento y cardenal, forman
parte de la política espectáculo. Al estilo de los golpes de efecto del padre Ángel, que para fortalecer su humildad dan parte a todos los medios de comunicación.
Clamaba al cielo ver a estos pobres de solemnidad, náufragos sin esperanza, verse rechazados por las autoridades italianas y las maltesas, abocados a una muerte segura, mientras los países ribereños estaban mudos mudos y Sánchez se apuntó un gran gesto de fraternidad humana. Un aldabonazo a las conciencias de los ciudadanos y gobiernos de los países miembros de la Unión Europea.
Sin embargo no basta organizar una llegada y acogida, como la que se dispensó a Su Santidad Benedicto XVI, gafada por el accidente mortal del metro y por la corrupcion de los organizadores, hace falta garantizar la integración y una vida decente a los rescatados. Es decir ser serios y consecuentes, no mediterráneos y frivolos.
Respecto al gran efecto que tanto gusta al Divino Pedro le han surgido dos lunares malignos, que pueden opacar esta apoteosis del buenismo.
Me refiero a la dudosa ética fiscal del Ministro de Cultura y Deporte que para PP y Podemos es de Cultura de la defraudación o corrupción y la otra con gran alcance mediático la destitución fulminante del seleccionador nacional Julen Lopetegui sustituido por Fernando Hierro y echado a cajas destempladas. La prisión de Urdangarín, para mí el hombre más tonto de España, rema a favor del Consejo de Ministras y Ministros.
Creo que la acogida de estos miserables, en el sentido que les da Victor Hugo, es apostar por la famelica legión de la Internacional y honra a quien lo ha hecho, sin pensar en su repercusión como posible efecto llamada o dar pábulo a la xenofobia en España, es apelarse a la dignidad humana.
El gasto que origina el rescate del Aquarius con dos naves italianas de escolta y techo y aprovisionamiento para los emigrantes es muy elevado y un despilfarro de medios y recursos, que si la UE tuviera una política humanitaria podrían dedicarse a otros menesteres.
España debería convertirse en Bruselas en voz de los que no la tienen y cortar de raíz esta industria de muerte de los traficantes, de las mafias de los desesperados. Podría ser un excelente comienzo del gabinete Sánchez y de Borrell como Ministro de Asuntos Exteriores, actuando como lo hizo Emma Bonino en la crisis de las mujeres afghanas.
Ser referente de fraternidad exige ser exigente consigo mismo y si el gabinete Sánchez no resuelve la duda fiscal que planea sobre uno de sus miembros, mal empezamos.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
