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Filosofía, camino y futuro

viernes, 18 de mayo de 2018
Mientras en la educación cada día prescinden más y erróneamente de la filosofía, la sociedad camina al futuro sumergida en unas ideologías cada día más denostadas. La gente huye de la Dictadura del proletariado y se entrega al Capitalismo con pasión sin reparar en la necesidad de un equilibrio. Porque si la socialización de los medios de producción resulta errónea, también el capitalismo salvaje resulta inhumano. Y en ambos puede haber aspectos positivos y negativos. Resulta, sin embargo, curioso que, siendo los dos sistemas creados para mejora la vida humana, se haya prescindido del conocimiento del ser humano y éste se encamine peligrosamente al abismo -y basta conocer mínimamente a los dirigentes para verlo- sin que la ciudadanía sea consciente.

Esta aparente perogrullada, porque ciertamente ya le ha preocupado a otros pensadores con anterioridad, creo que puede aportar una visión del problema distinta cuando recalcamos la necesidad de conocer al ser humano, sus ilusiones y sus defectos, sus valores y mezquindades , sus desequilibrios y su sensatez, su mentalidad de hambriento y opulento. Porque todo el problema se ciñe exclusivamente al equilibrio y al reparto justo de la riqueza.

Si la humanidad es consciente de la necesidad de ese equilibrio, debe comenzar por superar esquemas mentales trasnochados como pueden ser la falta de igualdad de sexo o color: leyes de propiedad y con ellas fronteras; reparto justo de recursos como el agua; sistemas de tributación justos, claros y trasparentes; desarrollo armónico ayudando a los países pobres con sistemas de producción que los desarrolle; eliminación de la explotación y las diferencias salariales que sólo sirven para enriquecer a los grandes depredadores y con ello evitar la deslocalización empresarial por rentabilidad económica; prohibir los paraísos fiscales y los abusos de bancos, fondos buitre y sistema similares que sólo sirven para desequilibrar, enriquecer a sus propietarios a costa de la miseria ajena… Son muchos los cambios necesarios que, aunque aquí resulten utópicos, son ineludibles.

Y todas esas reformas y muchas más, son urgentes, precisas y, si se llevaran a cabo, quizás nos diera otra oportunidad la vida. Absurdo resulta negar la evidencia del cambio climático; la revolución laboral con la implantación de la tecnología; necesitamos mantener y mejorar la sanidad apoyando la investigación y sometiendo al interés general el negocio de farmacéuticas; lo mismo que la educación. Hay cosas que nunca pueden ser gestionadas privadamente. Absurdos debieran ser los ejércitos porque desgraciadamente la tecnología militar es capaz de destruir el planeta sin compasión -y miren ustedes en qué manos estamos- porque resulta evidente que nuestros dirigentes son los que hemos elegido o permitido. Ese es el indicador de nuestra formación política.

Pero la revolución pendiente no es la de las ideologías que ya hace mucho están en el ocaso, sino la revolución del espíritu humano. Una revolución que consiste en combatir la propia codicia porque el egoísmo atrofia la mente; recuperar la generosidad que no acepta disculpas y usar la compasión y el perdón sin atisbo de rencor; luchar contra la indolencia, la negatividad y la comodidad; superar la envidia para ser más felices y huir de la soberbia, hermana de la vanidad; recordar la importancia del esfuerzo para valorar el pan y ser consciente del despilfarro para evitarlo; buscar trabajo y ocio armónico y no desfallecer nunca, aunque la vida apriete. El éxito es efímero y los aplausos y abucheos se intercambian; el deber cumplido es el fruto de la conciencia y ésta conviene lavarla periódicamente para no rehuirla nunca. Superar las adversidades, que ciertamente duelen, con valor y buen ánimo. Vivir la enfermedad estoicamente sin reproches y, si se puede, con generosidad. Desechar las palabras enemigo o adversario para llamar amigo o compañero… En definitiva, recordar que nacemos con corazón y que sentimos amor que, aunque no sabemos dónde se encuentra y a veces nos duela tanto como el clavo de Rosalía, está ahí para ser usado.

Soy consciente de no aportar mucho a las ideologías que, por excluyentes, no me gustan, pero confío en que algún lector entienda mi sueño. No aspiro a más.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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